El PIB, Don Quijote y Zapatero
José Luis Rodríguez Zapatero, en el debate del estado de la nación celebrado los días 26 y 27 de junio de 2001, cuando aún había tiempo de preparar actos e investigaciones que requieren un largo periodo de gestación, habló de aprovechar los 400 años de la aparición de El Quijote, como lo intentaron los de la generación del 98 hace un siglo con menores posibilidades, para que nos sirviera de plataforma cultural. En la misma línea, ya con sólo un año para el evento, se ha vuelto a pronunciar en el reciente debate de investidura al decir: 'Me propongo que la cultura se sitúe en la esfera de las cuestiones de Estado. La conmemoración del cuarto centenario de la primera edición de El Quijote es una ocasión excepcional para promover las culturas, las historias y las lenguas de España'.
Ni fue entendido en 2001 ni lo ha sido ahora. En la primera ocasión, el entonces ministro de la Presidencia del PP, Juan José Lucas, afirmó que El Quijote representa en la historia cultural de España algo así como los Harlem Globe Trotters para la americana. En la segunda, la propuesta de Rodríguez Zapatero no ha tenido mejor éxito y fue abucheada por diputados populares y mereció un torpe comentario del portavoz del PNV Josu Erkoreka, quien sólo parece haber leído, sin entender, el episodio en que Don Quijote vence al vizcaíno Sancho de Azpeitia.
Sería ridículo pretender que las reacciones ante el libro de Cervantes fuesen unánimes porque, aunque todo el mundo, salvo vergonzosas excepciones como las señaladas, se declare cautivado por sus personajes, siguen siendo muchos los enemigos del caballero manchego, tantos o más que hace 100 años, cuando Unamuno, en su Vida de Don Quijote y Sancho, una de las principales contribuciones de la generación del 98 al tercer centenario a que se refirió Zapatero, escribió lo siguiente: 'Si nuestro señor Don Quijote resucitara y volviera a ésta su España, andarían buscándole una segunda intención a sus nobles desvaríos. Si uno denuncia un abuso, persigue la injusticia, fustiga la ramplonería, se preguntan los esclavos: ¿qué irá buscando con eso?, ¿a qué aspira? Ante un acto cualquiera de generosidad, de heroísmo, de locura, a todos esos estúpidos bachilleres, curas y barberos de hoy no se les ocurre sino preguntarse: ¿por qué lo hará?'.
Pero el caso es que ahí está la provocación intelectual del nuevo presidente del Gobierno, y por suerte también otras iniciativas, como la emprendida por el Gobierno de Castilla-La Mancha desde junio de 2002 con la creación de una empresa pública para recoger sugerencias, ideas y propuestas y para coordinar los proyectos, así como la anunciada por el Ayuntamiento de Barcelona, que pretende extender el Día del Libro a actos de homenaje a El Quijote durante toda una semana.
Los objetivos más definidos, de momento, son los de tipo económico, como que el IV centenario sirva a Castilla-La Mancha para aumentar su producto interior bruto regional por la vía de potenciar las infraestructuras para hacer más atractiva la implantación de empresas, consolidar denominaciones de origen con vistas a la exportación, ampliar y mejorar la red turística y múltiples acciones que, según palabras de José María Barreda, aprovechen el conocimiento universal de Don Quijote para que Castilla-La Mancha sea un referente para el mundo.
En concreto, la relación que existe entre turismo y cultura es conocida, por ejemplo, a través de la encuesta Familitur, donde se aprecia que el 15% de los viajes de ocio en España se realizan por motivos culturales, que se eleva al 44% cuando el turismo se hace al extranjero y que en el 35% de los viajes interiores y el 67% de los viajes al exterior se efectúan visitas culturales a monumentos, museos, etc. Esta circunstancia, conocida o simplemente intuida, ha llevado a la lógica pugna de los pueblos por figurar en las rutas del Quijote y atraer visitantes que se alojen, coman y se vayan cargados de recuerdos.
Pero, además de los beneficios económicos inmediatos que pueden reportar estas acciones, la potencialidad del IV centenario es extraordinaria y, por seguir con el del turismo, es de esperar que, junto con los paisajes y vivencias que se lleven nuestros visitantes, consigamos que se lleven también la imagen de una España que parece querer recuperar esos valores quijotescos tan admirados en todos los rincones de la Tierra.