_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Cancelarán el FMI y el BM la deuda de los países pobres?

En su última reunión, los países del G-8 acordaron la cancelación de la deuda multilateral de una serie de países pobres al tiempo que se comprometían a un mayor volumen de ayuda al desarrollo, especialmente para África. La iniciativa de deuda, aunque cuenta con un impulso notable, tiene que ser aprobada en las asambleas anuales del FMI y del Banco Mundial que hoy comienzan en Washington y deberá encontrar el respaldo, político y financiero, del resto de los donantes, algunos de los cuales han mostrado ya reticencias.

La noticia de la cancelación se ha vendido con una intensidad tal que puede fácilmente hacerla parecer lo que no es. El acuerdo del G-8 apunta en la dirección correcta, pero se queda muy corto respecto a lo esperado e incorpora elementos inquietantes. Conviene, por lo tanto, aclarar las cosas ya que con los números de la deuda es fácil jugar a las medias verdades para abultar tanto las cifras como sus consecuencias positivas sobre el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Lo más destacable de la propuesta es que se trata de deuda multilateral, incluida la del FMI, deuda prioritaria, dura y costosa para los países. Además se condonan tanto los intereses como el capital, borrando la deuda directamente de los libros y no indirectamente, como otras veces, a través de contribuciones de países donantes que pagan en lugar de los deudores.

Sin embargo, solamente 18 países (la mayoría del África Subsahariana) se beneficiarán de la propuesta, aunque podrían ser 27, si nuevos países completan su largo y doloroso tránsito por la iniciativa HIPC (Países Pobres Altamente Endeudados, por sus siglas en inglés). Aunque se ha anunciado una cancelación de 40.000 millones de dólares, éste es el valor nominal. Dado que la condonación se producirá a lo largo de 40 años, el valor actual neto de la deuda condonada es sólo de 17.000 millones de dólares.

En realidad, los países dejarán de pagar de manera efectiva 1.000 millones de dólares al año, aproximadamente la mitad de la Ayuda Oficial al Desarrollo española. Por el contrario, las organizaciones sociales estimamos que son 62 los países que deberían entrar en la iniciativa, los cuales pagan al año 10.000 millones de dólares como servicio de la deuda multilateral. Se trata por lo tanto de la cancelación de un magro 10% y no de un 100% como se ha anunciado.

Además de la deuda del FMI y del Banco Mundial (BM) la iniciativa incluye al Banco Africano de Desarrollo, pero no a otras 16 agencias y bancos multilaterales acreedores. Así, se ha quedado fuera de la iniciativa el Banco Interamericano de Desarrollo, lo cual resta relevancia a la misma para América Latina.

La cancelación de la deuda contemplada se producirá de manera incondicional, pero tiene truco. Por cada dólar condonado, los países dejarán de recibir la misma cantidad en forma de nuevos recursos procedentes del BM. Hay serias dudas de que los países a los que se les condona, puedan mantener el mismo nivel de recursos recibidos del BM.

En el confuso comunicado del G-8, se habla de buen gobierno y de transparencia. Pero muchos nos tememos que tras esas palabras vagas y en apariencia positivas, se esconda una nueva vuelta de tuerca sobre las viejas y ya habituales condicionalidades de política económica que tanto daño han hecho a tantos países. Otra oleada de privatizaciones y liberalización, incoherente por cierto con el proteccionismo europeo y de EE UU, acabaría con la escasa capacidad de los Estados para pilotar su desarrollo y tendrían el mismo efecto letal de siempre sobre su población más vulnerable.

Hay que recordar que en un solo día de reuniones, el año pasado, se le condonaran a Irak 30.000 millones de dólares de deuda de todo tipo. Más de la condonada a todo el continente Africano en los últimos diez años. Queda mucho camino por andar para someter los intereses políticos a los humanitarios.

¿Y España? Luces y sombras. La iniciativa de conversión de deuda por educación y otros servicios sociales anunciada por el presidente del Gobierno es un avance, aunque su relevancia vendrá dada por el volumen convertido. En general España puede ir mucho más allá en cancelación de deuda bilateral y recientemente ha dado algunos pasos en la buena dirección. En cuanto a la multilateral, las contribuciones al Fondo HIPC han sido notables. Sin embargo, el Gobierno, sea del color que sea, se ha escudado siempre en el escaso peso de España en las organizaciones multilaterales financieras, para justificar un inexistente, o cuando menos pobre, trabajo político en ellas.

Es de esperar que la nueva y positiva orientación que este Gobierno le está dando a la cooperación al desarrollo, repercuta en una política financiera multilateral activa y coherente. España tiene margen para cancelar más deuda bilateral a países que lo necesitan para lograr los Objetivos del Milenio y debe jugar un papel mucho más activo en las grandes organizaciones financieras internacionales, defendiendo posiciones acordes con el compromiso expresado por el presidente del Gobierno con la lucha contra la pobreza en el mundo.

Archivado En

_
_