'España sale bien parada en la nueva comisión'
El autor desgrana las consecuencias que subyacen en la formación de la primera Comisión de la UE con 25 miembros. Las pugnas entre grandes y pequeños Estados, la filiación política de los comisarios o la posición de España son algunos de los aspectos que analiza
Durão Barroso ha hecho sus deberes antes de lo previsto. El jueves de la semana pasada anunciaba ya los nombres de los 25 nuevos comisarios propuestos que mañana celebrarán la primera reunión de la Comisión de la Europa ampliada.
Pero la Comisión Barroso no entrará en funciones hasta el 1 de noviembre. Antes, lo comisarios propuestos comparecerán, a partir del 27 de septiembre, ante el Parlamento Europeo, que votará sobre el conjunto de la Comisión a finales de octubre.
La primera novedad de la nueva Comisión es su dimensión. Para pasar de 20 a 25 miembros, uno por Estado, Barroso ha tenido que dividir funciones e imaginar otras nuevas para asignarlas a los comisarios propuestos por los Gobiernos. Estamos aún lejos del sistema de la Convención, según el cual cada Estado propondría una lista de tres personas entre las cuales el presidente de la Comisión elegiría libremente, en función de su idoneidad, para las funciones que quisiera asignarle.
Se reforzaría así la independencia de los comisarios y la autoridad de su presidente para que la Comisión representase el interés general europeo y no el de los Estados miembros. Función originaria de la Comisión que se debilita desde el momento en el que cada Estado reclama su comisario. Es una de las muchas paradojas europeas: todos están de acuerdo en proclamar que los comisarios no representan a los Estados que los proponen, pero todos quieren tener el suyo y además proponerlo directamente. En estas condiciones, no es extraño que la lectura del reparto de tareas entre comisarios no sea otra que la de la influencia relativa de cada país en la dinámica comunitaria.
En los debates de la Convención muchos defendimos que debía disociarse el número de miembros de la Comisión del de Estados en la UE. Porque es dudoso que un Colegio de 25, y pronto de 27 o 28 miembros, sin mayores competencias, pueda funcionar eficientemente y, sobre todo, para evitar que cada Comisario se convirtiera en un representante del Estado del que es nacional y la Comisión, en una especie de Consejo Europeo permanente, o pero aún, de comité de representantes permanentes (Coreper)-bis.
Desde la perspectiva de esta deriva intergubernamental de la Comisión, cabe preguntarse por su legitimidad sabiendo que, con un Comisario por país, el 74% de la población estaría representada por seis comisarios, los de los seis Estados más poblados, y el 7% por los 11 comisarios de los países más pequeños. Es evidente que esta no puede ser la interpretación de la composición de la Comisión. Pero fue imposible vencer la resistencia de los Estados con menos población -y en particular de los nuevos miembros, que, con la excepción de Polonia, son todos medianos o pequeños- a perder su comisario, sobre todo después de que la presidencia estable del Consejo les privase también de su presidencia semestral, ¡aunque fuese cada 12 años!
Pero, al menos durante un buen tiempo, estos son los mimbres con los que Barroso ha tenido que tejer. Su propuesta será valorada, tan inevitable como indebidamente, por los equilibrios entre las funciones asignadas a los comisarios de 'cada Estado', aunque esta sea una contradicción en sus propios términos, además de por la orientación ideológica del conjunto.
Desde el primer punto de vista, España sale muy bien parada con el mantenimiento de Joaquín Almunia en Asuntos Económicos y Monetarios, que afortunadamente no se divide en dos como se rumoreaba, mientras se espera la llegada de Javier Solana, para recuperar la perdida vicepresidencia, cuando se haya ratificado la Constitución. En Bruselas se interpreta como la contrapartida por el apoyo de Zapatero a Barroso, que fue muy significativo dentro del grupo parlamentario socialista.
Se puede también interpretar que el eje franco-alemán no sale tan bien parado como el Reino Unido (Comercio), Italia (Seguridad y Justicia), Dinamarca (Agricultura) y Polonia (Política Regional), países que apoyaron, junto con Portugal, la guerra de Irak. Francia se conforma con sólo una parte, los Transportes, de la vicepresidencia que ostentaba Loyola de Palacio, y el papel que jugará el comisario alemán, señor Verheugen, es objeto de interpretaciones contradictorias.
El interesado declara que tendrá una posición fuerte, como presidente del grupo de comisarios responsables de la coordinación de la economía europea, pero los temas de los que es directamente responsable siguen siendo fundamentalmente competencia de los Estados, y Barroso se ha reservado la presidencia del grupo encargado de impulsar la estrategia de Lisboa.
También se ha señalado que la orientación ideológica del conjunto de la Comisión es netamente liberal, incluyendo en ella a Peter Mandelson (Comercio), de lo cual no hay que extrañarse, y por ello el grupo del PP y los demócratas liberales ya han manifestado su satisfacción y apoyo. La reserva de los demás grupos hace esperar unas interesantes comparecencias parlamentarias de los comisarios propuestos con notable rapidez por el señor Barroso.