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Tribuna
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Debilidad política y mercados intervenidos

Con el reciente acuerdo sobre importación de productos textiles de China, la UE ha dejado en el camino aspectos de importancia, como el respeto a sus propias decisiones. También ha puesto en entredicho la cohesión interna, según el autor, quien sostiene que el pacto distorsiona el mercado

El acuerdo de la UE con China para el sector textil es resultado de la correlación de fuerzas en su seno y de ella frente a China. Evidencia debilidad en la aplicación de normas pactadas en 2001 e incorporadas en la normativa europea en 2003 (ver Cinco Días 14 abril 2005). La cláusula de salvaguarda que atemperaba el crecimiento previsto de las importaciones procedentes de China se activó sin que ésta hiciera más que aprobar un impuesto simbólico a sus ventas, que luego retiró (ver artículo en estas mismas páginas del pasado 26 de mayo), y ajustar la paridad de su moneda, que pasó de 8,28 yuanes por dólar a 8,12 yuanes por dólar (artículo publicado del 28 julio 2005). Un ajuste ínfimo porque criterios de paridad de poder de compra, difíciles de precisar por la peculiaridad de los índices chinos, podrían dejarlo en cifras no superiores a los cuatro yuanes por dólar.

Mientras se sucedieron los eventos mencionados, la importación de productos textiles procedentes de China continuó aumentando a un ritmo muy superior al especificado en el proceso que sustituyó al acuerdo multifibras. Cuando las cuotas teóricas estuvieron cubiertas (un aumento del 10% respecto a 2004) las aduanas bloquearon el despacho de la nueva mercancía que llegaba y los productos se fueron acumulando en los puertos de entrada desde primeros de julio. Esto activó protestas de importadores y distribuidores, que alertaron de falta de prendas de vestir para las temporadas de otoño e invierno. El resultado fue la permisividad para la entrada de los productos que excedían el total de cuotas fijadas para el conjunto de 2005.

Se han dado cifras de 85 millones de prendas de vestir, si bien no hay constancia de que se haga recuento del contenido de los contenedores en que vienen y se ha apuntado que la cifra real puede ser mayor. De ese total, la mitad se considerará como un aumento de la cuota autorizada y la otra mitad se deducirá de la cuota prevista para el próximo año.

En apenas unas semanas la UE cambió radicalmente de actitud, presionada por los importadores y distribuidores y dirigida por países que reúnen una doble característica: son exportadores a China y no son productores de productos textiles confeccionados. En la medida en que su empleo no se ve afectado y que la decisión tomada contribuye a mantener su buena relación con el gran cliente de Asia creen defender sus intereses que, además, se ven reforzados por el abaratamiento que se asocia al menor precio de los productos importados, especialmente los del sur de Asia.

En este proceso la UE ha dejado en el camino algunos aspectos de importancia. En primer lugar, el respeto a sus propias decisiones, que ha ido cambiando aceptando hechos consumados con el consiguiente deterioro de su autoridad frente a terceros y a su propia población. En segundo lugar, la cohesión interna queda en entredicho cuando se cambia de política respecto a un sector industrial al que hace tiempo que no se defiende en otros ámbitos, como por ejemplo el respeto a la propiedad intelectual, el cumplimiento de normas que comportan un alto coste en defensa del medio ambiente -que se exigen en la UE y no a los productos importados- y la simetría en condiciones de acceso a los mercados de los países a los que se compra. En tercer lugar, la distorsión de la competencia producida por países beneficiarios del relajamiento de los acuerdos, que mantienen paridades intervenidas a niveles irreales al tiempo que bloquean sus mercados a la competencia procedente de los países clientes. Cada uno de estos tres aspectos y el conjunto distorsionan la libertad de mercado.

Lo anterior se ha justificado considerando que la importación tiene dos efectos benéficos: en el mercado interno añade competencia que abarata los productos y beneficia a los consumidores; en el exterior contribuye al desarrollo económico de los países exportadores.

En realidad el efecto es desigual y discutible. En la UE las importaciones no parecen haber afectado sensiblemente a los índices de precios, a la calidad de la oferta realizada ni tampoco a su mayor diversidad. En alguno de los países productores (de prendas de vestir) la fijación de un tipo de cambio irreal encarece la compra de bienes de capital, de materias primas en general y de productos energéticos en particular, lo que perjudica el ritmo de desarrollo y calidad de vida del conjunto en beneficio del sector que trabaja para el exterior.

En otros países en vías de desarrollo, como los del Magreb, su industria se hunde al no poder competir con estas prácticas. La competencia desleal que no respeta los derechos de propiedad sin que se presione para su defensa se suma a la desigualdad de condiciones donde la prohibición de uso de productos dañinos para el medio ambiente no se aplica a los productos importados. La correlación de fuerzas siempre es mala guía para asuntos de competencia y la liberación de mercados debe hacerse en todas direcciones.

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