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Columna
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La abstención, un riesgo para todos

La baja participación que se ha registrado en el referéndum de la Constitución europea, el 42,3% del electorado, debe ser analizada en profundidad. Y no sólo para que los partidos políticos puedan extraer sus conclusiones y fijar sus estrategias, sino, lo que es mucho más importante, para que los ciudadanos tomen conciencia del alcance que pueden llegar a tener las posiciones pasivas y las actitudes desencantadas.

El análisis sobre la participación electoral en función de determinadas características personales no se suele hacer en España, cuando, por ejemplo, a partir de las listas electorales donde se va señalando a cada persona que ha votado, se podría saber, con la certeza de una operación de tipo censal, en qué medida han participado las personas en función de su edad, sexo, lugar de nacimiento, nacionalidad y nivel de estudios (datos que contiene el Censo Electoral). Pero, además de conocer el ejercicio del derecho al voto según estas importantes características personales, basándose en informaciones de otras fuentes, se podría analizar la participación electoral en función de las peculiaridades de las secciones censales en las que se reside, como por ejemplo predominio socioeconómico, nivel de paro, grado de equipamiento colectivo, existencia de problemas en la zona, etcétera.

Este vacío informativo, que impide hacer análisis como los que se efectúan sistemáticamente por el Bureau de Census norteamericano a partir de datos censales, tampoco se ve cubierto por encuestas que, al tener un tamaño reducido, no permiten desglosar los resultados por características personales sin incurrir en graves errores de muestreo. De este modo, los analistas españoles se ven limitados a centrar sus estudios en las características de los espacios territoriales sobre los que se ofrece información, generalmente comunidades autónomas, municipios y distritos que, salvo casos aislados, agrupan residentes muy heterogéneos y, por tanto, no resultan muy descriptivas como unidades de análisis.

A pesar de este grave inconveniente, los resultados permiten alguna primera conclusión. En el conjunto nacional, la participación del 42,3% citado ha seguido la tendencia decreciente de los referendos, que fue del 77,7% en el de la Reforma Política de 1976; del 67,1% en el de la Constitución de 1978 y del 59,4 en el de la OTAN de 1986. La registrada en las elecciones al Parlamento Europeo del pasado año, un 45,1%, aunque sigue la tendencia decreciente en la participación, no es comparable al existir, respecto a los referendos, la opción de voto por diferentes alternativas políticas.

En relación con el sentido del voto, y siempre dentro del análisis global al que es preciso ceñirse, cabe señalar que los votantes de los diferentes partidos no han participado en la misma proporción, dado que el porcentaje de noes, el 17,2%, excede con mucho al 7,5% que obtuvieron IU, ERC y el BNG en las últimas elecciones generales, donde PSOE, PP, CiU, PNV y CC -partidarios del sí- juntaron el 86% de los votos, cifra alejada del 76,7% de síes que ha arrojado este referéndum en los mismos 10 puntos de porcentaje que los noes por el carácter complementario de ambas opciones de voto.

Las primeras interpretaciones que se han hecho de los resultados, impúdicas por su falta de objetividad, no pueden disimular que se aprecie que ha primado el voto de castigo al Gobierno por parte de votantes habituales del PP. Y cómo, ante esta división de quienes en teoría están de acuerdo con el objetivo europeo, el voto nacionalista radical ha llevado los porcentajes de rechazo a la Constitución Europea al 33,7% en el País Vasco y al 28,1% en Cataluña, muy por encima de los votos que habitualmente recibían tanto el nacionalismo abertzale como la izquierda republicana de Cataluña, respectivamente.

Esta tendencia a la abstención por parte de determinados grupos sociales deja el campo libre a otros grupos más activos y radicales que pueden dejar sentir más peso del que efectivamente tienen cuando se celebran consultas electorales. En EE UU se sabe cómo la abstención de jóvenes, hispanos, pobres y otros colectivos ha permitido renovar su mandato a Bush.

También en España, aunque sin rigor estadístico, se intuye cómo el aumento de participación dio la victoria al PSOE. Hay que transmitir a los ciudadanos la importancia de su participación y su grado de responsabilidad en el futuro de todos y, en este sentido, lo ocurrido puede ser una buena lección para el futuro, sin ir más lejos para las próximas Elecciones al Parlamento Vasco, donde se sabe quiénes no dejarán de acudir a las urnas.

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