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Tribuna
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¿Qué le pasa al sector exterior?

Las exportaciones españolas de mercancías en términos reales crecen por debajo del comercio mundial, lo que supone perder cuota de mercado. El autor se suma al Debate Abierto en Cinco Días sobre el déficit externo y analiza las causas de la disminución del potencial exportador español

El pasado viernes publicó el Banco de España la balanza de pagos de enero, con el resultado de un déficit por cuenta corriente cinco veces superior al del mismo mes del pasado año. El aumento es más una anécdota que otra cosa, pues obedece a que el déficit de enero de 2004 fue anormalmente bajo (809 millones frente a una media mensual en dicho año de 3.295 millones), debido a diferencias de calendario en los ingresos y pagos de rentas de inversión y transferencias, pero ha constituido una señal de alarma sobre un aspecto de la economía española, el déficit corriente con el exterior, que viene deteriorándose desde 1998, como puede observarse en el gráfico, y que en 2004 ha alcanzado una cifra equivalente al 5% del PIB, todo un récord histórico.

La evolución del saldo por cuenta corriente tiene un componente cíclico acusado, mejorando en los años de recesión o bajo crecimiento de la economía y empeorando en los de expansión. Ello explicaría el deterioro que se observa entre 1997 y 2000. En los dos años siguientes, en los que el PIB se desacelera notablemente, se produce un atisbo de mejora, que se interrumpe en 2003. La novedad es que este profundo deterioro se produce en un contexto en el que el PIB, aunque ha acelerado moderadamente su ritmo, sigue creciendo (2,7% en 2004) por debajo de su tasa tendencial de largo plazo, aunque esto es hoy una incógnita, pues el INE está revisando la contabilidad nacional y en unas semanas nos ofrecerá nuevos datos, que quizás nos obliguen a cambiar los análisis y conclusiones actuales.

Centrando la atención en los dos últimos años, el déficit corriente ha pasado del 2,4% al 5% del PIB, lo que se explica en sus casi dos terceras partes por el mayor déficit comercial. Una pequeña parte del aumento de éste, en torno al 15%, se explica por las subidas de los precios del petróleo y otras materias primas. Pero la mayor parte corresponde a los flujos reales de mercancías, ya que el crecimiento real de las importaciones ha superado ampliamente al de las exportaciones.

Desde el año 2000, con la excepción de 2001, las exportaciones españolas de mercancías en términos reales vienen creciendo por debajo del comercio mundial, lo que supone una pérdida de cuota de mercado. Entre las causas que pueden explicar esta disminución del potencial exportador español, cabe citar, en primer lugar, el hecho de que las mismas van destinadas en un 60% a la zona euro, cuyos mercados han crecido estos últimos años notablemente por debajo de la economía y el comercio mundiales. En segundo lugar, las exportaciones españolas se concentran en productos y mercados maduros, de tecnología media y media-baja (automóviles, textil, calzado, productos agrícolas), que registran las menores tasas de crecimiento en el comercio mundial y que sufren una fuerte competencia de los países emergentes. Un tercer factor es la pérdida de competitividad por la apreciación del euro, que puede considerarse coyuntural. Por último, la competitividad también se ha visto deteriorada, en este caso de forma estructural, por el persistente diferencial de inflación entre España y la zona del euro. De todos estos factores, la mayoría son de naturaleza estructural, por lo que no es posible que, sin cambios que afecten a las estructuras (entre ellas, mayor atención a la innovación, calidad de los productos, políticas comerciales y aumentos de la productividad que contengan los costes laborales unitarios), las exportaciones alcancen el dinamismo de épocas pasadas.

El fuerte aumento de las importaciones se debe fundamentalmente al dinamismo de la demanda interna española, que en 2004 creció un 4,2% (probablemente más cuando se revise la contabilidad nacional) frente a un 1,8% en la zona del euro. Pero también, al igual que en el caso de las exportaciones, confluyen elementos estructurales, entre ellos, el ya mencionado diferencial de inflación entre España y la zona euro, el escaso desarrollo productivo de sectores de nuevas tecnologías y la competencia de los países emergentes, que provoca la pérdida de producción nacional o su deslocalización.

En definitiva, es cierto que la mayor parte del deterioro del déficit externo se explica por el diferencial de crecimiento de la demanda final española en relación a la de sus principales socios comerciales, y que otra buena parte obedece a la apreciación del euro. Pero no es despreciable la parte atribuible a factores estructurales, lo que es tanto como decir que ha disminuido el potencial de crecimiento equilibrado de la economía española.

La gran pregunta que cabe hacerse a partir de las tendencias y fenómenos comentados es si un déficit de tal magnitud, y creciente, cuya financiación conlleva un fuerte aumento del endeudamiento, es sostenible a medio y largo plazo. La respuesta es diferente ahora que antes de 1999, dado que la integración de España en la UEM ha eliminado o cambiado las restricciones que anteriormente imponían los déficit exteriores. æpermil;stos generaban desconfianza en los inversores internacionales y acababan en subidas cuantiosas de los tipos de interés y en depreciaciones o devaluaciones de la peseta, que inducían ajustes duros de la demanda doméstica, del nivel de producción y del empleo, lo cual volvía a restablecer los equilibrios. Bajo el paraguas del euro, estas restricciones y mecanismos de ajuste macroeconómicos han desaparecido, lo que significa que los límites al endeudamiento se han desplazado hasta los que impongan la demanda de crédito y la solvencia de los prestatarios a nivel microeconómico.

La reducción de los tipos de interés reales, que, puede decirse que con carácter permanente, se ha producido tras la integración en el euro, y el aumento de la riqueza de los hogares y de las empresas han elevado notablemente dichos límites, lo que es tanto como decir que la economía española puede seguir generando necesidades abultadas de financiación y que la sostenibilidad de esta situación se ha desplazado en el tiempo, lo que no quiere decir que la situación sea sostenible indefinidamente. En algún momento se producirá el ajuste, lo difícil es saber cuándo.

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