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Seminario

Las instituciones de Bretton Woods buscan su lugar en un mundo global

Académicos y responsables económicos de casi una treintena de países se dan cita en el Banco de España para debatir sobre las finanzas mundiales y el futuro de dos instituciones que nacieron con el objetivo de impedir crisis económicas que desembocasen en conflictos bélicos.

Los impulsores de BrettonWoods intentaban evitar que se repitiesen episodios como la Gran Depresión y la crisis económica que asfixió a Alemania tras la Primera GuerraMundial, creando el caldo de cultivo para la segunda contienda mundial. Sesenta años más tarde, los principales retos del FMI y el BancoMundial están marcados por la acelerada globalización de los mercados iniciada en los años noventa, tras la caída del muro de Berlín.

La reflexión sobre cómo afrontar estos retos es permanente en ambas instituciones. Pero el consenso sobre cómo hacerlo no parece tarea fácil.

Repensar los objetivos y la manera de funcionar de organizaciones como el Fondo Monetario y el Banco Mundial no es tarea fácil. A lo largo de seis décadas, ambos han ido transformándose a golpe de hechos consumados y han visto cómo sus principales accionistas iban ganando peso geoestratégico e intentaban servirse de ambas instituciones para influir en la actuación de otros Gobiernos. Los objetivos fijados en la Conferencia de Bretton Woods se han mantenido, pero las recetas para conseguirlos han ido cambiando con el paso de los años. El proceso resulta especialmente notable en el caso del FMI, que ha pasado de guardián del sistema monetario mundial a gestor de crisis de distinta naturaleza.

Al FMI le fue encomendada la defensa del sistema de Bretton Woods, que determinaba un tipo de cambio fijo con el oro como patrón. En 1971, la retirada de EE UU hizo saltar por los aires el sistema. Se implantó entonces un modelo de tipos de cambio variable y el Fondo tuvo que reconvertirse. Pasó de actuar como 'policía' del sistema monetario a ejercer de 'médico' ante crisis financieras de diverso alcance. Las crisis del petróleo de 1973 y 1979 impulsaron ese tránsito. El Fondo dio alas a su labor crediticia y potenció su perfil de prestamista 'de último recurso'.

El FMI prestó fondos a países en desarrollo con balanzas de pagos descompensadas por los altos precios del crudo y los tipos de interés. En 1982, cuando México anunció que estaba al borde de la bancarrota, el FMI empezó a mediar con la banca privada, asumiendo el papel de intermediario. Mientras, la estabilización de los tipos de cambio fue asumida por el G-5 (los países más ricos), que en los acuerdos del Plaza (1985) y Louvre (1987) dejaron claro que intervendrían en los mercados para evitar desequilibrios entre las divisas.

Para entonces, el FMI ya había ampliado sus préstamos blandos a cambio de planes de ajuste guiados por el llamado 'consenso de Washington', que consagraba el libre mercado, el rigor presupuestario, las privatizaciones y la globalización.

La actividad de apagafuegos del FMI fue especialmente notable en los años noventa, durante las sucesivas crisis de México (1995), Asia (1997), Rusia (1998) y Turquía (2000). Los préstamos condicionados fluían, pero ya se perfilaba la preocupación por el contagio de las crisis debido a la creciente globalización económica. Y cada vez más voces hablaban de que las propias recetas del FMI, impulsadas principalmente por el Tesoro de EE UU, habían propiciado el estallido de la crisis en Asia, al promover la llegada masiva a la región de capital especulativo.

El FMI empezó entonces a trabajar en mecanismos de alerta temprana y prevención, aunque no siempre con éxito. Las Líneas de Crédito Contingentes, creadas en 1999, nunca se usaron. Pero la labor preventiva volvía a perfilarse con las Cláusulas de Acción Colectiva, que despejan el camino de la negociación en caso de bancarrota de deuda soberana.

El caso de la ayuda a Asia resultó especialmente polémico porque suponía otra desviación del FMI. Hasta entonces, el Fondo había atendido a países muy pobres sin acceso al capital privado, a aquellos en transición a la economía de mercado y a los muy endeudados. Los tigres asiáticos (Tailandia, Corea del Sur, Indonesia) no encajaban en este perfil, pero la geopolítica obligaba a actuar.

Las críticas arreciaron poco después, cuando saltaron por los aires las recetas del FMI para Latinoamérica, una región tutelada desde hacía años por el organismo. Brasil, Argentina y Turquía acaparan hoy el 70% de los créditos del FMI y afrontan con razonable temor la posibilidad de un alza de tipos de interés.

Sin embargo, no todo han sido sombras en la actuación del Fondo. El organismo ha conseguido que las economías socorridas crezcan y que, con algún que otro sobresalto, exista una estabilización global lo suficientemente sólida como para que la economía mundial crezca este año un 4,6%. En cuanto a la lucha contra la pobreza, objetivo que atañe fundamentalmente al Banco Mundial, también se han conseguido avances, sobre todo en Asia y Latinoamérica. El principal foco de preocupación en este campo sigue siendo África, la eterna asignatura pendiente de la economía global.

Por lo general, quienes han recibido créditos los han devuelto. Pero las medidas impuestas a los prestatarios han sido dolorosas y no siempre efectivas. Además, aunque las recetas del FMI han demostrado ser efectivas para curar, parece claro que no sirven para prevenir. Michel Camdessus, director gerente del FMI entre 1987 y 2000, explicaba este fracaso con un símil médico: 'Utilizamos cirugía cuando con unas aspirinas a tiempo se podría haber arreglado'.

Sólo recientemente el FMI ha asumido errores en Argentina. Pero hace tiempo que críticos como Joseph Stiglitz, ex economista jefe del Banco Mundial y Nobel de Economía, cuestionan la eficacia de los programas de estabilización impuestos por el Fondo. Otros acusan al organismo de socorrer a Gobiernos corruptos y de promover la laxitud económica, por el convencimiento de los países de que si caen en crisis el FMI saldrá en su ayuda.

Lo único en lo que los críticos se ponen de acuerdo es en que hay que reformar las instituciones de Bretton Woods, redefinir sus estrategias y conseguir que los mecanismos de prevención funcionen. Ahí se acaba el consenso.

Los arquitectos del acuerdo

John Maynard KeynesEl economista británico, uno de los más influyentes del siglo XX, fue uno de los principales impulsores de Bretton Woods. Su obra La teoría general (1936) es considerada una pieza clave de la ciencia social y económica. Y en Las consecuencias económicas de la paz (1919) supo ver las semillas de la Segunda Guerra Mundial en el Tratado de Versalles y la consiguiente crisis alemana. Bretton Woods tenía como objetivo crear una institución que impidiese al mundo tropezar de nuevo en la misma piedra.Harry Dexter WhiteEl economista en la sombra del secretario del Tesoro John Morgenthau nunca tuvo la estatura de Keynes, pero el paso de la historia ha ido dando peso a su perfil. Dexter redactó el borrador de Estados Unidos para la creación del FMI y el compromiso final al que se llegó aquel verano de 1944 tiene mucho de esas líneas generales. EE UU quería un Fondo que no funcionara como un banco central, sino como promotor del crecimiento a través del comercio internacional y la estabilidad financiera.Ni Keynes ni Dexter pudieron ver el desarrollo pleno de los cimientos puestos en Bretton Woods. El primero murió en 1946 y el segundo, en 1948.

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