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Tribuna
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La trampa del Ebitda

El Ebitda se puso de moda al inicio de la época de la burbuja tecnológica, cuando las empresas se lanzaron a compras desenfrenadas, mediante apalancamiento, sin importar mucho el precio, siempre excesivo, que se pagaba. Era una época de búsqueda afanosa del crecimiento, de ganar cuota de mercado, como objetivo prioritario.

En mercados crecientes y en expansión no es una mala estrategia poner el énfasis en lograr crecer más o como mínimo igual que el mercado, a fin de poder tener una situación competitiva y estar entre los líderes del sector. Pero esto lleva, muchas veces, a crecer sin la suficiente rentabilidad y a poner a la empresa en una situación delicada ante cambios bruscos hacia coyunturas desfavorables.

Con el Ebitda (earnings before interests, taxes, depreciation, and amortization), es decir, dando el resultado sin tener en cuenta los intereses, los impuestos, la depreciación y las amortizaciones, se daban unas cifras presentables, sin que en la cuenta de explotación se viera el efecto siempre negativo del exceso de gastos financieros, y del aumento de las amortizaciones que las adquisiciones comportaban. Todo ello, pensaban los partidarios del Ebitda, será de sobra compensado en un futuro cuando el aumento de tamaño, y las economías de escala, mejoren el verdadero resultado.

Pero la burbuja tecnológica estalló y sigue habiendo muchos partidarios del Ebitda. En primer lugar, los que no han podido aún encontrar las sinergias suficientes para rentabilizar adquisiciones realizadas con deuda y a precios excesivos. En segundo lugar, aquellos que quieren disimular el excesivo endeudamiento de sus empresas, y, en definitiva, todos aquellos que no pueden dar un resultado neto positivo.

Pero, ¿qué empresa es la que no tiene gastos financieros, no paga impuestos ni tasas y no tiene depreciación y amortizaciones? Medir el resultado de una empresa mediante el Ebitda es una trampa, porque no refleja la verdadera rentabilidad de la empresa. Sin embargo, proliferan y sigue habiendo muchos partidarios de dar los resultados mediante el Ebitda, que a veces vemos traducido en nuestro idioma como 'resultado bruto de explotación'.

Por esto, a mis alumnos les prevengo, y les advierto que desconfíen cuando vean o lean que una compañía da sus resultados con estos parámetros, porque generalmente son compañías que pierden dinero.

El único verdadero resultado de una empresa es el beneficio neto después de impuestos, el puro y duro bottom line y, si me apuran, acepto el cash flow, ya que en realidad refleja los recursos que genera la empresa. Todo lo demás son trampas y artificios para confundir.

Y de ahí, que sea un firme defensor y practicante de lo que me enseñó hace años un antiguo jefe mío, cuya oficina central estaba en Los Ángeles. Me decía: 'Puesto que cuando yo trabajo tú duermes (por la diferencia horaria) y viceversa, tu objetivo es lograr un equilibrio entre el bottom line y el market share'. Es decir, el objetivo era lograr un bottom line (beneficio neto después de impuestos) razonable, junto con un crecimiento sostenido del market share (cuota de mercado).

Estoy firmemente convencido de que esta es la fórmula perfecta del equilibrio de una empresa, que asegura la rentabilidad y la supervivencia a largo plazo. Tan malo es ganar mucha cuota de mercado y tener pérdidas, ya que no es sostenible mucho tiempo, como malo es tener mucho beneficio neto e ir perdiendo cuota de mercado, porque, de seguir así, cada vez tendrás menos parte del pastel y al final sólo te quedará las migajas y con ellas sólo podrás generar pérdidas.

A veces, me encuentro con empresarios que me dicen: 'Estoy muy contento porque este año he aumentado mis ventas un 10%'. Y yo les pregunto: '¿Cuánto ha aumentado tu mercado?, porque si ha crecido un 15% no vas bien, ya que pierdes participación'.

En definitiva, considero que el Ebitda es una trampa, excusa, mayoritariamente, de las empresas que no tienen buenos resultados y que debemos asegurar el futuro de la empresa con resultados reales satisfactorios (beneficio neto después de impuestos o cash flow) al mismo tiempo que ganamos participación en nuestro mercado.

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