Oportunidad perdida
La dependencia del petróleo en las principales economías del mundo convierte la cotización del barril en una de las variables que más condicionan la evolución del ciclo debido al impacto que supone sobre la renta disponible, los beneficios empresariales, la balanza por cuenta corriente, etcétera. Existe consenso, contrastado empíricamente y documentado en numerosos estudios teóricos, de que la mayoría de las crisis económicas han estado determinadas, en mayor o menor medida, por un brusco encarecimiento del crudo. En este sentido, la persistencia del precio del barril por encima de los 30 dólares a lo largo de los últimos meses ha intensificado el debate sobre el impacto que puede tener en las tasas del crecimiento del PIB y si puede poner fin a la recuperación económica observada desde la segunda mitad del pasado ejercicio. Existen varios factores relevantes, y propios de la actual situación, que deben tenerse en cuenta a la hora de analizar el impacto del encarecimiento del petróleo.
En primer lugar, a diferencia de otras ocasiones, no podemos denominar shock al comportamiento del precio del barril, toda vez que el encarecimiento se ha producido de forma gradual. Además, se cumple prácticamente un año de petróleo caro, por lo que el efecto base de este denominado impuesto al consumo (y a los beneficios empresariales) ya se ha producido en gran medida. Es decir, la economía se habría adaptado a un barril en la zona de los 30 dólares sin que se hayan observado ni presiones inflacionistas ni un impacto excesivamente negativo sobre el consumo o en los beneficios empresariales.
A diferencia de otras fases recuperadoras, la actual se ha iniciado con unas tasas de crecimiento de los precios muy reducidas (recuérdese que hace un año el debate giraba en torno al riesgo de deflación). Es decir, podemos considerar que el encarecimiento del petróleo se ha producido en el mejor momento posible o, al menos, en el que menos problemas genera en materia de precios. Incluso, en Japón ha podido servir para que por fin se generen expectativas inflacionistas, percepción muy relevante para que el país siga dejando atrás los graves problemas sufridos en la última década.
La economía del área euro es la que podría sufrir en mayor medida las consecuencias del encarecimiento del crudo
Es sin duda el área euro la economía que presenta una posición más retrasada en la fase recuperadora del ciclo y, por lo tanto, la que podría sufrir en mayor medida las consecuencias del encarecimiento del barril. Sin embargo, en este caso contamos con un hecho diferencial positivo, la apreciación del euro, que limita el encarecimiento, en moneda doméstica, del crudo. Desde enero de 2003 el barril ha cotizado, en promedio, en 29,5 dólares, frente a los 25 de 2002, lo que supone un encarecimiento del 18,6%. Sin embargo, la media en euros de 2003 y 2002 es de 25,6 y 26,4, respectivamente, por lo que en nuestra moneda asistimos a una cesión de la cotización del barril del 3%. Por lo tanto, el bloque económico que más podría sufrir las consecuencias del encarecimiento del crudo consigue evitarlo gracias a la apreciación de su divisa.
Otro factor que debemos tener en cuenta y que reduce los riesgos es la propia posición y estrategia de la OPEP. Las últimas decisiones de recorte de producción por el cártel persiguen, por un lado, compensar el incremento de cuotas adoptado en anteriores meses (cuando reaccionó a la huelga de Venezuela de diciembre del pasado año) y ajustar la oferta a la previsible disminución de la demanda una vez finalizado el invierno en el hemisferio norte. Es decir, la OPEP no está buscando tanto un encarecimiento del barril como evitar una brusca caída en próximos meses. El cártel también ha constatado en los últimos años que un excesivo precio del barril puede maximizar ingresos a corto plazo pero los reduce a medio plazo si la economía entra en recesión.
En conclusión, el encarecimiento del petróleo implica menores tasas de crecimiento del PIB pero, por sí sólo, no provocará una desaceleración económica. Es decir, el petróleo es una oportunidad perdida para conseguir un crecimiento más sano y estable. En cualquier caso, no debemos adoptar una posición conformista, ya que en un futuro próximo podrían producirse nuevos shocks que sí podrían impactar notablemente sobre el ciclo. De esta forma, debe ser prioritaria la potenciación de políticas de investigación y desarrollo que tengan como finalidad contar con procesos productivos más eficientes y, al mismo tiempo, para generar energías renovables, como mecanismo para ser autosuficientes en materia energética.