¿Adónde dirigir las inversiones?
La combinación de un elevado precio del petróleo y la continua depreciación del dólar son factores que no ayudarán en este año al mercado de valores, según el autor, quien sostiene, sin embargo, que la Bolsa subirá significativamente por razones distintas a las puramente macroeconómicas
En términos macroeconómicos, el ejercicio 2005 será previsiblemente algo peor que 2004. La combinación de un elevado precio del petróleo (alrededor de los 40 dólares), una insuficiente creación de empleo en Estados Unidos y la continuación de la depreciación del dólar provocarán que, en la mayoría de los países desarrollados, el crecimiento económico en el actual ejercicio sea inferior al observado en el pasado. Esta coyuntura macroeconómica muy probablemente generará un crecimiento de las ventas y de los beneficios empresariales relativamente modesto. Por tanto, si estas previsiones se cumplen, la macroeconomía no ayudará a la Bolsa.
Sin embargo, ésta puede subir significativamente por razones distintas de las puramente macroeconómicas. Así, la combinación de una menor percepción del riesgo de la inversión en renta variable, los elevados precios de los bonos y de las viviendas, la elevada liquidez existente en la economía y el incremento de las operaciones corporativas (fusiones y adquisiciones), pueden hacer que el 2005 sea un buen ejercicio bursátil y las revalorizaciones de los principales índices superen el 10%. En el caso de la Bolsa española, una de las estrategias de inversión más conveniente es posible que sea la constitución de una cartera compuesta por acciones de dos principales tipologías de sociedades: las que ofrecen una elevada rentabilidad vía dividendo (superior o similar a la del bono a 10 años) y las que son susceptibles de ser opadas por otras empresas o adquiridas por el capital riesgo. En esta segunda tipología, entrarían algunas firmas del sector energético, algún banco de segundo nivel y empresas pequeñas y medianas, en las que no existe un importante núcleo estable de accionistas, o donde la familia propietaria de la mayoría del capital quiere transformar en metálico el valor bursátil de la inversión realizada.
En la renta fija a largo plazo, considero que prácticamente no existen buenas oportunidades de inversión. En términos generales, los bonos están sobrevalorados. Así, históricamente, es difícil encontrar una etapa inicial de un nuevo ciclo expansivo con unas rentabilidades en términos reales tan reducidas (en el caso de España inferiores al 0,5% en 2004).
Los mejores tiempos en el mercado de la vivienda ya han pasado y las rentabilidades vía alquiler son exiguas
En el 2005, la mayor propensión al riesgo de los inversores hará que se produzca un desplazamiento de capitales hacia la renta variable. Además, las subidas de tipos de interés de la Reserva Federal -como la aprobada anteayer de 25 puntos básicos, hasta el 2,5%-, provocarán un estrechamiento del diferencial entre los plazos corto y largo y generarán ventas en los bonos a largo plazo. Esta corriente de ventas se trasladará a Europa y hará que aumenten los tipos de interés a largo plazo y se reduzcan los precios de los bonos.
Los cambios observados en el marco económico y geopolítico afectaran negativamente al mercado de renta fija y harán que los bonos pierdan en una elevada medida la condición de activo refugio de la que han disfrutado en los últimos años. La desaparición de la expectativa de deflación, la reducción de la incertidumbre generada por Irak y las escasas perspectivas de nuevos escándalos empresariales provocarán que en 2005 no tenga sentido económico que los bonos coticen con una prima tan elevada como en los tres ejercicios anteriores. Por tanto, es previsible que este año el mercado de bonos empiece a volver a la normalidad.
En el mercado de la vivienda, los mejores tiempos ya han pasado, las expectativas de subidas de precios son limitadas y las rentabilidades, que el activo puede proporcionar vía alquiler, exiguas (inferiores en la mayoría de los casos al 3,5%).
En los años anteriores, una considerable parte de las compras de vivienda fue realizada por inversores que huían de la renta variable, aprovechando las magníficas condiciones de financiación que otorgaban las entidades financieras. Dichos inversores valoraban principalmente la seguridad del activo, sus expectativas de revalorización a medio y largo plazo y su doble utilidad (uso o inversión).
Sin embargo, hoy, la desaparición de gran parte de la penalización de la renta variable, el crecimiento de los stocks de viviendas sin vender y el alto precio al que han llegado las mismas está haciendo que muchos inversores reduzcan posiciones en el mercado residencial y se desplacen progresivamente a la Bolsa. A pesar de ello, la vivienda puede continuar proporcionando alegrías a los inversores. No obstante, éstos deben ser selectivos y apostar por viviendas pequeñas en las grandes ciudades (menos de 60 metros cuadrados), casas que pueden ser utilizadas a la vez como primera y segunda residencia en localidades con magníficas comunicaciones, pisos en el centro histórico de determinadas ciudades de provincias y viviendas en localidades cercanas a la costa poco explotadas turísticamente.