Ucrania, en crisis con crecimiento sobresaliente
Con la anulación de los polémicos resultados electorales y la convocatoria de nuevos comicios para este domingo, día 26, la crisis política ucraniana ha quedado temporalmente resuelta tras semanas de tensión en las calles y arduas negociaciones en los pasillos.
Durante estas largas jornadas, el conflicto ha sido presentado en la prensa occidental como una nueva partida entre Rusia y EE UU-UE en el tablero geoestratégico mundial -tras el cambio de régimen en Georgia-, mientras algunos han llegado a desenterrar la idea del conflicto de civilizaciones para ilustrar la pugna entre la Ucrania rusófona y la prooccidental. Sin embargo, son muy pocos los que han analizado la situación desde una perspectiva estrictamente económica, obviando tanto sus condicionantes económicos como sus consecuencias más inmediatas.
Más allá de los enfrentamientos de índole cultural o lingüística, el conflicto ha consistido básicamente en una dura pugna entre partidarios del proteccionismo y el intervencionismo frente a los promotores de la apertura económica y el liberalismo.
Durante el mandato del actual presidente, Leonid Kuchma, el país había alcanzado un alto grado de intervencionismo en la vida económica. La escandalosa privatización de la acería Krivorozhtal es uno de los más claros ejemplos: la mayor empresa ucraniana del sector fue vendida en verano a un grupo inversor afín al presidente, pese a ofrecer un precio inferior al de otros consorcios, como el liderado por la hispano-franco-luxemburguesa Arcelor. La operación guarda estrecho paralelismo con la reciente adjudicación de la principal filial de Yukos en Rusia, y muestra las lamentables similitudes entre la gestión económica de Putin y la de Kuchma.
La política económica de Kuchma se caracterizó también por una velada protección a los grupos industriales del Este del país afines al poder político. Las grandes acerías y mineras de dichas regiones gozaban de una serie de ventajas fiscales y de un mercado cautivo. En cambio, en el Oeste del país ha proliferado una competitiva industria ligera e incluso un emergente sector servicios muy orientado al exterior.
Una prueba de ello la constituye la industria de programación y subcontratación informática, que agrupa a más de 1.500 empresas con un crecimiento anual de dos dígitos en sus exportaciones. Este sector, como tantos otros, reclama mayor integración con los mercados europeos y del resto del mundo, para lo que son necesarios avances en las relaciones con la UE y la OMC.
Así pues, el conflicto Este-Oeste en Ucrania oculta una lucha por el control de la economía y la acérrima defensa por las grandes empresas del Este de sus amplios privilegios. El camino hacia la apertura y el liberalismo parecen, sin embargo, irreversibles.
La reciente reforma constitucional -que ha dado salida a la crisis-, ha implicado también un importante recorte de las prerrogativas del presidente en lo económico. Al tiempo, se nombró el pasado 16 de diciembre como nuevo gobernador del Banco Central Ucraniano a Vladimir Stelmah, una persona de gran prestigio profesional sin vinculación política alguna. La política monetaria deberá jugar un papel importante para afrontar el sobrecalentamiento de la economía más dinámica de Europa.
Pocas semanas antes de las elecciones, el estadounidense Business Week calificaba a Ucrania como 'tigre europeo', en alusión a su elevado crecimiento económico (12% en 2003), sólo comparable al de los tigres asiáticos. La inflación se ha situado también en un 12%, por encima de la previsión oficial del 9%, lo cual exigirá políticas restrictivas. En pleno conflicto político se aprobaron de hecho algunas medidas anti-crisis, como la limitación a la retirada de efectivo, a la concesión de créditos y a la obtención de divisas. Tales medidas pueden haber tenido un efecto incluso positivo al contener la fuerte demanda interna.
En términos generales, no obstante, la crisis política no ha afectado sustancialmente al ritmo de crecimiento. Tan solo se han observado aumentos súbitos de precios en los alimentos (5%-10%) y en los mercados cautivos de materias primas como acero y minerales (20%-30%), a la vez que el transporte ha sufrido ciertas dificultades que han provocado retrasos inesperados en los suministros.
La reciente reforma política, fruto del consenso entre las facciones enfrentadas, abre la puerta a un menor control público sobre el ámbito económico. Aunque no será cómodo el camino hacia la apertura y el liberalismo, es evidente que el futuro crecimiento en Ucrania depende en gran medida de que se abran sus mercados vecinos, especialmente la UE, que mantiene importantes barreras a los productos ucranianos. Un generoso estatuto de asociación con la misma y la exitosa conclusión de las negociaciones para ingresar en la OMC son aspectos clave para lograr la victoria definitiva del libre mercado en Ucrania, además de que los resultados del próximo domingo confirmen las expectativas depositadas por la inmensa mayoría de los ucranianos.
Economista, directora de la Asociación Empresarial España-Ucrania (Iberucrania)