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Tribuna
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La crisis de la Comisión Europea

La Comisión Europea (CE) no es una institución tan fuerte como algunos periodistas euroescépticos nos hacen creer. La Comisión casi no decide, simplemente propone. Sin embargo, sus propuestas suelen tener gran autoridad moral sobre todos. Ello es en gran parte porque la Comisión suele sondear antes cuál es la posición de los Gobiernos europeos y sólo suele presentar propuestas que cree que pueden salir adelante.

Tradicionalmente, han sido los Estados miembros los que al final decidían sobre las propuestas de la Comisión. Todo cambió con la llegada de la codecisión, en la que los Estados se han visto obligados a compartir ese poder de decisión con el Parlamento Europeo. Algo a lo que algunos Gobiernos no se han acostumbrado todavía. Desde entonces existe una guerra soterrada sobre quién tiene la verdadera influencia sobre la Comisión y sus propuestas.

En realidad, todo empezó con la apertura de una comisión de investigación del Parlamento Europeo sobre las vacas locas. æpermil;sta llegó a la conclusión de que la Comisión Europea había sufrido de enorme dependencia de los Estados Miembros, en especial del británico. Esa influencia había llevado al comisario Mac Sharry a minimizar el problema, a no convocar reuniones para discutir sobre las vacas locas, ignorar la insuficiencia de los controles británicos de seguridad alimentaria, refugiarse detrás del un Comité Científico Europeo influido por la industria y los Gobiernos, y a una ausencia de transparencia.

Estas conclusiones llevaron a la primera moción de censura del Parlamento Europeo contra la Comisión de Jacques Santer. æpermil;ste ganó la moción de censura gracias a una serie de concesiones, entre ellas la extensión de la codecisión, una nueva política de transparencia e información al Parlamento y la creación de más agencias europeas que garantizaran la independencia frente a los políticos. Tan débil salió la Comisión Santer del asunto de las vacas locas que, al final, una segunda moción de censura presentada por un asunto de corrupción de menor importancia, el affaire Cresson, llevó a su caída.

La imprevisible caída de la Comisión Santer llevó al nombramiento antes de tiempo de la Comisión Prodi. La presidida por Romano Prodi se ha caracterizado por ausencia total de disciplina interna, en la que cada comisario ha tenido su propia agenda, con comisarios que desde el principio han estado preparando su vuelta a la política nacional. También se ha caracterizado por una gran atención a las opiniones del Parlamento Europeo. Para algunos Gobiernos y parlamentarios nacionales la Comisión Prodi ha prestado excesiva atención al Parlamento Europeo.

Durante décadas se ha ignorado a la asamblea que representa al pueblo europeo. Un 60% de la legislación que entra en vigor en España viene de la UE, aún así la prensa no presta suficiente atención a los asuntos que se discuten en Europa. Sin embargo, los Gobiernos europeos comienzan a darse cuenta de que el Parlamento Europeo sirve para algo y están aumentando su control sobre él.

Tanto es así que el Parlamento Británico está discutiendo en estos momentos la creación de un comité británico de control conjunto de parlamentarios nacionales y miembros británicos del Parlamento Europeo. El objetivo del comité conjunto es asegurarse de que los miembros británicos del Parlamento Europeo están bien 'informados' de que es lo que quiere en el Parlamento Británico (incluida la mayoría laborista que gobierna). Se está llegando tan lejos como a discutir si se puede pedir la comparecencia de los Comisarios Europeos ante este comité conjunto nacional. Las constantes llamadas y presiones de algunos Gobiernos europeos a sus parlamentarios europeos exigiéndoles el apoyo a la Comisión Barroso iban también en esta línea.

Hasta ahora el nombramiento de los comisarios europeos había sido de hecho un asunto nacional y una prerrogativa del presidente de Gobierno de cada Estado. El presidente de Gobierno mandaba a Bruselas a su persona de confianza, nuestro hombre en Bruselas, y el Parlamento Europeo se limitaba a poner el matasellos en el nombramiento de la nueva Comisión. Como ha dicho Umberto Bossi, lo que estaba en juego con el nombramiento de Rocco Buttiglione es la pérdida de esta prerrogativa del presidente de Gobierno italiano. Desde hoy ya nadie podrá decir que la Comisión es una burocracia no elegida democráticamente.

Pero lo que también estaba en juego era a quién iba a prestar atención la nueva Comisión en los próximos cinco años: a los Gobiernos nacionales o al Parlamento elegido para examinar la legislación y gestión de los asuntos europeos. Barroso dijo cuando fue nombrado que no se puede gobernar contra los Estados miembros. Ese era el mandato recibido en su nombramiento por el Consejo Europeo. Cierto, no se puede gobernar contra los Estados Miembros, pero contra el pueblo europeo tampoco.

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