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Columna
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Estrategia para el nuevo Presupuesto

La Constitución española dispone que antes del 30 de septiembre el Gobierno presentará a las Cortes Generales el Presupuesto para el año siguiente. Como consecuencia del cambio de Gobierno, las normas para la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado para 2005 no han sido aún dictadas, cosa lógica, ya que las mismas constituyen el principal instrumento para el nuevo modelo de crecimiento que parece se pretende implantar para corregir determinados desequilibrios macroeconómicos que padece nuestra economía (déficit exterior e inflación) a través de una mejora en la competitividad. Para conocer cuál puede ser la aportación del Presupuesto a tal objetivo es preciso analizar, previamente, cuáles son los condicionantes presumibles que la elaboración del Presupuesto de 2005 va a tener.

Según las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía mundial crecerá este año el 4,6%, y el próximo se ralentizará algo el crecimiento, que se estima en dos décimas menos. Para la zona euro, con la cual nuestro intercambio comercial es mayoritario, se prevé un aumento del crecimiento del PIB de 0,6 puntos porcentuales (del 1,7% al 2,3%), y para el Reino Unido, una caída del 3,5% al 2,5%. Para Estados Unidos, la otra gran área de desarrollo, se estima que el alto crecimiento previsto para este año (4,6%) y la necesidad de corregir el doble desequilibrio que tiene dicho país descienda al 3,9%, situándose a pesar de ello en una tasa elevada. Para Japón, en cambio, se prevé en 2004 una fuerte elevación del 3,4%, lo que muestra que dicho país ha salido del encefalograma plano que ha mostrado en los últimos diez años, si bien por las incertidumbres existentes todavía se rebaja la previsión para 2005 en 1,5 puntos porcentuales.

Como resultado de este entorno mundial y de los excelentes resultados que viene presentando la economía española, el FMI prevé para nuestra economía un crecimiento del 2,8% para el corriente año, que se eleva al 3,3% para 2005, situándola así por encima de nuestro potencial de crecimiento a largo plazo.

El solo hecho de aumentar el gasto público en los factores de producción no equivale a un aumento de productividad

El tipo de interés, que es otro condicionante para el crecimiento, no se prevé que experimente variación en la zona euro, a pesar de las presiones de Alemania y Francia para que el Banco Central Europeo (BCE) lo rebaje, dado el control de la inflación en la zona euro de acuerdo con el objetivo de la autoridad monetaria, así como de Estados Unidos por su influencia en el tipo de cambio dólar/euro. Si el BCE bajase el tipo de interés, ello incidiría en la demanda interna, provocando tensiones inflacionistas con el consiguiente efecto negativo sobre la balanza comercial y de renta, efecto contrario al perseguido por el nuevo modelo de desarrollo. Para evitarlo, el Gobierno tendría que realizar una política presupuestaria restrictiva.

Dentro de la zona euro, la estabilidad presupuestaria es uno de los pilares fundamentales. El problema que surge es la concepción que de la misma se tenga. La Ley General de Estabilidad Presupuestaria considera que el equilibrio de las cuentas públicas debe conseguirse año a año. Pero tal interpretación es un error, pues el Estado tendría que recortar el gasto público o aumentar los impuestos para equilibrar el Presupuesto, con la cual la política presupuestaria tendría un carácter procíclico, lo que conduciría al país a un ajuste largo en el tiempo para salir de la recesión, con efectos negativos sobre el crecimiento a largo plazo.

El Tratado de la Unión y el Pacto de Estabilidad admiten que, en casos excepcionales y de forma temporal, el objetivo de situaciones próximas al equilibrio o con superávit, puede transformarse en déficit, que no debe superar el 3% del PIB. Pero tal déficit no sería consecuencia de una política fiscal expansiva querida por el Gobierno, sino por la entrada en funcionamiento de los estabilizadores automáticos. Otra interpretación que se pretende dar al Pacto de Estabilidad es que el déficit debe ajustarse cíclicamente, de forma que en el ciclo quedasen compensados superávit y déficit. El problema que se presenta es la determinación del déficit o superávit que debe existir en cada momento, de forma que quede compensado en la duración del ciclo: empíricamente se ha demostrado que esto no ha sucedido nunca.

Con independencia de esta disquisición teórica, España entrará el próximo año en una situación alcista del ciclo y, por tanto, aun aplicando la teoría del déficit cíclicamente ajustado, el Presupuesto de 2005 debería presentarse con un superávit en términos de Contabilidad Nacional que compensase los déficit que aparecerán cuando el ciclo comience la caída. Y esto sin tener en cuenta que las cuentas públicas tienen ya un déficit implícito del orden del 0,8% del PIB, como he expuesto en otras ocasiones.

¿Cómo puede el Presupuesto de 2005 colaborar a cambiar la estructura productiva española, dirigiéndola hacia actividades de generación de alto valor añadido? Potenciando los factores que incrementan la productividad global de la economía, ya que ésta pone de manifiesto la eficiencia en el uso de los factores de producción, tanto de capital humano, como de capital tecnológico y físico.

A medida que esta eficiencia es mayor, los costes unitarios de producción serán menores, lo que da lugar a un aumento de la productividad y, por tanto, de la competitividad internacional.

Pero el solo hecho de aumentar el gasto público en dichos factores de producción no quiere decir que consigamos un crecimiento de la productividad, pues si ésta es el espejo de la eficiencia en el uso de los factores de la producción, por qué no hacemos más eficiente la Universidad, la formación profesional, la investigación, el desarrollo y la innovación, evaluando dichas políticas públicas, los que seguro que nos daría muchas sorpresas. ¿Qué hacer entonces? æpermil;ste será el tema del próximo artículo.

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