Los productores de sal reivindican su consumo
Si le hierve la sangre, no culpe a la sal. Quizá sea el estrés. O la pérdida de peso. O el consumo de alcohol. Pero difícilmente puede achacarlo a ese mineral imprescindible para la vida. æpermil;sa es la opinión, al menos, de un creciente número de científicos, que ponen en duda la supuesta correlación entre la ingesta del omnipresente condimento y la elevada presión arterial.
'Las directrices europeas y estadounidenses sobre el vínculo de la sal con la hipertensión están obsoletas, pues se basan en estudios de los años ochenta que inducían a confusión', afirmó ayer en Bruselas el doctor Karl-Ludwig Resch, director del Instituto de Balneología y Ciencias de la Rehabilitación del Estado alemán de Sajonia, durante la primera conferencia internacional sobre dietética organizada por la Asociación Europea de Productores de Sal (EUSalt). Las empresas españolas Proasal Salinera de Andalucía, Saldosa y Salinera Española forman parte de EUSalt.
Los 21 miembros de la asociación, cuya producción alcanza los 45 millones de toneladas anuales (tres millones en España), intentan con este evento contrarrestar la imagen un tanto deteriorada del cloruro de sodio. 'Reino Unido, por ejemplo, gasta más de seis millones de euros en campañas para reducir el consumo de sal sin disponer de pruebas fehacientes sobre su presunto peligro', se desespera Rober Speiser, director ejecutivo de EUSalt.
Los científicos presentes ayer en el suntuoso hotel Metropole de Bruselas advirtieron, en cambio, que el verdadero riesgo puede proceder de una ingesta insuficiente de ese producto. 'Puede ser especialmente peligroso para algunos grupos de población, como deportistas, mujeres embarazadas o ancianos', resumió Resch las ponencias presentadas.
Este doctor alemán asegura que el interés de sus estudios por las propiedades dietéticas de la sal no responde a ningún patrocinio de EUSalt, organización que contactó con él tras haber conocido sus conclusiones. Resch añade: 'Personalmente, yo no presto mucha atención a la cantidad de sal que consumo y doy más importancia al ejercicio físico, por ejemplo, para mantenerme en forma'.
El profesor de Epidemiología Diederick Grobbee, de la clínica universitaria de Utrecht, tampoco aprecia ninguna relación entre el consumo de sal y el riesgo de infarto de miocardio o de padecer enfermedades cardiovasculares. 'En las sociedades occidentales puede influir mucho más en ese tipo de riesgos una variación en el peso de una persona', concluye Grobbee tras un estudio con 7.983 personas.
Los científicos presentes en la conferencia descartan, como planteó la intervención de una especialista en dietética, que sus conclusiones puedan disparar el consumo de sal. 'Nadie se va a poner a tomar cucharadas de sal porque digamos que no es mala', cree Resch. Y añade que su defensa de la especia atañe sólo a las personas sanas, mientras que los pacientes de ciertas enfermedades deberán seguir restringiendo su consumo.
Grobbee piensa que es un error seguir alertando sobre los riesgos de un producto aparentemente tan inocuo porque 'la sociedad puede acabar desconfiando de las advertencias sanitarias si comienzan a comprobar que son infundadas'. Los científicos y la patronal del sector terminaron la jornada con un menú 'bien condimentado', según una de las comensales, en el último grito gastronómico de Bruselas, el restaurante Belga Queen.