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A fondo

Los poderes de Brufau alcanzan a Endesa

Repsol y Gas Natural no sólo van a compartir palco en los próximos carnavales de Río de Janeiro, en los que desfilarán los empleados de sus filiales brasileñas. A las dos empresas energéticas les une un destino común regido por el todopoderoso presidente de la petrolera y vicepresidente no ejecutivo de la gasística, Antonio Brufau.

Aunque Salvador Gabarró, máximo responsable de Gas Natural, ha querido dejar claro que los artífices de la opa hostil sobre Endesa han sido sus actuales gestores, el propio Ricardo Fornesa, presidente de La Caixa (accionista principal de Gas Natural y Repsol) ha reconocido que la idea, el análisis y la estrategia de la operación han sido cosa de Brufau.

Tras su llegada en noviembre del año pasado a la presidencia de la petrolera (a su vez, dueña del 31% de Gas Natural) procedente de la empresa catalana, Brufau y el nuevo equipo directivo de la filial, hombres todos de su máxima confianza, lograron desbloquear una gran alianza estratégica para compartir proyectos integrados de gas. El pacto condicionó incluso una nueva estructura organizativa de Gas Natural, que se diseñó para acoplarla al acuerdo con la matriz.

El poder de Repsol y Gas Natural se deriva de su presencia en los gestores técnicos de sus mercados: CLH y Enagás

Pese a los vasos comunicantes de su poder, que se extienden a los gestores técnicos del gas (Enagás) y el petróleo (CLH), Antonio Brufau siempre ha descartado cualquier unión empresarial entre Repsol y su filial. El crudo y el gas natural sólo ligan en exploración y transporte, pero no cuajan al llegar al mercado doméstico.

Esta convicción y el interés nunca perdido por casar a Gas Natural con una gran eléctrica ha llevado a sus principales accionistas a lanzar una opa por el 100% de Endesa. En Repsol culpan a esta empresa (léase a su presidente, Manuel Pizarro) de haber impedido una solución amistosa. En los distintos contactos con Pizarro éste siempre puso sobre la mesa una cuestión: el valor de la eléctrica en Bolsa (19.200 millones de euros) frente al de la gasística (11.100 millones) implicaba que cualquier fusión debía respetar esa proporción. Sin embargo, esta resistencia del pez grande no puede con estas evidencias: frente al mayor tamaño y valor de Endesa, Gas Natural luce un accionariado compacto y poderoso y una suculenta caja, fruto de la desinversión progresiva en el capital de Enagás. Gas Natural, que está obligada por ley a reducir su capital en el gestor técnico del gas al 5% a finales de 2006 (ahora suma un 17,5%) tiene en su consejo varios representantes (a su presidente y su consejero delegado, sin ir más lejos). Esta situación ha sido denunciada por las eléctricas, tras la salida forzosa protagonizada por ellas en el capital y el consejo del gestor del sistema eléctrico, REE. Además, Repsol, con un 25% del capital de CLH, ejerce un claro control sobre el operador de la red de oleoductos, en el que también se repiten algunas caras de los hombres de Brufau, encabezadas por José Luis López de Silanes.

Aunque Brufau, siendo presidente de Gas Natural, reconocía que la caja procedente de la venta de Enagás era un activo altamente improductivo, nunca apostó por grandes operaciones en el exterior (como ha hecho Endesa, la única eléctrica española con perfil multinacional) y ha mantenido la idea fija de crecer en el mercado interno con una fusión.

Esta vez, dicen las malas lenguas, Brufau tiene grandes bazas a su favor: la neutralidad del Gobierno y una composición más propicia de los reguladores (la CNE y el Tribunal de la Competencia) que, al menos, no resulta tan politizada como la de 2003, cuando la CNE vetó la opa diseñada por él mismo sobre Iberdrola. Además, cuenta con la debilidad del accionariado de Endesa, en el que la última palabra la tendrán los fondos de inversión o algún posible caballero blanco (¿chevalier o cavaliere?).

Sin embargo, la frustración de Brufau y su equipo tras el resultado de la opa de 2003 les ha llevado esta vez a diseñar una operación con un fuerte dispositivo de seguridad. Buena prueba de ello es la invitación a que Iberdrola participe en la misma. Esta maniobra se puede interpretar como un rasgo de astucia política de Brufau, que ha pretendido con ella reducir a Unesa (que se opuso a la opa sobre Iberdrola) rompiendo su unidad. Por el momento, ha logrado, con la ruptura de Endesa, el cisma en una patronal que no es sombra de lo que era, y el relevo en su presidencia.

Al margen de consideraciones políticas, y desde un punto de vista del mercado, buena parte del poder del grupo energético controlado por La Caixa procede del hermanamiento de Gas Natural con el gestor técnico Enagas y de Repsol con su correspondiente, CLH. El Gobierno tiene en sus manos hacer cumplir las exigencias de las eléctricas de que el consejo de Enagás sea realmente independiente y queda por ver si Industria se atreve a obligar a Repsol a reducir su participación en CLH, del 25% al 10%, tal como prometió, y aguanta las presiones en contra de la petrolera.

Los responsables de la opa saben que, a efectos de poder, la electricidad nada tiene que ver con el gas o el petróleo (sectores menos regulados). La posición históricamente más fuerte y de mayor independencia de REE y las fuertes repercusiones en la opinión pública de lo que acontece en el mercado eléctrico (hoy por hoy el 100% de los ciudadanos es usuario eléctrico) enfrentarán al núcleo energético que lidera Antonio Brufau a un escenario bastante más complicado que en el que ahora actúa. Claro está, de prosperar la opa.

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