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Columna
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Bienvenidos a la UE

Este sábado se incorporan 10 nuevos países a la UE, en la mayor ampliación (por número de entrantes) jamás registrada. Hace ya tiempo que la UE ha sobrepasado los límites de una unión económica. Con buen criterio dejó de ser la Comunidad Económica Europea, pero con cualquier cambio institucional los aspectos más relevantes acaban revertiendo hacia lo económico. Con la incorporación de los nuevos miembros de la Unión se ha venido hablando mucho más de las implicaciones económicas de la adhesión que de la calidad y representatividad de las democracias que se integrarán el área de democracia efectiva más amplia del planeta. Mucho se ha escrito de las diferencias de costes laborales entre los entrantes y la media de la UE, pero muy poco, al menos en debates públicos, sobre aspectos como respeto a las minorías, incorporación del acervo comunitario,...

Lamento que mi énfasis en este artículo también sea lo económico, pero también puedo decir que el resto de los aspectos de la integración tiene, en la opinión pública, un papel accesorio. Aunque la Unión sea mucho más que económica, a corto siempre serán mucho más visibles los efectos económicos sobre el resto de los miembros que cualquier otra de las probables repercusiones de la masiva adhesión.

De los efectos económicos podríamos distinguir los que afectan a las finanzas de la propia UE y los derivados de la ampliación de mercado que supone una población casi el doble de la española pero que sólo produce (en términos económicos) un 60% del PIB español. El problema para España es que, seguramente en ambos casos, la incidencia será negativa.

Los estrategas de las empresas son responsables del error de no buscar más presencia en el Este

Por un lado, el saldo superavitario respecto a la UE que España ha mantenido desde principios de los noventa se verá reducido. Una buena parte del superávit (que ronda el 1% del PIB español) se debe a los fondos estructurales de las comunidades autónomas de menor renta per cápita. Ese superávit debe ir necesariamente a los nuevos socios, lo cual nadie discute. Sin embargo, por proximidad geográfica, es muy posible que España no se beneficie del aumento de capacidad de gasto que permiten los fondos estructurales a los países beneficiarios. Por relaciones geográficas, históricas, o mejor posicionamiento empresarial, los contratos irán a empresas alemanas.

Si la empresa española no ha buscado más presencia en aquellos mercados, este error solo es imputable a sus responsables de estrategia. Si además se tiene en cuenta que estos países, y especialmente Polonia, tienen sistemas que todavía emplean un porcentaje elevado de su población en el sector primario, que es el sector más subvencionado por los fondos de la UE, todavía peor.

En una UE ampliada se reduce el pastel y algunos de los comensales tienen mucha más hambre. No veo más alternativa, ante la necesidad de dotar de capital a la economía española, que sacar del Presupuesto del Estado Español algunos de los fondos que dejarán de llegar a las regiones españolas de menor renta. Esto supondría renacionalizar los fondos estructurales.

Los nuevos países tienen ventajas competitivas, por la relación entre sus costes laborales y la capacitación de sus trabajadores, que ya están suponiendo procesos de deslocalización industrial. Es muy posible que buena parte de este proceso se haya completado ya, por lo que no se deberían esperar dimensiones dramáticas. La economía española, a través de decisiones privadas o de la política económica, difícilmente puede alterar la inercia del proceso de deslocalización, a no ser que cambie significativamente la dotación de capital físico y humano por trabajador.

El papel de los responsables económicos nacionales y autonómicos en los últimos años, por no haber actuado frente al problema de deslocalización industrial es tan criticable como el de los estrategas de las empresas españolas frente a las oportunidades de la ampliación. Un pacto social, si eso sigue siendo posible, que cambiara moderación salarial y reformas en los mercados laborales por inversión privada podría atenuar estos efectos económicos de la ampliación.

No todo tienen que ser inconvenientes. Los bajos niveles de renta y la distancia de los entrantes hacen difícil que los sectores de mayor ventaja comparativa de la economía española, algunas producciones agrícolas y turismo, se vean beneficiadas a corto plazo por aumentos de demanda que provengan de los entrantes en la UE, aunque el aumento de demanda seguramente llegará. Además, la ampliación abre un mercado laboral más amplio en trabajadores cualificados, ahora sin trabas gracias a la libertad de circulación de trabajadores, como solución a uno de los problemas endémicos de la economía española.

Como casi cualquier aspecto económico, a corto plazo sólo percibimos coste, mientras que los ingresos tardarán en llegar y son más inciertos. De todos modos, bienvenidos.

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