Nueva oportunidad para el comercio electrónico
Los datos aparecidos en los últimos meses sobre la situación del comercio electrónico en España parecen dotar de renovada solidez a las empresas online. La burbuja vuelve a hincharse, pero en esta ocasión con algo más que aire. Al aumento de usuarios de internet, más de 12 millones de personas, se suma un crecimiento del gasto que esos usuarios hacen en la red. A falta de conocer datos definitivos del recién finalizado 2004, los españoles gastaron un total de 1.530 millones de euros en compras por Internet en 2003, un 31,5% más que el año anterior. El gasto medio anual por comprador fue de 438 euros, según el Estudio sobre Comercio Electrónico B2C 2004 de AECE (Asociación Española de Comercio Electrónico).
Por otro lado, hemos aprendido de los errores que se cometieron en el pasado. Se trabaja sobre proyectos empresariales firmes, se estudia detenidamente cada paso. Se ha aprendido a optimizar el uso y las posibilidades de la tecnología y se cuida al máximo la imagen y credibilidad de las compañías. Pero, sobre todo, las empresas online son mucho más realistas y se basan en parámetros similares a los que se aplican y exigen en el resto de negocios: ingresos, gastos, y rentabilidad.
La conjunción de determinados factores como un mayor acceso a internet, un aumento de confianza en la seguridad de las redes, un mejor conocimiento de las ventajas de la compra online, empresas más consolidadas y realistas con imágenes públicas favorables, etcétera están haciendo que el puzzle vuelva a armarse tras años de recelos, miedos y desconfianzas, aunque todavía faltan piezas.
La prudencia debe seguir guiando nuestro trabajo, pero todo apunta a que esta vez la evolución es en firme. Al optimismo que ofrecen los datos, debe unirse la cautela y la necesidad de apoyo del Gobierno y las instituciones para conseguir que el e-commerce finalmente se consolide en España.
Estamos en un país que sigue a la cola de acceso en internet, y pese al aumento del gasto en compras online, aún permanecemos muy lejos de otros países europeos: el comercio electrónico movió en 2003 en Alemania 138.100 millones de euros, 84.900 en Reino Unido y 65.900 millones en Francia, según datos del Instituto Alemán de Investigaciones de Mercado TSN Infratest.
Además, y aunque han aumentado tanto el porcentaje de compradores como el volumen de negocio online, los usuarios siguen mostrando recelo y desconfianza hacia el medio como canal de pago: un 19,9% alega esta razón para explicar por qué nunca han comprado en la red (AECE).
Cuando en los noventa surgían sin cesar empresas de comercio electrónico que comenzaron a cerrar en cadena en 2000, los problemas eran de base: la carencia de un público objetivo al que vender los servicios y productos que ofrecían, y la ausencia, en la mayoría de los negocios, de un proyecto empresarial sólido que lo sustentara más allá de la mera especulación lucrativa. Era la crónica de muertes anunciadas: en 2001, 490 empresas puntocom cerraron en el mundo, 21 de ellas en España. La situación ha evolucionado favorablemente en ambos sentidos, pero la prudencia debe marcar cada nuevo paso.
En 2001 daba sus primeros pasos la empresa que dirijo. Resultó difícil hacer creer en el proyecto en esa época. Había una idea buena, un plan de negocio realista y el respaldo de una empresa alemana potente y rentable, www.tipp24.esde, pero no lográbamos ni una línea de crédito ni el apoyo de ningún banco. El sector financiero español había salido atemorizado de la crisis de las puntocom. Hubo que trabajar muy duro para demostrar que había negocio en la red. Las claves estaban, y están, en estudiar bien el mercado, tener un buen plan de negocio y llevarlo a cabo con unas premisas claras: control de todo el ciclo de negocio, máxima transparencia y seguridad en las transacciones, etcétera.
Las empresas con éxito que surgieron después y las que sobrevivieron de la época anterior trabajan con esos estándares. No hay otra forma. El despegue definitivo del comercio electrónico en nuestro país ya no depende exclusivamente de nosotros. Programas que fomenten el acceso a la red, más apoyo de los bancos en gestiones de pagos y el desarrollo de aplicaciones que garanticen los máximos estándares de seguridad son otras de las claves para lograr el empujón definitivo.