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Tribuna
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China y el nuevo orden comercial

La tensión diplomática chino-japonesa ha coincidido estos días con la publicación de las estadísticas de comercio internacional de 2004. Como una señal más del relevo en el liderazgo asiático, las cifras han mostrado cómo China ha aventajado a Japón en el ranking exportador. Todo ello ha venido precedido por el anuncio de un superávit comercial histórico en China de 32.000 millones de dólares, el mayor desde 1998, así como con la tan temida liberalización del comercio textil y de confección.

Tanto la Comisión Europea como el Departamento de Comercio de EE UU coincidían recientemente en señalar el espectacular aumento en las importaciones de textiles chinos desde la abolición de los contingentes, lo cual ha levantado una lógica preocupación entre los empresarios.

Con un crecimiento de dos dígitos en 2004, China se ha convertido ya en la tercera potencia comercial, sólo por detrás de EE UU y Alemania. Contra la creencia popular, el papel de China como destino de los flujos comerciales también es muy destacado.

Si su peso en las exportaciones mundiales ha pasado del 2,42% en 1993 al 6,5% en 2004, siendo el tercer exportador mundial -ligeramente por delante de Japón y a mayor distancia de EE UU y Alemania-, en las importaciones su porcentaje también se ha triplicado, habiendo superado ya en 2003 a Japón como tercer comprador mundial.

Sin embargo, el potencial importador chino apenas se aprecia en mercados como el español, puesto que beneficia principalmente a los países de su entorno y a los exportadores de materias primas.

El proceso de integración económica en la zona de Asia-Pacífico desde los noventa, en parte impulsado por APEC, ha generado un volumen de comercio intrarregional comparable al del seno de la UE o del Nafta. China adquiere numerosos componentes y productos a los países de su entorno, como es el caso de Japón, Corea del Sur y los miembros de Asean.

Con estos últimos China ha registrado un déficit comercial creciente desde su ingreso en la Organización Mundial de Comercio (OMC), lo cual da fe de la intensa relación. De hecho, el pasado noviembre se dieron los primeros pasos para avanzar hacia una zona de libre cambio entre China y sus vecinos del Sur, con la firma de tratados comerciales y la constitución de varios grupos de trabajo. Uno de los ámbitos de colaboración será por ejemplo el de los productos agrícolas, en el que países como Vietnam o Tailandia son ya importantes proveedores de China.

América Latina ha sido otro de los grandes beneficiados de la pujanza comercial china. Su voraz apetito de materias primas y productos agrícolas ha permitido que los países iberoamericanos gocen de un modesto pero envidiable superávit bilateral de 3.000 millones de dólares en 2004.

El volumen de comercio entre ambos mercados se ha duplicado los últimos cuatro años, a la vez que las empresas chinas planifican inversiones en la zona para asegurarse el control de los recursos naturales, lo cual despierta ilusión pero también desconfianza.

El mismo sentimiento se vive en EE UU y algunos países europeos, donde grupos chinos han realizado sonadas adquisiciones. A la operación de Lenovo con IBM se ha sumado la negociación para la compra de Rover y la venta de la francesa Marionnaud a AS Watson. La abundancia de divisas, procedentes precisamente de las boyantes exportaciones y de la imparable entrada de capital extranjero, permiten a los empresarios chinos adquirir marcas renombradas, redes de distribución y tecnología en el exterior. Esta búsqueda de una sólida presencia en el exterior está también íntimamente ligada con las amenazas proteccionistas que pesan sobre el gigante asiático.

Ante el descalabro del textil europeo y de EE UU, no podemos descartar la aplicación de las salvaguardias previstas hasta 2008 en el tratado de adhesión de China a la OMC, aunque es evidente que gran parte del ascenso textil chino es a expensas de otros países en desarrollo. Al tiempo, han proliferado onerosos derechos antidumping contra productos chinos, amparados en el no reconocimiento de China como economía de mercado. Sólo los principales beneficiados por el comercio chino -Asean y América Latina-, han correspondido a su nuevo maná con la concesión unilateral del estatus de economía de mercado.

En medio del debate sobre la reactivación de la fracasada Ronda de Doha y el disputado nombramiento de un nuevo director general para la OMC, China está indudablemente llamada a jugar un papel clave en el nuevo orden comercial mundial.

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