Francia y la Constitución para Europa
El temor al rechazo francés a la Constitución europea en el referéndum del próximo 29 de mayo tiene virtualmente paralizada a la Unión, y esta generando inquietudes en los mercados financieros que esperan ansiosamente el resultado. La victoria del no desencadenaría una crisis sin precedentes en la UE que resultaría en una mayor volatilidad en los mercados monetarios y de bonos, y pondría presión a la baja en el euro, que se vería afectado por la falta de políticas claras y por la incertidumbre sobre el futuro de la UE.
Los observadores hablan de una crisis de confianza casi sin precedentes entre los franceses marcada por altos niveles de desempleo, el déficit fiscal, la deuda pública, la fragmentación social, el aumento de la violencia, y la pérdida de identidad cultural. En este contexto, las razones del creciente rechazo en Francia a la Constitución europea son múltiples. Desde la oposición al supuesto giro liberal de la UE (ejemplarizado en la Directiva Bolkestein para liberalizar la prestación de servicios) y a la posible aplicación del Pacto de Estabilidad y Crecimiento a Francia, al rechazo a la prevista incorporación de Turquía a la UE, y la preocupación por los efectos de la ampliación de la UE al Este reflejada en el miedo a las deslocalizaciones o a la llegada de inmigrantes.
Estos temores se sienten como una amenaza a los servicios públicos franceses y a las políticas sociales. La baja popularidad del Gobierno y del presidente Jacques Chirac, y su falta de credibilidad como baluarte del proceso de construcción europeo, han dado también argumentos a los opositores, que con sus votos quieren castigar al Ejecutivo y reflejar su descontento por el fracaso de sus líderes, que han acusado en ocasiones a la globalización y a Bruselas de los males del país. Por último, los líderes franceses, y europeos, están teniendo dificultades para explicar cómo ayuda la Constitución a responder a los retos del nuevos siglo.
Los líderes franceses, y europeos, tienen dificultades para explicar cómo ayuda la Carta Magna a responder a los retos del nuevo siglo
Las inquietudes entre los inversores sobre el referéndum francés se han visto magnificadas por la confluencia de otros factores como los cambios en el Pacto de Estabilidad y las reglas fiscales de la UE; las elecciones regionales en Alemania, que pueden dar mayoría a la oposición en la Cámara Alta, y en el Reino Unido, donde Blair puede ver reducida su mayoría en el Parlamento. Así como la crisis política en Italia (resuelta de momento), que podría desencadenar en elecciones anticipadas.
Todos estos eventos están generando incertidumbres en los inversores e intensificando la percepción de un aumento del riesgo político en la zona euro, incluso de que Europa esta perdiendo su brújula económica y política. Esto esta teniendo un efecto acumulativo en los mercados y esta incrementando la sensación de estancamiento en Europa, en un momento en que el crecimiento económico se esta ralentizando. Estos temores pueden estar exagerados. Europa ha pasado ya por situaciones similares (en 1992, cuando los daneses rechazaron el Tratado de Maastricht, o en 2001 cuando los Irlandeses rechazaron el de Niza) y los líderes europeos han sido capaces de reconducir la situación.
En un momento en que los ojos del mundo se centran en la Unión Europea y que el modelo de integración europeo se ha convertido en un referente global, Europa se encuentra en un cruce de caminos. Por un lado esta el optimismo reflejado en la historia reciente de Europa marcada por la prosperidad, la esperanza, la libertad y las mejoras en la calidad de vida. Por el otro esta el pesimismo, el temor al futuro, las dificultades del modelo social europeo de adecuarse a los retos del nuevo milenio, el miedo a la inmigración, y la duda de si los mejores tiempos ya han pasado.
No hay necesidad de ser catastrofistas. Un no francés no va a suponer el final de la UE ni del proceso de integración europeo. La presidencia luxemburguesa ya está proponiendo que el proceso de ratificación de la Constitución continúe en cualquier caso.
Paradójicamente la victoria del no puede llevar al fortalecimiento de Europa ya que, aún siendo indeseada, puede servir de catalizador que abra nuevas oportunidades al generar una crisis que ayude a dinamizar el proceso de integración europeo. Después de todo son las crisis las que generan las urgencias que llevan a la transformación de las instituciones, que sólo suelen responder cuando sienten amenazada su existencia. Algo que las lleva a procesos de cambio que garantizan su supervivencia.
Si el principal objetivo hasta hace poco era construir unos Estados fuertes, el principal reto de hoy es crear individuos fuertes y capacitados para hacer frente a los retos del nuevo milenio. Con independencia de la Constitución europea, Francia tiene que afrontar sus retos sociales, económicos y culturales. En todo caso es mejor una Francia fuerte que sirva como motor del proceso de integración Europeo que una Francia débil que actúa de rémora y culpa a la UE de sus problemas.