_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Kydland y Prescott: frente a tentaciones, consistencia

Una de las polémicas más antiguas en economía, como en política, es acerca del margen de discrecionalidad que deben tener los poderes públicos, con el riesgo de que siendo éste grande pueda acabar siendo inadecuado, abusivo o contraproducente. Frente a estos peligros han emergido propuestas de someter a reglas e instituciones -inteligentemente diseñadas- los márgenes de actuación de las autoridades.

La principal contribución de Kydland y Prescott se sitúa precisamente en esta línea, al demostrar cómo -inicialmente en el entorno de los problemas y conocimientos macroeconómicos de los años setenta- la creencia de los Gobiernos de poder elegir las políticas monetarias y fiscales que creían más adecuadas para regular la economía podía generar dinámicas indeseadas inflacionistas ineficientes. Constatar rigurosamente cómo las políticas económicas podían perder efectividad a medida que los agentes económicos (empresas, sindicatos, consumidores, etc.) las anticipaban y, pese a ello, demostrar que la mejor opción era claramente establecer compromisos creíbles en vez de caer en la tentación de 'sorprender' continuamente a los mercados, es una aportación duradera que justifica el galardón Nobel 2004.

Cabe señalar dos potentes herencias del trabajo de Kydland y Prescott. Por un lado, la importancia del concepto de 'credibilidad' en la formulación de las políticas económicas. Hoy parece obvio -incluso hasta el abuso, a la vista de que descalificar a cualquier propuesta como 'poco creíble' se ha convertido en la primera arma retórica en el debate partidista- que las políticas han de ser creíbles por parte de los agentes económicos -nacionales e internacionales- constituye un requisito para su eficacia.

Demostrar que la mejor opción es claramente establecer com-promisos creíbles en vez de caer en la tentación de 'sorprender' continuamente en los mercados es una aportación que justifica el galardón Nobel 2004

Pero los autores fueron pioneros y persuasivos en la argumentación de que la efectividad de las políticas económicas dependía de la interacción entre las políticas instrumentadas y las expectativas sustentadas por los agentes, y en especial en la demostración de que a menudo la falta o pérdida de credibilidad de las políticas económicas -derivada de una trayectoria inconsistente- es tan importante o en ocasiones mucho más que la mera solvencia técnica de unas determinadas medidas.

Y por otra parte, la implicación de que a la vista de estas dinámicas era probablemente mejor establecer unas reglas coherentes y consistentes -como por ejemplo compromisos antiinflacionistas gestionados por bancos centrales independientes- ha dejado huella, tanto en las recomendaciones seguidas por muchos países en la reforma de sus instituciones y políticas monetarias y fiscales, entre los que obviamente no puede dejar de mencionarse los principios consagrados acerca de la gestión del euro por el Banco Central Europeo bajo la prioridad de la estabilidad de precios… y reglas acerca de las políticas fiscales.

Tal vez es casualidad, o no, que el entorno en que se elaboraron las ideas centrales de Kydland y Prescott fuese la convulsionada economía mundial de los años setenta, en que las elevaciones de los precios del petróleo generaban una perplejidad y una ansiedad cercanas a las de estos últimos tiempos. Momentos de desorientación son proclives a 'tentaciones' ante las que los galardonados intentaron contraponer la necesidad de coherencia o 'consistencia temporal', para evitar que remedios que parecen útiles a corto plazo tengan un impacto desestabilizador a medio plazo -cuando los agentes revisan sus expectativas- que puede llegar a ser contraproducente.

Ciertamente a los planteamientos de Kydland y Prescott subyace una creencia importante en la racionalidad y fuerza de los sectores privados de las economías, desde las empresas a los consumidores, pasando por sindicatos y entidades financieras. Y el mensaje de que hay que mantener un marco estable y creíble para que estos sectores adopten sus decisiones de forma óptima, sin distorsiones artificiales generadas por políticas públicas sólo sostenibles a largo plazo es un mensaje que, aunque poderoso, no está exento de controversia.

En todo caso señalar que incluso las formulaciones lúcidas entre las 'intervencionistas' en la actualidad -que conforman el neokeynesianismo- asumen y aceptan las críticas y formulaciones derivadas de la necesidad de mantener estrategias de 'consistencia temporal'.

No puede dejar de señalarse otra gran aportación de Kydland y Prescott en relación a la necesaria integración de las explicaciones de los ciclos económicos con las del crecimiento económico. La integración del corto y medio plazo con la dinámica del crecimiento también es, obviamente, cuestión de 'consistencia temporal'.

Pero más allá de este mensaje metodológico, el papel central que los autores otorgan a los shocks tecnológicos, especialmente a las innovaciones, parece especialmente relevante no sólo tras más de una década de debate acerca de la incidencia de la 'nueva economía', sino cara a sistematizar la dinámica de una sociedad basada en la economía del conocimiento.

Más información

Archivado En

_
_