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Cinco sentidos

El mito de la gimnasia sin esfuerzo

El sueño de la mayoría de las personas preocupadas por perder peso es encontrar un sistema que permita conseguir ese objetivo sin levantarse del sillón. Si está usted en esa situación tendrá que reconocer que la idea de hacer ejercicio mientras lee, mientras ve la televisión o mientras duerme es tentadora. Sin sudores, sin agujetas. En dos palabras: sin esfuerzo.

La gimnasia pasiva, un sistema que puede practicarse en centros estéticos, gimnasios o incluso en casa, ha surgido en los últimos años como respuesta a esa plegaria. Sin ir más lejos, a ciertas horas de la madrugada las cadenas de televisión se llenan de anuncios que prometen abdominales perfectos a cambio de usar unos minutos al día un curioso cinturón con electrodos.

El mercado ofrece así dos grandes opciones a todos los interesados en moldear su figura sin sufrir: la estimulación eléctrica (pequeñas descargas a través de electrodos) y las camillas de ejercicios pasivos, que obligan a mover brazos, piernas y cintura sin esfuerzo. La clave, como en todo, es saber si el milagro funciona.

'Hay mucha inversión económica en este tipo de productos, pero lo cierto es que hoy por hoy existe muy poca literatura científica sobre la efectividad de estos mecanismos' para reducir grasa y perder peso, señala el doctor Pedro Manonelles, secretario general de la Federación Española de Medicina Deportiva (Femede).

El doctor Manonelles es tajante al recordar que para cambiar la estructura del cuerpo 'es el cuerpo el que tiene que hacer el esfuerzo físico'. Y que el concepto de gimnasia pasiva 'es en sí contradictorio porque la gimnasia es siempre activa'. Otra cosa, matiza, es que los sistemas vibratorios y de electroestimulación puedan servir de complemento a un plan de eliminación de grasa corporal 'que se base en la reducción de la ingesta de calorías y en una tabla adecuada de ejercicio físico'.

Lo cierto es que los expertos en medicina del deporte y los entrenadores de alta competición recomiendan la estimulación eléctrica para dos situaciones muy concretas. La primera es la rehabilitación de lesiones y la segunda el entrenamiento específico de determinados grupos musculares. En ambos casos se hace bajo rigurosos control y con un material muy especializado que ni se vende a domicilio ni se utiliza en centros estéticos.

El peligro de la publicidad engañosa

Los hay para todos los gustos. Anuncios que afirman que se puede conseguir un vientre de atleta con unos minutos de electroestimulación al día. Publicidad que asegura que la celulitis desaparece con la gimnasia pasiva. O panfletos de clínicas que prometen perder peso en un mes y sin esfuerzo. Un elevado número de campañas de marketing sobre sistemas de adelgazamiento no mencionan nunca las dos palabras mágicas que todos los médicos repiten una y otra vez a quien quiere perder peso: dieta hipocalórica y ejercicio aeróbico.Y es que la publicidad engañosa en materia de estética corporal está al orden del día. Prueba de ellos son las numerosas sentencias de tribunales de justicia que han condenado a empresas y centros de belleza por publicidad ilícita e incluso fraude en este tipo de productos.Así, y como ejemplo, una sentencia dictada por un juzgado de lo penal de Sevilla condenó a los propietarios de un centro de estética por un delito de fraude continuado. La sentencia incluye el testimonio de un médico forense y un endocrinólogo sobre la supuesta efectividad de las camillas de gimnasia pasiva que utilizaba el centro en los tratamientos de adelgazamiento. Los peritos coinciden al afirmar que este tipo de mecanismos 'carecen de eficacia' para lograr la pérdida de peso corporal. Otra de las afirmaciones que recoge el fallo es que 'los geles y las cremas celulíticas' tampoco sirven para eliminar este problema estético.

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Esther J. Vallejo

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