Alemania, el día después
El mercado se tomó muy bien la convocatoria de elecciones en Alemania. No reaccionó de forma inmediata -un privilegio que parece reservado a los acontecimientos que suceden al otro lado del Atlántico-, pero paulatinamente el dinero empezó a entrar ante lo que parecía una victoria casi segura de la coalición CDU/CSU, que junto con el Partido Liberal había hecho de las reformas estructurales su gran bandera política.
Aun conociendo el arrollador tirón personal de Schröder -cuya capacidad de ganar elecciones generales parece ser directamente proporcional a la de perder feudos históricamente socialdemócratas- el mercado daba por hecho el cambio. Pero Schröder ha aguantado. Teniendo en cuenta los precedentes, el problema de Merkel y la CDU parece algo más profundo que los fallos de campaña y el mal cuidado de la imagen pública.
En cualquier caso, el escenario final ha sido, posiblemente, el peor de todos. Con los dos grandes partidos arrogándose el derecho de presidir el ejecutivo aún cuando éste proceda de una coalición entre los dos se multiplican los riesgos de parálisis, inestabilidad o incertidumbre políticas, tanto en Alemania como por extensión en la Unión Europea.
Los partidos bisagra, por su parte, no quieren a priori asociarse con quien no sea su socio natural -el SPD para los verdes, la CDU para los liberales-, así que se ha escuchado la posibilidad de convocar otras elecciones en enero, lo que supondría otros tres meses de indefinición. No está el patio como para perder el tiempo.
Afortunadamente, se trata de Alemania, un país donde, pese a la gravedad de la crisis económica y social, la vida política parece no discurrir por los senderos viscerales tan habituales más al Sur. Posiblemente la confianza de los inversores en que la situación se reconducirá de algún modo razonable, y la habitual dependencia de Estados Unidos, han sido los factores que han evitado caídas bursátiles más abultadas de las registradas en la sesión de ayer.