Un nuevo alfabeto para el inversor
Los gestores de fondos profesionales usan letras griegas para definir la relación entre el rendimiento de su fondo y el comportamiento del mercado. Una costumbre que hace todavía más oscura su labor a ojos del pequeño inversor que, por no saber, no suele ser consciente ni de lo que le cuesta el servicio del gestión del fondo de inversión. Pero los profesionales, a lo suyo, entre alfas y betas.
La beta mide la sensibilidad de un fondo -o de una acción- ante el comportamiento general del mercado. Por ejemplo, si el Ibex sube un 10% y el fondo un 20%, la beta es de dos. Parece que la cosa promete, pero la beta de dos también funciona hacia abajo. Si el Ibex cae el 2%, el fondo caería el 4%.
La otra letra, alfa, significa una cosa distinta. Es la rentabilidad generada de forma independiente del comportamiento de los mercados. Si un fondo gana un 2% suba o baje la Bolsa, tiene un alfa del 2%.
La beta depende sobre todo de las características de los activos en los que invierte un fondo, algunos, por ejemplo, habrán depositado su dinero en valores cíclicos o empresas tecnológicas, y tendrán una beta muy alta. El alfa es más escurridiza, y depende de la pericia del gestor.
Los hedge funds, que podrá contratar el pequeño inversor vía fondos de fondos son, se supone, productos que buscan esta rentabilidad independiente de los mercados, y buscan las famosas alfas a través de mecanismos complejos, inversiones fuertemente endeudadas y productos derivados. No tienen por qué ser inversiones arriesgadas, pero pueden serlo en extremo al disponer el gestor de manos libres.
Pero el reglamento de fondos también abre la puerta a otros productos, los fondos cotizados, que suelen replicar a la perfección un índice y, por lo tanto, tienen un alfa de uno. Al contrario que los hedge funds, son pura sencillez y transparencia. Con este reglamento, el inversor tendrá que repasar el alfabeto griego.