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Tribuna
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Presidentes ante un pacto desacreditado

Lo peor que les podría pasar a los ministros de Economía y Finanzas europeos es que los presidentes y jefes de Gobierno de los países más grandes les tomen la delantera en la flexibilización del Pacto de Estabilidad. Es lo que subraya el autor, quien advierte contra ese peligro

La Comisión Europea concedió el pasado 28 de enero un nuevo respiro a Francia y a Alemania en el procedimiento seguido contra ellos por haber incurrido de nuevo en un excesivo déficit. Ambos países han tomado ya medidas y se aceptan por ello, se dice, ciertos ajustes oficiales en el Presupuesto de 2005, si bien se les advierte que en el de 2006 podrían tener que realizar nuevos esfuerzos.

Buena parte de los jefes de Gobierno de la UE parecen compartir ya la tesis, junto con la Comisión, de que hay que flexibilizar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC). El canciller alemán parece situarse, no obstante, en un tipo de planteamientos particularmente radicales, obviamente en defensa de los intereses de su país. Frente a él algún otro primer ministro, como el luxemburgués Jean-Claude Juncker, presidente de turno de la Unión Europea, se limita a decir que el nuevo Pacto debería tener más en cuenta los ciclos económicos. El canciller Schröder defiende, en cambio, un extenso catálogo de criterios y de medidas de excepción. Entre los criterios que Alemania quisiera ver incluidos se halla, como era de esperar, el de su elevada contribución al presupuesto comunitario.

Los ministros de Finanzas de la UE estarían seguramente de acuerdo en que lo peor que les podría pasar en momentos difíciles, como los actuales, es que los jefes de Gobierno más importantes intentasen tomarles la delantera y pretendieran pilotar directamente grandes cambios a medida, para ser introducidos en el ya bastante desacreditado PEC. Pues bien, el canciller Schröder, en un artículo publicado hace poco con su firma en Financial Times, propone una drástica reducción de las reglas fiscales establecidas. Con dicha iniciativa, el canciller viene a provocar el problema que muchos temían. Su acción puede acabar creando condiciones que complicarían, y mucho, el futuro económico y político de las negociaciones, y sobre todo, el de la propia la UE.

Schröder plantea que se debería permitir a los gobiernos recuperar autonomía de decisión sobre sus propios Presupuestos, y restringir en cambio el ámbito de intervención de la Comisión Europea en los asuntos presupuestarios internos.

Las propuestas que avanza, previsiblemente en connivencia con otros de los presidentes de mayor peso de la Unión, son entre otras las siguientes. Que los Gobiernos que adopten reformas estructurales, particularmente en las áreas de política impositiva y de reforma de mercados de trabajo, no deberían de ser castigados por la superación de los límites establecidos al déficit fiscal. Que a los países que experimenten un estancamiento significativo de sus economías y unas bajas tasas de inflación, se les debería de otorgar también un trato indulgente en la aplicación de dichas reglas. Y que las transferencias financieras importantes hacia áreas afectadas por problemas de devastación económica, así como las elevadas contribuciones fiscales al presupuesto de la UE, también deben ser tenidas en cuenta.

No es hoy Schröder el único líder de la UE que siente y expresa un vehemente deseo de romper con los límites impuestos por el PEC. Jacques Chirac y Silvio Berlusconi se enfrentan, en Francia y en Italia, con que el Pacto obstaculiza la aplicación de sus respectivas promesas electorales en materia de recortes impositivos. Los grandes líderes políticos estarían participando, al parecer, en una carrera que les lleva a impulsar cambios importantes más allá de las propuestas de sus propios ministros de finanzas.

Hoy por hoy los mercados, según parece, no están percibiendo con inquietud estos hechos. Pero es evidente que un deterioro de la credibilidad en las finanzas públicas de los Estados europeos se puede acabar manifestando a medio y largo plazo

Los resultados finales que por ahora cabe esperar, tal como andan las cosas, no invitan a un excesivo optimismo. En una UE centrada en el euro y con una única autoridad monetaria, se nos exige, como sabemos, un alto grado de rigor presupuestario. Si se asegura la participación directa, como se ha dicho desde la presidencia de la UE, en un mínimo del 95% de los ministros de Finanzas, puede que el proceso de reforma recupere cierta credibilidad, a última hora. De no ser así, preparémonos para presenciar una debilitación creciente del tan anunciado rigor presupuestario en el seno de la Unión.

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