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Columna
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¿Quién trabajará en el campo?

Pues cada vez menos gente. Poco a poco, España se está quedando sin trabajadores agrarios. La gente joven ya no desea trabajar en el campo, por lo que la sangría de trabajadores agrarios continuará. Como en todo el mundo desarrollado, la población ocupada agraria ha bajado espectacularmente, desde casi el 50% de la población ocupada a principios de los sesenta hasta el 10% en la actualidad. Y probablemente ese porcentaje seguirá bajando, hasta situarse en el 2% o el 3%, como ya ocurre en Estados Unidos y algunos países europeos.

La dificultad que ya existe en todas las regiones españolas para encontrar trabajadores agrarios se incrementará paulatinamente a medida que pase el tiempo, hasta llegar a convertirse en una de las principales limitaciones estructurales de nuestro mundo agrario. Esta desertización laboral agraria será progresiva e inexorable, si a mano de obra española nos referimos. Sin embargo, la agricultura española tiene posibilidades y futuro. No comparto la visión pesimista acerca de nuestra economía agraria. En muchos sectores seríamos competitivos aunque cesaran las ayudas, siempre que exista mano de obra disponible para realizar los trabajos.

De todo ello hablamos en las jornadas celebradas en Pamplona con ocasión del I Centenario del Cooperativismo Agrario de Navarra. Y de ello debería hablarse en cuantas jornadas de importancia se celebren en el mundo agrario. Se habla mucho de la PAC, de la reforma de las OCM, pero nunca de la principal limitación que va a sufrir nuestra economía agraria, la falta de mano de obra. El futuro de nuestra agricultura no sólo depende de los mercados; también de la existencia de trabajadores.

La población ocupada agraria ha bajado desde casi el 50% a principios de los sesenta al 10% en la actualidad

La segura escasez de personas para faenas agrarias viene motivada por dos razones. En primer lugar, que los jóvenes prefieren otros trabajos con más expectativas y reconocimiento social. En segundo lugar, porque la mano de obra joven se irá convirtiendo en un recurso progresivamente escaso, y por tanto caro. En consecuencia, las alternativas laborales irán mejorando en demérito de los salarios agrícolas.

Pues bien, ya lo sabemos. Nuestros jóvenes no querrán el campo, nuestros agricultores y trabajadores eventuales agrarios envejecerán. Nos preguntamos, entonces, ¿quién trabajará en el campo? Pues en un alto porcentaje, inmigrantes. Pero la gestión de la inmigración no es la única salida de nuestra agricultura. Tenemos cinco campos posibles de actuación.

El primero, y más urgente, la correcta gestión de la inmigración. Que puedan venir legalmente aquellos trabajadores que necesitemos. Nuestra actual Ley de Extranjería impide la gestión de los flujos migratorios, lo que dificulta sobremanera el equilibrio razonable y justo entre oferta y demanda. Para atender a las necesidades de campaña, ya funciona el sistema de contratos en origen, que parece un mecanismo adecuado en el que se debe profundizar y mejorar. Para que esta gestión sea la adecuada, es imprescindible la determinación de las necesidades reales de la agricultura.

El segundo campo sería el de las estructuras agrarias. Se deberá tender a incrementar la unidad media de explotación, para racionalizar la gestión agraria. No es lo mismo repartir gastos generales entre diez hectáreas que entre cien. Permite un adecuado uso de maquinaria y de ordenación de cosechas.

El tercero es el más obvio. Continuar con la imparable tendencia de mecanización de todas las faenas agrícolas posibles. Con la reciente mecanización completa del olivar, tenemos como reto las frutas y muchas de las hortalizas, así como el complejo mundo ganadero, que no conoce de noches ni de días, ni de fines de semana o vacaciones. Tenemos el reto de disminuir la dependencia del campo de la mano de obra.

El cuarto, la necesaria creación de una potente red de servicios agrarios, que provea de mecanización y mano de obra a los agricultores, o de gestión de fincas a aquellos que poseyendo tierras no puedan cultivarlas. El sector de servicios agrarios, todavía incipiente, tendrá un importante desarrollo en estos próximos años.

Por último, una adecuada gestión de la mano de obra, garantizando la concatenación de campañas, con una adecuada intermediación laboral que otorgue estabilidad a los trabajadores. En resumen, que la limitación de la mano de obra será una dificultad más para nuestra agricultura, que podrá ser superada con imaginación, gestión y esfuerzo. Como desde siempre se hizo.

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