Ikebana, el arte japonés de componer adornos florales
Todos amamos las flores, pero para el ikebana las flores no sólo son bellas, sino que reflejan el pasar de las estaciones y los cambios del corazón'. Cualquier definición de ikebana, como ésta de uno de sus grandes maestros, Sen'ei Ikenobo, hace hincapié en algo que para los japoneses es sagrado: la relación que une al hombre con la naturaleza.
Rikako Yano, maestra de este arte nipón de componer adornos florales, lleva ocho años enseñando ikebana en Madrid. Cada semana, varios grupos de personas se reúnen en su taller para aprender cómo imitar esa naturaleza (ikebana significa 'flores vivas') en un espacio tan sencillo como puede ser un jarrón. 'Antiguamente sólo los sacerdotes realizaban ikebana; luego lo practicó la clase alta del Japón y con el paso del tiempo se ha convertido en algo accesible para la gente normal', explica Rikako.
Lo primero que aprenden sus alumnos son técnicas precisas, como la forma de utilizar la tijera para cortar las ramas, el modo de sujetar las flores al kenzan (una base en la que se clavan las plantas) o el arte de doblar cuidadosamente cada tallo sin quebrarlo. 'En ikebana cada rama y cada flor tiene su belleza y necesita su espacio', explica la maestra japonesa. Una de las mayores dificultades que encuentran los occidentales que tratan de dominar esta disciplina es comprender que, como ocurre en el minimalismo, en ikebana menos es siempre más. 'Cuanto menos material se utilice más belleza se puede conseguir. A mis alumnos les cuesta descargar, porque en Occidente siempre se añade, mientras que en Oriente se resta'. Así, explica, la diferencia fundamental entre el ikebana y cualquier adorno de una floristería tradicional es la necesidad de 'imaginar' parte de la composición. 'En ikebana siempre debes poner algo de ti. Hay que imaginar el fondo en vez de llenarlo. Y el resultado depende de cada persona'.
Pese a que en su escuela el aprendizaje se divide en niveles y los alumnos obtienen un diploma de la prestigiosa escuela Ikenobo de Kioto, Rikako reconoce que dominar el ikebana exige estudiar toda la vida. En su taller explica los dos estilos de esta disciplina: tradicional (sólo se utilizan flores) y libre, en el que se admiten otros elementos.
Alumnos desde 15 hasta 70 años
Por 73 euros al mes más una cuota de inscripción de 21 euros, se puede recibir una clase de ikebana semanal. En la escuela Arte y Cultura de Japón que dirige Rikako Yano en Madrid los alumnos de ikebana oscilan entre los 15 y los 70 años. Abundan las mujeres, pero también acuden algunos hombres, especialmente aquellos relacionados con el sector de la floristería.La escuela, que cuenta con la acreditación de la Escuela Ikenobo de Japón, proporciona a los alumnos los materiales y las flores necesarias para realizar las composiciones. Según su directora, cualquier persona puede aprender ikebana. La diferencia está en que, según su sentido de la belleza, tardará más o menos tiempo en dominar este arte, una disciplina precisa que exige interés y concentración. 'Lograr la belleza depende de gestos sencillos. A veces con girar una rama el efecto es totalmente diferente', señala Rikako. Y apunta: 'las flores están vivas, hay que tratarlas con cariño y durarán más. Es como la vida'.