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Tribuna
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Agudeza visual

Corren buenos tiempos para los neologismos económicos. Recientemente, académicos de Wharton School acuñaban el término 'fundadores criminales' para definir a una nueva clase empresarial; la conformada por aquellos que, como Kenneth Lay, de Enron, o Bernie Ebbers, de WorldCom, comenzaron fundando exitosas empresas y acabaron enviando sus compañías a la quiebra. Y con sus huesos, presumiblemente, en la cárcel. Así son los tiempos.

También, hace algunas semanas, se nos presentaba una novedosa filosofía de gobierno de las empresas: la cleptocracia corporativa. El término era acuñado en un informe elaborado por el consejo de administración de Hollinger International, y remitido posteriormente a la Securities and Exchange Commission (SEC). Sus 500 páginas harán las delicias del próximo Scott Fitzgerald; constituyen un estupendo tratado de mal gobierno corporativo. Debería ser de lectura obligatoria en las escuelas de negocios. La comisión independiente de Hollinger se había constituido para esclarecer las andanzas de Conrad Black, principal accionista y presidente de la compañía hasta su dimisión hace un año; la presidencia de Conrad Black era resumida por la comisión independiente con un término que recibió titulares en todo el mundo: cleptocracia corporativa, el gobierno de los ladrones.

Conrad Black practicó un saqueo sistemático de la compañía, puede leerse en el informe. Y no es para menos; al parecer, Conrad Black y sus secuaces se llevaron a los bolsillos, de forma fraudulenta, 400 millones de dólares. Con el paso del tiempo, Hollinger pasó de ser un negocio en expansión a 'preocuparse exclusivamente por meter dinero en el bolsillo de su accionista mayoritario'. Black creó una compañía, continua el informe, 'en la que la corrupción era la característica definitoria del equipo directivo'. El informe incluye también las miserias propias de estos casos; 30.000 dólares gastados en bebidas durante el veraneo o millón y medio en servicio doméstico. Todo con cargo a Hollinger; actividades filantrópicas en nombre propio pero utilizando dinero de la compañía; propinas repartidas por la mujer de Black pero cargadas a Hollinger; y fastuosas fiestas de cumpleaños pagadas con el dinero de los accionistas. En fin, lo habitual. Por supuesto, Conrad Black rebate estas acusaciones.

Los salarios y las ventajas excesivos en las compañías deben disparar las alarmas. Son muy mal augurio

Sin embargo, y sin que sirva de precedente, los mercados mostraron algo de olfato en este caso; no acababan de fiarse de Black. Desde marzo de 1995 hasta marzo de 2003, el valor de mercado de Hollinger aumentó un 15,1%; poca cosa comparado con el 69,4% del S&P 500, o el 92,2% del Dow Jones. Hay quien hablaba del descuento Conrad Black; las prácticas de Hollinger y su presidente eran penalizadas por el mercado. A veces sucede; en su historia de Goldman Sachs (Turner, 2003) Lisa Endlich nos cuenta los problemas sufridos por Robert Maxwell, el magnate británico de origen checo que murió, en extrañas circunstancias, en 1991. Propietario de Maxwell Communications Corporation, MCC, en 1990 se enfrentaba a un grave problema; nadie quería sus acciones. La City londinense no acababa de fiarse del personaje. El valor de mercado de su grupo se veía afectado por algo que los analistas denominaban el 'factor Max'; eran penalizadas por la presidencia de Maxwell. El factor Max lastraba el valor de mercado. Sin embargo, lo acontecido en los últimos años demuestra que los mercados no suelen ser tan sagaces para detectar las ovejas negras. La detección suele llegar demasiado tarde. Business Week aprovechaba recientemente el ascenso de Black al panteón de la glotonería corporativa, para recapitular sobre los escándalos de mal gobierno corporativo de los últimos años. A toro pasado, entiende el semanario norteamericano, los escándalos de Hollinger, Enron o Tyco parecen obvios. Tenían que suceder; según la revista, todos ellos muestran características comunes que deberían haber disparado las alarmas y alertado a los inversores.

Así, entre otras cosas, Business Week recomienda a los inversores que estén alerta frente a consejos de administración florero y endogámicos, y ante aquellos en los que los nombramientos descansan en las recomendaciones del primer ejecutivo; también, que sean prudentes respecto de aquellas compañías en las que no todas las acciones ostentan los mismos derechos políticos, y respecto de aquellas en las que el primer ejecutivo tiene excesivo poder; y, sobre todo, recomienda a los inversores que mantengan los ojos abiertos respecto de los sistemas retributivos de las compañías. Salarios y ventajas excesivos deberían disparar las alarmas. Constituyen muy mal augurio. Ya saben, agudeza visual. Sí, también aquí.

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