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Columna
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Y sin embargo crecemos

La economía española está disfrutando de un ciclo largo de crecimiento desde 1997: la tasa media de crecimiento del producto interior bruto (PIB) hasta finales del corriente año, teniendo en cuenta las previsiones para 2005, es del 3,4% en precios constantes. Este crecimiento, sin embargo, va acompañado de fuertes desequilibrios.

El sector exterior presenta un déficit por cuenta corriente que en el paso año fue del 5,5% del PIB, y en marzo del corriente año el saldo acumulado de doce meses superó el 6% del PIB. Somos el segundo país del mundo en déficit comercial con respecto al PIB (el primero es EE UU) y la previsión es que pasaremos a ser el primero en 2006.

Los hogares continúan con un endeudamiento creciente, que alcanzó el 67% del PIB en el mes de abril del corriente año, con un aumento del 20% en los cuatro primeros meses del año. Y su consumo continúa con un fuerte ritmo, el 14% está financiado con créditos, que supone el 7,8% del PIB.

En cuanto a las Administraciones públicas, si bien el conjunto de sus cuentas están con un pequeño déficit, sin embargo tal hecho se debe al fuerte superávit de la Seguridad Social, 0,7% del PIB (en el corriente año se espera sea del 1%).

Creemos que tal superávit no debe computarse para rebajar el déficit del Estado, ya que el superávit de la Seguridad Social es consecuencia de no contabilizar sus operaciones con el criterio de devengo a consecuencia de que nuestro sistema de pensiones es de reparto, por ello comporta ir acumulando deuda implícita, que a partir del 2015 hará que la Seguridad Social entre en déficit.

Por otra parte hay que tener en cuenta el déficit sanitario de las comunidades autónomas no aflorado, del entorno de 7.000 millones de euros y la fuerte pérdida de recursos provenientes de la Unión Europea que experimentaremos a partir de 2007.

La inflación es otro de los desequilibrios de nuestra economía. Desde nuestro ingreso en la Unión Monetaria hemos acumulado un diferencial con respecto a la media de los países de la zona euro de siete puntos, un punto por año, y para el corriente año las perspectivas son las mismas.

Si a pesar de todos los desequilibrios que hemos señalado la economía española sigue creciendo a un ritmo superior al 3%, situación excepcional dentro de la Unión Europea, puede llegar a pensarse que lo mejor es no hacer nada, dejándose llevar de la inercia que tiene la economía española.

Creemos que esta sería una postura suicida; ante la falta de toma de decisiones para corregir los desequilibrios que hemos señalado, se piensa que el próximo año la economía española empezará un declive, que podría acentuarse a consecuencia de las incertidumbres que está generando la puesta en cuestión del actual modelo territorial del Estado español. Y nada hay peor, para los inversores y los consumidores, que la incertidumbre.

A continuación voy a exponer las medidas que, a mi juicio, sería necesario que el Gobierno adoptase para corregir los desequilibrios macroeconómicos que padece nuestra economía.

En cuanto al déficit exterior, el Comisario Europeo de Economía lo ha considerado insostenible. Sobre la polémica de la sostenibilidad, el lector interesado puede consultar mi artículo publicado en estas mismas páginas el 6 de agosto pasado (Necesidad de financiación de la economía española). El deterioro de nuestra balanza comercial tiene su origen en la pérdida de competitividad de la economía española, a consecuencia del diferencial de inflación acumulado y de la rigidez en la regulación del mercado laboral, cuyos salarios están indizados con la inflación y no con la productividad.

Ello da lugar a que nuestros costes laborales unitarios crezcan más deprisa que en toda el área euro, que en la OCDE, que en Japón y que en EE UU.

Otro factor interno origen del diferencial de inflación es el excedente bruto de explotación. Para controlarlo sólo cabe introducir una mayor competencia. Además el Gobierno debería utilizar la política presupuestaria para obtener un fuerte superávit, conteniendo la presión de la demanda interna que crece muy por encima de nuestro potencial productivo, incidiendo en el nivel de precios.

No basta con equilibrar el Presupuesto en los momentos de fuerte crecimiento de la demanda interna, tanto pública como privada, sino estabilizar la demanda para que no incida en la inflación.

Por último, el Gobierno debería hacer factible para incrementar nuestras exportaciones que el gasto público en investigación, desarrollo e innovación se transformara en crecimiento sin incidir en el nivel de precios, asignatura que tenemos pendiente. Incrementar sin más el gasto público de tal rúbrica, sin efectuar reformas, aumentaría la ineficiencia.

El modelo de desarrollo económico que España inició hace seis años, de incentivar el consumo privado reduciendo el IRPF y fomentar la adquisición de vivienda, dado los bajos tipos de interés que disfrutamos desde la entrada en la Unión Monetaria, tuvo su razón de ser en aquellos momentos para iniciar la senda de crecimiento de la economía española, pero no es sostenible en el tiempo, como el Partido Socialista puso de manifiesto desde la oposición.

Los riesgos que estamos corriendo de una deuda tan elevada de las familias, concertada en su mayor parte a tipos de interés variable, en el caso de que el interés aumente, pueden producir una fuerte contracción del consumo de las familias y efectos no deseados sobre la solvencia bancaria.

Se trata de un tema preocupante, si bien debe tenerse presente que las decisiones sobre el cambio de modelo deben tomarse paulatinamente, ya que hay que tener asegurado el aumento de nuestra productividad. Y para ello la reforma del mercado de trabajo es fundamental, pero parece que los sindicatos en la mesa de negociación del diálogo social no están muy conformes con ello.

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