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Tribuna
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¿Una zona euro de 22 países?

El autor analiza la futura evolución de las divisas de los nuevos socios europeos ante su potencial entrada en la unión monetaria, que es, a su juicio, uno de los retos de la ampliación. A la vez, alerta sobre los eventuales episodios de fuerte volatilidad cambiaria

Un aspecto muy relevante de la ampliación de la UE es la futura evolución de las divisas de los nuevos socios y su potencial incorporación a la unión monetaria europea. Nos enfrentamos ante una situación muy interesante dado que coexisten cuatro regímenes de cambio: tipo de cambio flexible (Polonia), libre pero intervenido (República Checa, Eslovaquia y Eslovenia), fluctuación en el interior de unas bandas (Hungría y Chipre) y tipo de cambio fijo ligado al euro para Estonia y Lituania, a los derechos especiales de giro en el caso de Letonia o una cesta compuesta por euro, libra y dólar en el de Malta.

Dado que ninguno de los nuevos Estados miembros ha solicitado la aplicación de cláusulas de salvaguardia, la incorporación de estos países a la UE implica, a término, la adopción del euro. Para ello, deben cumplir con los criterios de Maastricht en términos de estabilidad cambiaria y de niveles de déficit público, endeudamiento e inflación, así como con la participación durante al menos dos años en el nuevo Mecanismo de Cambio Europeo (MTC II).

El BCE ha observado en algunos países debilidades en política fiscal que aumentan hasta el 5% su déficit

Ahora bien, los países no tienen la obligación de integrar de forma inmediata el mecanismo. Todo depende de la fecha en la que deseen incorporarse a la zona euro. Los países más grandes parecen querer retrasar su incorporación, mientras que los más pequeños desean una incorporación más acelerada. Todo apunta a que la entrada en el euro de los países más pequeños, como Eslovenia, podría producirse en 2007, mientras que, para el resto, esta incorporación podría ser posterior: 2008 para Hungría y 2009-2010 para la República Checa, Polonia y Eslovaquia.

Hasta esa fecha, conviene alertar de potenciales episodios de fuerte volatilidad cambiaria, como los observados en 1992 y 1993 en divisas como la libra, la lira, la peseta, etc. De hecho, ya hemos asistido a los primeros avisos en Polonia y Hungría (el zloty polaco y el forint húngaro se han depreciado frente al euro un 20% y un 15%, respectivamente). Tal y como ha advertido el FMI en su último World Economic Outlook, es importante que los países candidatos adopten políticas encaminadas a reducir los desequilibrios tanto en déficit por cuenta corriente como en déficit público.

Esta idea coincide con el análisis que hizo el BCE en su Boletín Mensual del pasado mes de febrero, en el que apuntaba que se han observado debilidades en política fiscal en una serie de países que elevan hasta el 5% el déficit público. Estonia es el único país que consigue mantener una posición de superávit en materia fiscal, si bien es el que presenta un mayor desequilibrio en el sector exterior: un 15,2%. Salvo Eslovenia, todos los países sufren elevados déficit por cuenta corriente (una media del 4,4%), lo que puede ser especialmente preocupante si tenemos en cuenta que la mayoría de divisas presenta una sobrevaloración en términos de paridad del poder adquisitivo del 10% al 15%. Tan sólo el zloty, tras su reciente ajuste, y el tólar esloveno presentan un tipo de cambio cercano al de equilibrio. El resto ofrece una clara vulnerabilidad a que los capitales internacionales comiencen a preocuparse por la ausencia de saneamiento presupuestario y la posible aparición de presiones inflacionistas vinculadas, en parte, al efecto Balassa-Samuelson (convergencia de precios resultante de la convergencia de los niveles de renta).

En materia de precios se ha observado un proceso de desinflación que, sin embargo, ha sido heterogéneo, ya que, aunque la mayoría de países presenta tasas de crecimiento de los precios por debajo del 2%, otros todavía muestran inflaciones por encima del 5%.

El BCE también alerta de este riesgo, que se intensifica por el hecho de que la financiación del déficit exterior se realiza cada vez en menor medida con entradas de inversión directa (mucho más estables que en cartera) al haberse finalizado el proceso de privatizaciones y por el hecho de que los déficit presupuestarios crecientes han dado lugar a la emisión de más deuda pública que, a su vez, ha sido adquirida en gran medida por inversores extranjeros (aunque esto no impide que la región mantenga una calidad crediticia A según las principales agencias de rating).

En conclusión, uno de los retos más interesantes de la ampliación de la UE es la futura evolución de las divisas ante la potencial entrada a la UME y el necesario ajuste de diversos desequilibrios no sólo para cumplir con los criterios de acceso, sino también para evitar una fuerte volatilidad cambiaria.

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