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Tribuna
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Los mercados y la meteorología

Ángel Ubide

El impacto de la escalada de los precios energéticos sobre la economía mundial es todavía incierto, según el autor. En su opinión, si los bancos centrales continúan con éxito su política de estabilización de las expectativas de inflación, el impacto de los huracanes Katrina y Rita sobre la economía será benigno

El chiste esta semana en los mercados es que todos los operadores se han vuelto expertos en meteorología, ya que los mercados se han movido al compás de las peripecias de la tormenta Rita. Ayer en Asia el euro tuvo variaciones de casi un 1% a medida que cambiaba la evaluación del impacto de Rita. Tras la destrucción provocada por el huracán Katrina, el impacto de Rita sobre la infraestructura petrolífera -que a su paso por el golfo de México había alcanzado categoría 5, de huracán, con vientos superiores a los 250 kilómetros por hora- podría ser devastador. De hecho, los precios del crudo aumentaron casi cinco dólares por barril el lunes a medida que Rita ganaba en intensidad, y han franqueado otra vez la barrera de los 68 dólares por barril.

Dicho aumento de los precios del petróleo sucedió a pesar del anuncio de la OPEP de suspender las cuotas, destinado a asegurar a los mercados que no habrá problemas de falta de crudo. Esto indica, de manera clara, que el mundo tiene un problema de falta de productos refinados, sobre todo gasolina, y no necesariamente de crudo. De manera similar, hace unos días Estados Unidos puso a disposición del mercado 30 millones de barriles de la reserva estratégica para cubrir los posibles problemas de abastecimiento, pero menos de la mitad fue demandado por el mercado.

El mundo tiene un problema de falta de productos refinados, sobre todo gasolina, no necesariamente de crudo

En este contexto, es interesante observar que las políticas de los distintos países respecto a la fiscalidad de los productos energéticos son bastante diferentes, con un impacto importante sobre la estructura de incentivos al consumo.

En un extremo está Europa, con una imposición bastante elevada sobre la gasolina, destinada a desincentivar su consumo. En el otro extremo están los países emergentes, sobre todo en el sur de Asia, donde la gasolina recibe subsidios gubernamentales ya sea de manera directa o indirecta. Como ejemplo, un litro de gasolina súper cuesta unos 50 céntimos de dólar en China e India, unos 75 céntimos en Estados Unidos, y aproximadamente 1,20 dólares en Europa.

Teniendo en cuenta que tanto los países emergentes como Estados Unidos son los principales responsables del aumento del consumo energético de los últimos años, la recomendación de política económica parecería evidente: aumentar la imposición sobre los productos energéticos en Asia y Estados Unidos para reducir el consumo excesivo -excesivo no per se, sino con respecto a la capacidad disponible- de los mismos en las áreas de mayor demanda. En cierta medida, esta diferencia de políticas recuerda al debate sobre los tipos de cambio: Asia resiste la apreciación de sus monedas, Estados Unidos se beneficia de un dólar débil, y Europa sufre las consecuencias de un euro fuerte. El sistema de incentivos claramente no funciona, y no parece que el G-7 vaya a tomar cartas en el asunto.

El impacto de estas subidas de los precios energéticos sobre la economía mundial es todavía incierto. Está claro que en el futuro próximo los precios no van a descender, y si acaso aumentarán si se produce otra interrupción del abastecimiento o si el riesgo geopolítico asociado a Irán aumenta. Es por tanto un aumento permanente de los precios, y como tal debería tener un fuerte impacto negativo sobre el output y positivo sobre la inflación.

La clave, como casi siempre, radica en la respuesta de la política monetaria. La Reserva Federal, en su reunión de esta semana, decidió aumentar los tipos de interés y continuar con su política de subidas de tipos 'mesuradas'. Al caracterizar el impacto de Katrina y de los precios energéticos sobre la actividad como transitorio, y alertar sobre los posibles riesgos inflacionistas, la Reserva Federal trató de evitar que las expectativas de inflación se disparasen, y con ellas los tipos de interés a largo plazo.

Porque la clave del benigno impacto -hasta ahora- de la inflación energética sobre el crecimiento radica en el efecto estabilizador de los tipos de interés a largo plazo. En los últimos tres años se ha observado un fenómeno completamente nuevo: los aumentos de los precios del petróleo se han visto acompañados de caídas de los tipos de interés a largo plazo, al considerar los mercados que, con la inflación bajo control, el impacto principal de los precios del petróleo sería sobre el crecimiento -de hecho, esta semana los tipos de interés a largo plazo europeos han alcanzado un nuevo récord a la baja-. Al esperarla, los mercados han evitado que se produjera la desaceleración económica. Si los bancos centrales continúan con éxito su política de estabilización de las expectativas de inflación, el impacto de Katrina y de Rita será probablemente benigno.

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