Las derrotas del capital riesgo
Llevo 10 días sin ver a mi esposa y durmiendo cuatro horas diarias', comentaba la semana pasada un directivo de una de las sociedades de capital riesgo que el 11 de julio presentaron ofertas por el grupo Auna y su filial Amena.
Tanto esfuerzo y tanto dinero gastado en esta operación -KKR, Carlyle y el resto de firmas que han pujado por la compañía española 'han invertido millones de euros en preparar las ofertas' aseguran fuentes del sector- para que al final llegue France Télécom con una propuesta fuera del plazo al que estas sociedades se habían adaptado y compre Amena. 'Han presentado en 10 días una oferta que nosotros hemos tardado meses en construir' se quejan desde una de las sociedades estadounidenses de inversión. 'La aparición de France Télécom es frustrante, no se han seguido las reglas de juego', dicen.
Sin embargo, sería muy inocente por parte de estas sociedades que no se arrugan ante operaciones valoradas en billones de las antiguas pesetas descartar en un proceso de venta la aparición a destiempo de la competencia industrial. Porque en España son varios y sonados los procesos en los que parecía que una sociedad de capital riesgo iba a comprar tal o cual empresa y que al final adquiría una compañía no financiera.
El caso Auna es el más sonado por tratarse de una operación valorada en más de 12.500 millones de euros.
El 11 de julio terminaba el plazo otorgado por Merrill Lynch para presentar ofertas por el grupo de telecomunicaciones. El consorcio liderado por KKR ofrecía entre 12.000 y 12.500 millones; la suma de las ofertas del grupo comandado por Carlyle y el de la española Ono rondaba también los 12.000 millones. A esos precios, ambas se situaban por debajo de las expectativas manifestadas por los vendedores. El lunes 18 de julio estaba previsto que los accionistas de Auna -SCH, Endesa y Unión Fenosa- dieran a conocer las ofertas, pero ese momento se retrasó. Ese mismo día Cinco Días publicaba que los dueños de Auna aguardaban una oferta de France Télécom. Las firmas de inversión no se lo querían creer, pero un día después la operadora gala admitía su interés y el jueves acordaba la compra de Amena por unos 10.600 millones, una operación cuyo cierre y presentación están previstos para hoy.
En los dos últimos años se han dado casos parecidos en el mercado español. Pero hay que dejar antes que nada una cosa clara: las ofertas fuera de plazo existen y no son ilegales a no ser que así se detalle en un contrato; el viernes pasado este diario demostró (al acceder a las cláusulas del contrato de proceso de venta de Auna) que las firmas de inversión sabían que los accionistas de la compañía se habían reservado el derecho a negociar ofertas paralelas al margen del proceso formal.
Las sociedades 3i, MCH y Dinamia se retiraron de la puja por la constructora Corsán Corviam -abierta por sus dueños- por considerar que el proceso que se estaba siguiendo era irregular. En noviembre de 2004 estas firmas enviaron una carta a la entidad que estaba coordinando el proceso emplazando a los vendedores a cerrar definitivamente los términos de su oferta; pero no tuvieron respuesta y dejaron la operación. Las tres firmas habían presentado sus ofertas en julio; meses después irrumpieron constructoras con otras ofertas. Las sospechas del capital riesgo fueron que los vendedores les utilizaron para fijar un precio que empresas del sector tendrían obligatoriamente que superar. Finalmente Isolux compró Corsán Corviam por cerca de 325 millones.
La compra de Soluziona Calidad por Aguas de Barcelona, la toma de Seur por La Poste o la venta de Logic Control al grupo británico Sage -operaciones en las que participaba el capital riesgo- son todos procesos en los que los grupos industriales han aparecido en la recta final y han resultado vencedores.
En estos casos el capital riesgo pierde esfuerzos, tiempo que podían haber dedicado a otras operaciones y mucho dinero (el que supone contratar despachos de abogados, asesores, expertos fiscales, medioambientales, auditores...).
Pero también estas derrotas del capital riesgo tienen su punto de vista positivo: demuestran que el sector ha madurado tanto en España que compite de tú a tú con los grupos industriales, algo impensable hace menos de 10 años.
Esta competencia 'muestra el potencial del capital riesgo en España; si se hubieran materializado esas operaciones estaríamos hablando de cifras de inversión mucho mayores a las actuales', opina Sébastien Chartier, fundador de la publicación especializada Capital & Corporate.
A pesar de que el capital riesgo no haya logrado hacerse con Auna o con su división de telefonía móvil, Amena, el sector invertirá este año más que nunca en España. El Gobierno ha modificado la ley para impulsar el negocio de estas firmas y desde el Ministerio de Industria se formalizará en el último trimestre del año una sociedad de capital riesgo con un fondo cercano a los 200 millones.
Acusaciones de intromisiones políticas
En ocasiones el capital riesgo apunta a la intromisión del Gobierno en las operaciones en las que participa y que finalmente no consigue. Nunca lo dirán abiertamente, pero la queja existe. En el caso de Auna, la entrevista del presidente de France Télécom, Didier Lombard, con el ministro de Industria español, José Montilla, la semana anterior a la presentación de una oferta por parte de la compañía gala, levantó salpullidos en algunas de las firmas de inversión. Pero Industria no había ocultado nunca su preferencia por un socio industrial en Auna a una sociedad financiera. También durante el Gobierno del PP hubo situaciones que crisparon el ambiente de algunas sociedades de inversión. En Portugal fue muy comentado el malestar gubernamental a que la petrolera Galp fuera adquirida por CVC o Carlyle, lo que finalmente no ocurrió.