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Mayor interés por crear tecnología propia

Las empresas españolas dedican pocos recursos a generar tecnología propia y a entender y hacer evolucionar la que han adquirido, realizan poca I+D. Los datos no dejan dudas.No llegan a 20.000 los investigadores empresariales.

Cuatro veces menos que los franceses, cinco menos que los ingleses y ocho menos que los alemanes, cuando el PIB de estos países se sitúa sólo entre 1,8 y 2,5 veces el de España.

El esfuerzo español es significativamente menor que el que podría esperarse del nivel de desarrollo. La primera conclusión es que nuestro modelo de desarrollo no recurre al uso de tecnología propia con igual intensidad que los grandes países europeos. Como en los últimos años España ha tenido mayores tasas de crecimiento que los países a que

queremos parecernos, la segunda conclusión debe ser que se ha podido recurrir a otras ventajas competitivas. El comercio exterior de bienes de equipo y la balanza tecnológica revelan que la adquisición al exterior asegura el nivel tecnológico de la oferta, que procede de un tejido empresarial compuesto fundamentalmente de servicios

tradicionales y sectores de media y baja tecnología.

Los datos de comercio mundial de productos de alta tecnología revelan el continuo deterioro de la cuota española, con una disminución media anual del 4%, por lo que es posible aventurar una tercera conclusión: la compra de tecnología no permite ser competitivos en estos mercados, de los países con más altos niveles de vida. Y no es descabellado pensar que en la constante caída de productividad de nuestra economía pueda tener parte de

responsabilidad la falta de una tecnología creada expresamente para nuestro sistema productivo.

El escaso número de investigadores no es un simple indicador de la poca actividad de I+D de la empresa española. Revela también su dificultad para recurrir a fuentes externas de nueva tecnología. La empresa tiene poca

capacidad para presentar sus problemas a centros de investigación y menos para integrar nuevas soluciones en sus paquetes tecnológicos, porque la actual complejidad de los productos, procesos o servicios requiere de muchas tecnologías integradas.

En ningún país es fácil transferir tecnología de centros públicos de investigación a las empresas, pero es más difícil cuando hay pocos investigadores. El gran esfuerzo de España para llegar a un sistema público de I+D con una razonable tasa de producción científica, sólo será beneficioso cuando la I+D empresarial sea capaz de transformarla en tecnología. Pero un tejido empresarial entre los de mayor crecimiento de Europa no puede ser ajeno a estos problemas, y los datos demuestran que es así. El gasto empresarial de I+D crece, desde valores absolutos y relativos muy bajos, a ritmos elevados. En 2002, fue casi dos veces y media el de 1995. Y hoy el gasto por investigador empresarial es similar

a la media europea. En una reciente encuesta se ha detectado un importante cambio de actitudes y mayor conciencia empresarial de la importancia de la I+D para el negocio. El nivel de contratación al sector público ha aumentado significativamente desde 1998, especialmente entre pymes. La colaboración conduce a incorporar investigadores a las empresas, lo que induce y facilita proyectos conjuntos. Todos coinciden en que hoy los proyectos contratados son de menor importe unitario y más orientados a solucionar problemas relacionados con las estrategias a corto plazo de las empresas. En esa línea, los investigadores del sector público dicen sentir mayor

presión sobre plazos y costes, en muchos casos de los departamentos de compras de las empresas. Por su parte, los

investigadores empresariales se quejan de la ausencia de acciones de tipo comercial sobre la potencial capacidad de la investigación pública.

Aun así, en 2002 la I+D empresarial representaba sólo el 0,56% del PIB, cuando la media de los cuatro grandes europeos es casi dos veces ymedia superior. Pero lo que quizá sea más grave es el escaso número de empresas con departamento de I+D: sólo la mitad de las empresas industriales de más de 250 empleados, y menos del 4% para las que emplean entre 10 y 50 personas. Y ésta es seguramente la causa más importante de la escasa eficacia que en España de lasmedidas fiscales de fomento a la innovación, calificadas como lasmás generosas de los países de la OCDE. La justificación de los gastos fiscalmente deducibles sólo se facilita cuando la gestión de la I+D+i se desarrolla de forma sistemática y profesional, como exige la existencia de departamentos empresariales de I+D.

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