Aprendizaje y telebasura
Juan Carlos Cubeiro analiza los efectos nocivos que tiene, hoy día, el consumo de determinados programas de televisión, sobre todo en el desarrollo de ciertos hábitos educativos
Durante los últimos veinte años hemos aprendido tanto acerca del cerebro humano que bien puede hablarse de un cambio revolucionario en su interpretación. La era del cerebro antiguo ha sido reemplazada por la del cerebro nuevo', explica el neurólogo Richard Restak. Hoy, las técnicas de síntesis de la imagen por ordenador (TAC, PET, MRI y MRA) permiten ir sabiendo qué relación guarda el cerebro con nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos. Algo impensable en un pasado cercano.
La gran revolución del conocimiento del cerebro humano se resume en una palabra: plasticidad (su capacidad para cambiar). La neurociencia ha demostrado que el estado del cerebro no lo determinan unas leyes mecánicas (como se creía antes), sino los pensamientos, las emociones y las acciones. Por tanto, la genialidad no está en los genes, sino en la predisposición voluntaria y en el esfuerzo personal. Anders Ericsson, de la Universidad de Florida, lleva dos décadas estudiando 'genios' de distintas disciplinas y está convencido de que no hay cualidades heredadas para brillar, sino duro trabajo.
Por ejemplo, los 'buenos' estudiantes del Conservatorio de música de Berlín ensayan unas nueve horas semanales. Los 'superiores', futuros concertistas, ensayan unas 24 horas semanales. A los 20 años, unos llevarán 4.000 horas de ensayo y otros 10.000 horas. Nos cuenta Ericsson: 'El que desea alcanzar un rendimiento superior no se limita a repetir un ejercicio una y otra vez, sino que se plantea un dominio cada vez más completo en todos los aspectos de la actuación. Por eso no les aburren los ensayos. En cada sesión de prácticas se dedican a perfeccionar, a hacerlo mejor que la vez anterior'. ¿Desea destacar en algo? Pues no automatice demasiado pronto su experiencia. Trabájela intensamente durante al menos diez años... y está hecho. Sin atajos, pero sin impedimentos genéticos.
Richard Boyatzis, uno de los padres de la gestión por competencias, ha demostrado que el aprendizaje autodirigido ha de superar cuatro grandes obstáculos. En primer lugar, decidir quién soy (el yo real) y quién quiero ser (el yo ideal). Después, equilibrar los instintos de conservación y cambio. En tercer lugar, la decisión de cambiar (pasar de la contemplación a la acción). Y por último, experimentar y practicar con los cambios deseados. Un proceso extremadamente dificultoso si uno lo encara solo. La mayor parte de los individuos prefiere pasar horas y horas frente al televisor. Al sociólogo Lorenzo Díaz le sorprende que un país con una radio excelente y una prensa muy aceptable sea el paraíso de la telebasura.
¿Es cierto que la sociedad española tiene la televisión que se merece? En su último libro, La caja sucia, cita a José Antonio Marina: 'Nos estamos muriendo de aburrimiento y de desánimo, gordos y tranquilos como animales domésticos. Se lee muy poco, nuestros jóvenes tienen dificultades para comprender un texto, el interés popular por la cultura es más turístico que real y la programación de las televisiones se desliza hacia un encanallamiento light.' La razón es puramente empresarial: una buena película cuesta medio millón de dólares y por menos de la mitad puede contratarse a unos cuantos indocumentados, con mayor audiencia. ¿Quién sale ganando? Las cadenas privadas: una de ellas (con casi un 30% de emisión de crónica rosa) es la más rentable de Europa; la otra ha registrado el mejor resultado de su historia.
Algunas productoras se han hecho de oro. El famoseo, cuyo único mérito es salir en la tele cobrando lo que nunca imaginó. Los 'periodistas del corazón' y tertulianos. E incluso la propia sociedad (la más cotilla de Europa, según Valerio Lazarov), con más dinero que cultura (somos una de las diez mayores economías del mundo y la número 25 en nivel de educación), que prefiere esos programas a la ficción nacional, que paradójicamente es muy buena. La televisión basura ni forma, ni informa, ni siquiera entretiene adecuadamente, sólo prima el morbo, el escándalo y el sensacionalismo. O lo que es lo mismo, sirve para no pensar.
Los niños pasan más tiempo al año viendo televisión (990 horas) que en clase (960 horas). Los valores no son la iniciativa, ni el esfuerzo, ni la paciencia, ni la colaboración. Entre el 43% y el 50% de alumnos de ESO tienen televisión en su habitación. Los niños procedentes de familias con menor nivel económico son los que pasan más horas frente al televisor. Está comprobado que los adolescentes que ven más horas de televisión presentan comportamientos más agresivos (el número de muertes violentas que los niños ven al año supera los 50.000). Los niños llegan a ver hasta 91 anuncios de comida rápida en una mañana de sábado y en una sola cadena. Más de la mitad de los niños prefieren ver la tele que estar con sus padres, que dedican unos 38,5 minutos a la semana a conversar con sus hijos.
Cada español pasa una media diaria de 219 minutos (más de tres horas y media) frente al televisor. El 44% de ese tiempo, solo. Lorenzo Díaz dice que en esto de la telebasura no hemos hecho más que empezar. En México, con un 60% de pobres, se ven siete horas de televisión diarias.
Muchos absorben telebasura, se alimentan de comida basura y probablemente sufren un trabajo basura. Una minoría decide sobre su propio destino y sigue aprendiendo. Groucho consideraba la televisión muy instructiva: cuando alguien la encendía, cogía un libro y se iba a otro sitio.