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Columna
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La batalla de los datos del paro

La semana pasada asistimos al curioso espectáculo de la batalla de los datos del paro. Nos enteramos de la evolución del desempleo registrado en toda España gracias a la información proporcionada por la Comunidad de Madrid, que se adelantó al anuncio oficial que el Ministerio de Trabajo hizo público al día siguiente. El Gobierno acusó a la comunidad de deslealtad con los compromisos existentes de no anticipar los datos, mientras que la comunidad alegaba supuestos deseos de ocultamiento en el Gobierno, que habría retrasado en un día su rueda de prensa. Total, un absurdo galimatías. No es que tenga mayor importancia -ya ocurrió otras veces-, pero merece la pena detenernos para saber cómo pueden ocurrir este tipo de cosas, y cómo podrían evitarse.

Hasta hace pocos años, el Inem monopolizaba los registros de paro registrado, así como las políticas activas y pasivas de empleo. Pero según se fueron transfiriendo competencias a las comunidades autónomas, este monopolio se rompió. En síntesis, el Inem transfería todas las políticas de intermediación laboral y políticas activas de empleo, reservándose las políticas pasivas, esto es, el pago del desempleo y los subsidios.

A raíz de esas transferencias surgió la imperiosa necesidad de coordinar tanto los registros de desempleo como la intermediación de ofertas y demandas laborales. Se firmaron varios acuerdos, normalmente vinculados con las transferencias, y la cosa ha funcionado razonablemente hasta la fecha. Normalmente, una comunidad sólo tiene conocimiento de sus propios datos de desempleo, que debe compartir con el Inem. Se le pide que no los adelante, hasta que el ministerio haga público el total de España. Y normalmente cumplen. De vez en cuando alguno mete la pata, sobre todo cuando son datos muy buenos, y suelta los suyos propios, olvidándose de los compromisos adquiridos. Pero en el caso de la semana pasada existió una curiosa salvedad. No fueron los propios los que se adelantaron, fueron los del total español.

¿Cómo pudo ocurrir esto? Pues supongo porque el ministerio proporcionaría los datos, y, sobre la marcha, decidió posponer su presentación hasta el día siguiente. Los magníficos datos supusieron una tentación irresistible para los responsables madrileños, que los pregonaron a los cuatro vientos. Mal hecho. Siempre se puede encontrar un argumento para justificar lo injustificable, pero los que algo sabemos de este negocio no tenemos duda alguna: el Gobierno de Madrid hizo mal adelantando esos datos.

La relación entre los servicios de empleo de las respectivas comunidades y el del Estado no deben basarse en puros acuerdos políticos: tienen que ser regulados por una norma. La vigente Ley Básica de Empleo está completamente obsoleta, superados de facto sus límites legales. Llevamos años debatiendo una nueva ley de empleo, pero su aprobación se retrasa sistemáticamente. Esta ley es absolutamente imprescindible.

Un ejemplo para explicarnos. Supongamos que un desempleado de una comunidad quiere conocer las ofertas de empleo existentes en la comunidad vecina. Aunque en algunos casos el invento está funcionando, no existe garantía de ningún tipo de que esta información esté disponible. El nuevo servicio estatal de empleo debería relacionar todas las comunidades autónomas entre sí, así como con los sistemas europeos. El debate y la aprobación de la ley es imperiosa, toda vez que varias comunidades autónomas están inmersas en profundas reformas estatutarias.

No querría dejar pasar esta oportunidad para realizar una primera valoración de los datos de la evolución del empleo. Excelente. El descenso del desempleo, por vez primera desde el año 2000, en más de un 2,4% y 40.000 desempleados es un dato muy positivo. Hemos recuperado la capacidad de reducir el desempleo, que parecía perdida en los últimos ejercicios, a pesar de que el empleo seguía incrementándose. Tiempo tendremos de analizar más detenidamente esta evolución cuando se hagan públicos los datos de la EPA del cuarto trimestre, pero debemos dejar constancia aquí de lo prometedor de la tendencia laboral en nuestros días. El empleo funcionó bien en 2004, y parece que seguirá haciéndolo en 2005.

Que las comunidades no entren en la guerra de los datos del paro, precipitándose en su publicación cuando son buenos, para obtener la pírrica satisfacción de los titulares de un día. Pues así entierran la confianza necesaria para cimentar el nuevo Servicio de Empleo.

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