Los tipos y Greenspan
Alan Greenspan, dentro del proceso de reelección para un nuevo mandato al frente de la Reserva Federal estadounidense, declaró la pasada semana ante el Comité del Senado que los probables aumentos de tipos de interés se harían de forma suave, porque el riesgo de inflación era aún débil.
Esta declaración puede parecer sorprendente si se tiene en cuenta que el incremento en el índice de precios en EE UU ha sido en mayo del 0,6%, el mayor incremento mensual desde enero de 2001. Para entender esta aparente contradicción es importante tener en cuenta los siguientes aspectos. En primer lugar, el principal factor desencadenante de los aumentos de precios ha sido la evolución del precio del petróleo, pero si tenemos en cuenta la inflación subyacente ésta tan sólo ha sido del 0,2%.
Esto implica que las empresas americanas no están padeciendo una situación de fuerte incremento de costes, probablemente porque el alza del petróleo se ve compensada con elevados aumentos de productividad, lo que permite reducir el coste laboral unitario, y con un fuerte ritmo de crecimiento económico (factores que no se dan en la eurozona).
Esta evolución ha permitido hasta el momento mejorar la cuenta de resultados de las empresas sin necesidad de subidas de precios. Ahora bien, si tenemos en cuenta que los tipos de interés en EE UU se encuentran históricamente bajos (a niveles de 1958), y que la economía crece y se aleja del riesgo de deflación, parece claro que podemos esperar subidas de tipos. De hecho, si se analiza la curva de tipos de interés, el mercado está descontando subidas de algo más de un punto para el próximo año. Greenspan declaró que dichas subidas serán graduales, pero que podrían ser más bruscas si las condiciones cambiasen. En este contexto podemos preguntarnos ¿Cuáles pueden ser las consecuencias para la economía mundial y en especial para Europa de esta subida de tipos?
En primer lugar una subida de tipos supone la relajación de la política monetaria que en los últimos años había sido claramente acomodaticia, con fuertes rebajas en el tipo de interés para mantener el consumo y por tanto el crecimiento de la economía. Se trataría de una muestra de confianza en que la economía se recupera y que ya no es necesario dicho estímulo permanente, por tanto sería esperable una reacción al alza de los mercados financieros.
En segundo lugar supone un cierto reequilibrio macroeconómico. Las reglas básicas de la economía y las finanzas dictan que a mayor endeudamiento mayor tipo de interés. Dado el actual déficit americano parece lógico que el tipo aumente, de forma que se modere el nivel de endeudamiento y ritmo de gasto de las familias, y en especial del Gobierno. Ahora bien, los principales problemas de la economía americana, sus déficit gemelos (el público y el exterior) no se solucionarán con esta medida, y dependen más del comportamiento de la economía mundial (en el caso del déficit exterior, ya que el crecimiento mundial puede favorecer sus exportaciones) y de un cambio en la política fiscal practicada (que dependerá del resultado de las elecciones).
En cuanto a los tipos de cambio, un aumento del tipo de interés en EE UU puede favorecer cierta recuperación del dólar, y por tanto aliviar al euro, favoreciendo a las economías europeas que para crecer más dependen del exterior (como Alemania). En la zona euro un aumento del tipo de interés por EE UU daría más margen al BCE para actuar ante incrementos de la inflación debidos al alza del precio del petróleo, sin que provocara excesiva apreciación del euro respecto al dólar.
Un cierto repunte en los tipos de interés ayudaría a los países de la zona euro con tendencia más claramente inflacionaria, como España, que en la actualidad presenta reales negativos. Y quizás podría ayudar a corregir el excesivo crecimiento del mercado inmobiliario, de forma que la burbuja se desinfle de forma gradual.
A pesar de los aspectos positivos que un alza moderada del tipo de interés puede tener, dos apuntes finales: la incertidumbre y volatilidad de los mercados actuales pueden hacer que este panorama cambie de forma repentina, y las reformas estructurales que la zona euro necesita para ser más competitiva y crecer con más fuerza siguen siendo imprescindibles.