El marco de España con Brasil y Argentina
La actualidad de la política económica ha estado marcada por la visita que el presidente Zapatero ha hecho a los principales países del Cono Sur, Brasil, Argentina y Chile. La gira, de carácter político-económica, parece oportuna, puesto que las grandes empresas españolas, aquellas con suficiente presencia para ser conocidas en los mercados financieros internacionales, tienen importantes inversiones en dichos países, y porque se trata de sectores como la telefonía, la energía o la construcción de infraestructuras dónde los mercados se encuentran todavía fuertemente regulados y donde la intervención estatal sigue siendo fundamental a la hora de decidir el reparto del mercado. En este contexto unas buenas relaciones entre los dirigentes políticos de América del Sur y de España pueden favorecer la estrategia de internacionalización de nuestras empresas en Latinoamérica.
De todas formas sería importante diferenciar la situación en Brasil y Argentina, porque la acción del Gobierno debería ir encaminada a objetivos diferentes.
La economía brasileña ha crecido este año un 5%, el Gobierno de Lula ha demostrado que compatibiliza sus objetivos de tipo social, como el ambicioso programa para erradicar el problema del hambre en Brasil, con una política económica coherente en términos de equilibrios macroeconómicos. El crecimiento se ha sustentado en el aumento de la inversión y el comportamiento del sector exterior. Así por ejemplo la producción de bienes de capital (es decir los bienes de inversión, como la maquinaria) ha crecido a una tasa anual del 20%. En cuanto al sector exterior, las exportaciones han crecido un 18% anual, de forma que su balanza comercial ha alcanzado 33.693 millones de dólares, lo que supone una mejora con respecto al 2003 del 36%.
Este fuerte crecimiento económico ha sido compatible con la moderación de la inflación que se ha reducido del 9,30% al 7,60%. El déficit del sector público ha mejorado de forma notable (de hecho, si se descuenta la carga financiera que el Gobierno soporta, se obtiene lo que se conoce como saldo primario, que arroja superávit) lo que ha ido acompañado de una reducción del tipo de interés al que ha de hacer frente.
Este espectacular comportamiento es debido en parte a aspectos coyunturales, como la devaluación del dólar, que beneficia las exportaciones brasileñas, el crecimiento del resto de países de la zona o el crecimiento del precio de materias primas de las que el país es exportador, pero refleja también cambios de tipo estructural.
El compromiso con la reducción del déficit, los esfuerzos por mejorar la competitividad de la economía brasileña, hacen presagiar que esta economía continuará con la tendencia expansiva que presenta. En 2003, por ejemplo, el crecimiento más importante en las exportaciones se dio para productos manufacturados y no para materias primas, lo que supone una buena señal.
En un contexto como el descrito el consumo interno crecerá, y las inversiones en infraestructuras también como parte del proceso de modernización del país. Esto supone una importante oportunidad para las empresas españolas, constructoras de grandes infraestructuras como ACS, eléctricas como Endesa, o proveedores de servicios básicos como Telefónica. La visita de Zapatero a Lula, en la que parece que ha existido un feeling muy positivo entre ambos, puede suponer un posicionamiento a favor de las empresas españolas en las oportunidades que seguro aparecerán en el futuro.
En el caso de Argentina la problemática es bien distinta. Algunas empresas españolas, como Telefónica o Repsol centraron su estrategia de internacionalización en las inversiones en Argentina, aprovechando los procesos de privatización.
Cuando debido a la desastrosa política económica llevada a cabo el peso se depreció y la economía entró en una fuerte recesión (en el 2002 su PIB disminuyó un 10,2%), las posibilidades de salir de dicho mercado eran realmente bajas, puesto que se trataba de inversiones a largo plazo.
A esto se añade que la gestión del Gobierno argentino no ha sido la más adecuada para nuestros intereses, ni la más justa. Basten como ejemplos la congelación de las tarifas o la aplicación de mayores impuestos en el caso de Repsol.
La incertidumbre asociada a estos comportamientos pesa sobre la valoración de nuestras empresas en los mercados internacionales y sobre su potencial de crecimiento futuro. En el caso de Argentina, las gestiones del gobierno tienen que ir encaminadas a que en el futuro las relaciones entre el gobierno argentino y las multinacionales españolas se normalicen.