Los límites al crecimiento
Cuando pienso en predicciones económicas, me viene a la memoria aquel chiste que dice: '¿Para qué creó Dios a los economistas?' Respuesta: 'Para que los hombres del tiempo no se sientan solos'. Y es que lo difícil es acertar, y lo fácil, equivocarse. Nuestro meteosat son los modelos teóricos de comportamiento, alimentados con datos pasados y con expectativas futuras. No es de extrañar, pues, que las previsiones fallen con frecuencia.
Para 2004, el anterior Gobierno realizó una previsión de crecimiento de nuestra economía del 3%. Después pasaron muchas cosas: el 11-M, el 14-M, los sabotajes a los oleoductos en Irak, la economía norteamericana continuó presentando desequilibrios importantes y, para rematar el año, el invierno disparó la demanda de petróleo y el precio del barril. ¡Menos mal que el dólar está bajo!
Aunque nunca llueve a gusto de todos: lo que por un lado beneficia a nuestra factura energética, perjudica al sector exportador. Finalmente, las circunstancias citadas han llevado al actual ministro de Economía, Pedro Solbes, a rectificar la tasa prevista de crecimiento, situándola en el 2,6%. España sigue creciendo más que la media de la UE, que tiene una previsión de crecimiento medio para 2004 del 1,8%. Por el contrario, nuestra inflación es mayor. El último dato publicado sitúa la tasa de inflación española en el 3,5%, más de un punto por encima de la zona euro (y la estimación oficial para diciembre es del 3,3%).
Cualquiera de las previsiones sobre la economía española para 2005 permite crecer y crear empleo
El escenario previsto para 2005 es, a pesar de todo, bueno. Los dos principales escollos continuarán siendo el precio del petróleo y la debilidad del dólar. Las previsiones de crecimiento para España están comprendidas entre el 2,5% y el 2,9%, según la fuente consultada. La previsión más pesimista es la del IEE; la más optimista, la del ministerio de Economía. A medio camino entre los dos, con un 2,7%, la OCDE.
La discrepancia entre las cifras es de matiz y depende de la importancia asignada al impacto negativo del encarecimiento del crudo sobre la demanda interna. Lo importante es señalar que cualquiera de esas previsiones nos permitiría crecer y crear empleo. Dicho esto quisiera, ahora, resaltar lo evidente: la enorme dependencia que existe entre la tasa de crecimiento de nuestra economía y factores externos sobre los que no tenemos ningún tipo de control.
Si el dólar se muestra débil, nuestro sector exportador sufre, perdemos posición en los mercados internacionales caracterizados por altísimos niveles de competencia. Quizá, la tentación sea la de aumentar los precios internos para compensar la caída de ingresos por ventas al exterior, y quizá eso explique que en nuestro país la inflación continúe aumentando más que en el resto de la zona euro, lo que nos hace perder posiciones también en el mercado de la UE.
Reducir el diferencial de inflación permite recuperar parte de la competitividad que el dólar nos hace perder. La política antiinflacionaria que creo adecuada en estos momentos no es la macroeconómica -los tipos de interés no pueden aumentar significativamente, mientras el dólar siga bajo-, sino la microeconómica: conseguir mercados competitivos y flexibles.
¿Qué decir del petróleo? Es sintomático que los precios del crudo se disparen cuando es invierno en el hemisferio norte. En cambio, el invierno del hemisferio sur pasa desapercibido. El desarrollo económico está estrechamente relacionado con el aumento del gasto energético.
En un futuro no muy lejano, la demanda del crudo se verá incrementada con la del país de mayores tasas de crecimiento: China. Se sabe que las reservas petrolíferas actuales serían insuficientes para responder a la demanda mundial si todo el planeta tuviera un nivel de desarrollo económico como el nuestro. Es decir, los precios del petróleo sólo se mantendrán bajos -relativamente- si se mantienen las desigualdades en el mundo. Paradójico, ¿no?
De nuevo, como en el caso del dólar, poco control tiene nuestro Gobierno sobre este mercado, pero sí lo tiene sobre la política energética. No es sólo cumplir con Kioto, también es potenciar el uso de las energías alternativas, quizá reconducir inversión desde el sector inmobiliario hacia esos mercados emergentes, lo que nos permitiría, de forma paulatina, reducir nuestra enorme dependencia del petróleo.
La tasa de crecimiento para 2005, si el dólar no baja mucho más y si el crudo no sube demasiado, será suficiente para crear riqueza y empleo, pero en este mundo globalizado los límites a nuestro crecimiento parecen estar fuera de nuestro control.