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Columna
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El empleo y las nuevas tecnologías

Con la sociedad de la información han desaparecido ciertos empleos a la vez que aparecían otros nuevos. El autor considera que, para mejorar el nivel de vida de la población, la nueva economía debe apoyarse en una política institucional que difunda las innovaciones

El debate sobre los efectos de la sociedad de la información en el mercado de trabajo ha venido mostrando un abanico extremadamente amplio de puntos de vista sobre el cambio tecnológico, en la medida que éste se percibe como una de las principales fuentes de desempleo, fundamentalmente, de personas poco o nada cualificadas. Sin embargo, una de las cosas en la cual los economistas de todas las tendencias están de acuerdo es en la gran importancia de los cambios tecnológicos para el crecimiento a largo plazo de la productividad y la elevación de los niveles de vida.

La incorporación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) a la actividad empresarial comporta cierta destrucción de puestos de trabajo, que puede quedar compensada con la creación y transformación de otros. Esta destrucción se está produciendo, sobre todo, debido a la sustitución de procesos que antes se realizaban de manera manual, o que requerían del concurso de una persona, por procesos tecnificados que no requieren de ningún trabajador. Pero, igualmente, provoca un descenso de los costes de producción, que hace posible un incremento del PIB y del empleo. El tema a debatir es si la creación compensa la destrucción.

Numerosos son los economistas que se han preocupado del impacto de las evoluciones tecnológicas en el empleo. De James Steuart a Kaldor pasando por Marx, sin resultados incontestables. En este sentido, las conclusiones del estudio Incidencia de la sociedad de la información en el mercado de trabajo, realizado por el Servicio Público de Empleo Estatal (Inem) rebaten las opiniones sobre la incidencia negativa de las TIC en el empleo.

Así, el promedio de variación de empleo como resultado de la aplicación de las TIC en las empresas españolas se sitúan en el 2,5%, es decir, es ligeramente positivo. Ello, supone que alrededor de 300.000 puestos de trabajo han sido generados (puestos creados, menos puestos perdidos) como resultado de los cambios introducidos en el empleo por las TIC.

Los sectores más implicados en este crecimiento han sido las propias actividades económicas vinculadas a las TIC y, especialmente, las empresas de investigación y desarrollo (9,4%), comunicación (4%), educación (3,5%) y servicios administrativos (2,9%).

El volumen de trabajadores, en nuestro país, que se han visto afectados en sus procedimientos laborales por la introducción de las TIC es del orden de 4,5 millones (36,6% del total).

Desde el punto de vista de las empresas españolas, la opinión más extendida es que las TIC han incidido poco sobre el nivel empleo en los diferentes sectores analizados (para el 54,7% se ha mantenido) y si ha afectado ha sido más en incrementos de plantilla (24,7%) que por descensos (5,1%).

La realidad del mercado de trabajo nos muestra que las ocupaciones relacionadas con este sector evolucionan a un ritmo trepidante, dado que los sectores de telecomunicaciones, la radiodifusión, los multimedia y las tecnologías de la información y comunicaciones generan nuevos productos y servicios, así como nuevas formas de gestión.

Según dicho estudio, las TIC se encuentran presentes en la mayoría de las empresas (92,3%), aunque son las de más de 100 trabajadores las que más las utilizan (95%). En cuanto a sectores de actividad su incorporación a los procesos de trabajo es bastante desigual: banca y seguros 98,3%, frente al 10% de construcción, comunicación y sanidad.

Por otro lado, la cuestión no es sólo saber si la evolución tecnológica es un factor de paro. El desarrollo tecnológico puede transformar cualitativamente los empleos y modificar su localización o las cualificaciones en el mercado de trabajo. La transformación tecnológica tiene sus consecuencias, si cambian las herramientas también cambian los hábitos de trabajo y competencias laborales.

La verdadera revolución de las TIC se traduce por una mutación en profundidad de la economía tradicional que reduce los costes de información. permitiendo el trabajo a distancia, fomentando la deslocalización productiva y la externalización. Una tendencia que se generaliza a todas las tareas con débil valor añadido.

La evolución tecnológica es, sin duda, un cambio positivo en términos de conocimiento, pero esto no significa lo mismo en el ámbito de las condiciones de vida o de trabajo. Por ejemplo, el trabajo en cadena permitió mejorar le eficacia del trabajo humano, pero no las condiciones en las cuales éste se realiza.

Por todo ello, para que la nueva economía pueda realizar sus expectativas de crecimiento y de elevación de los niveles de vida, debe apoyarse en una política institucional dirigida a impulsar la difusión de las innovaciones existentes entre los distintos sectores y a posibilitar la mejora de la productividad, así como la generación de una demanda de puestos de trabajo más cualificados. Así, la apuesta del Gobierno de España de incluir en los Presupuestos Generales para 2006 un incremento significativo del I+D+i constituye una buena noticia para el sistema económico. En efecto, los modelos de crecimiento endógeno reflejan que la intervención pública permite aumentar el crecimiento y el nivel de vida.

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