Zapatero derrota a Rajoy en la recta final
El Partido Popular sufrió ayer un serio castigo en las urnas al perder 35 escaños como consecuencia del vuelco electoral derivado, probablemente, de la matanza terrorista registrada el jueves en Madrid. Con el 85% del voto escrutado, el PSOE se colocaba anoche como el partido ganador de los comicios, aunque su posible acceso al Gobierno estará supeditado a los acuerdos políticos que alcance con otras fuerzas
A falta de un 15% de voto por escrutar, el PP se instalaba anoche en los 148 escaños frente a los 183 conseguidos hace cuatro años, cifra que le aleja de la posibilidad de formar gobierno y que encuadra al partido gubernamental en una derrota sin precedentes teniendo en cuenta que viene de una mayoría absoluta. El PSOE obtuvo 164 diputados frente a los 125 de marzo de 2000. Otra importante novedad a destacar es la alta participación en las urnas: alrededor de un 77%, muy cerca de la histórica de 1982. De cualquier modo, José Luis Rodríguez Zapatero no lo tendrá fácil para formar gobierno, aunque rozaría la mayoría absoluta con la ayuda de CiU y la sobrepasaría con la suma también de Coalición Canaria.
A la vista de los resultados provisionales de ayer domingo, en el hemiciclo del Congreso se sentarán a partir del mes que viene algunos grupos nacionalistas bastante más reforzados que en anteriores legislaturas. La excepción es CiU, única fuerza nacionalista que sufre un retroceso, pues pasaría de los actuales 15 escaños a la frontera de 10. Mala noticia para Josep Antoni Duran i Lleida. Y es que CiU aspiraba en esta legislatura a tener la llave de la gobernabilidad y también albergaba el temor a quedarse fuera de juego.
La mayoría de las encuestas hacían prever que las filas del PNV se verían fortalecidas con más diputados, pero, finalmente, mantiene posiciones respecto a marzo de 2000. En una dinámica más clara de crecimiento se instala, sobre todo, Esquerra Republicana, que, gracias a la publicidad implícita que le hizo el Gobierno a raíz del caso Carod, puede alcanzar los ocho diputados. Sus escaños están contiguos a los de EA y el BNG, que mantendrían un diputado cada uno.
CiU disminuye su representación parlamentaria mientras que ERC llega a los 8 escaños
Los primeros pronósticos colocaban a Coalición Canaria con cuatro escaños. Su presidente, Paulino Rivero, ya ha dicho a las claras que no pensaba participar en el cóctel de un gobierno a la balear presidido por Zapatero. Además, Coalición Canaria gobierna en unión con el PP en el archipiélago canario. Los resultados de ayer domingo llegan precedidos de una campaña electoral atípica y llena de sobresaltos que anularon las estrategias previamente diseñadas desde los cuarteles generales de los dos grandes partidos. La primera sorpresa surgió al conocerse la entrevista mantenida por el máximo responsable de Esquerra Republicana y ex consejero jefe de la Generalitat, Josep Lluis Carod-Rovira, con ETA. La noticia no sólo tambaleó la estabilidad del Gobierno presidido por Pasqual Maragall, sino que fue explotada a fondo en campaña por José María Aznar y el resto de los dirigentes del PP.
De alguna forma, este episodio enterró los ejes sobre los que podía haber girado el recorrido final hacia las urnas: las propuestas de las dos fuerzas políticas principales sobre fiscalidad, empleo, política social, inmigración y tantas otras dosificadas por Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero a través de actos sectoriales, quedaron en el almacén de la memoria colectiva cuando ETA declaró, como segundo capítulo del caso Carod una tregua limitada a Cataluña.
El intento del PSOE, sobre todo, por recuperar los instrumentos habituales de una campaña electoral se vieron a menudo neutralizados desde el Gobierno y el PP mediante la agitación del caso Carod. Finalmente la utilización implícita del terrorismo por parte del Gobierno se le volvió en contra a través de uno de los registros menos esperados y, al mismo tiempo, más temidos: el zarpazo brutal, sin antecedentes en Europa, del terrorismo islámico en el corazón de España.
La matanza de Madrid ha generado dentro del Gobierno y del PP dos gabinetes de crisis. Uno pensado para responder con todos los medios al temible desafío de una tipología de terrorismo casi inédita en España y otro para encauzar con criterios razonables el último tramo de una campaña electoral rota por el 11 de marzo que arrojaba en los estudios demoscópicos resultados claramente favorables al candidato Mariano Rajoy. Es una evidencia demostrada por la forma en la que el Ejecutivo ha ido dosificando las informaciones relativas a la masacre, desviando desde el principio todas las miradas hacia la autoría de ETA, que el trabajo de los dos gabinetes de crisis han llegado a mezclarse. Del primero forman parte el presidente del Gobierno, los dos vicepresidentes, el ministro del Interior, el de presidencia y el portavoz. El segundo gabinete lo integraron hasta ayer domingo todos los que intervinieron en el diseño de la campaña electoral del PP, con Gabriel Elorriaga y Carlos Aragonés a la cabeza.
Los componentes de este último Gabinete coincidían con destacados dirigentes de la dirección del PSOE en que después de la matanza provocada supuestamente por Al Qaeda en Madrid todos los pronósticos electorales conocidos con anterioridad al 11-M quedaban claramente invalidados. Todos menos dos: el previsible aumento de la participación en las urnas y la tendencia a la polarización del voto entre los dos principales partidos.
El 11-M motivó al PP a abonar el recorrido final hacia las urnas desviando la atención hacia la responsabilidad de ETA, desmentida por la propia organización terrorista y provocando una dura paradoja en la mayoría de los responsables políticos ajenos al Gobierno y, tal vez, entre buena parte de los ciudadanos: por primera vez en la siniestra historia de la organización se le concedía en amplios sectores más credibilidad que al Ejecutivo. Esta paradoja la hicieron patente con mayor o menor precisión el PSOE, CiU, el PNV y el resto de los partidos de oposición del arco parlamentario. En el análisis realizado por sus respectivas direcciones a sólo tres días de la cita con las urnas pesaron muchos datos, entre ellos tres evidentes: la decidida entrega con la que el ministro del Interior, Ángel Acebes, apuntó las responsabilidades de la matanza en la cuenta de ETA; las instrucciones emitidas por la ministra de Exteriores, Ana Palacio, a los embajadores españoles para que divulgaran la versión de la autoría etarra y, por último, la clara dosificación oficial de la información proporcionada a la opinión pública sobre las investigaciones policiales. Un solo dato: la noticia de las primeras detenciones de ciudadanos marroquíes presuntamente involucrados en la masacre del 11-M fue facilitada por Acebes sólo después de que desde la dirección del PSOE se le presionara para facilitar información puntual y veraz a los ciudadanos. Y es que en el cuartel general socialista se tuvo clara desde el principio la sospecha de que en la intención del Gobierno estaba llegar a las votaciones de ayer habiendo instalado en la retina de los ciudadanos la imagen de ETA como responsable de una de las carnicerías más brutales que ha realizado nunca, a excepción de la voladura de las Torres Gemelas, una organización terrorista.
Dos hipótesis previas
Sobre la forma en la que esta brutal matanza podía distorsionar el veredicto final de las urnas se manejaban en los dos grandes partidos algunas hipótesis. Una de ellas partía del posible castigo que los votantes de izquierdas, a través de una mayor movilización de la inicialmente prevista, podían infligir al PP por su apoyo a la guerra de Irak y la ayuda prestada desde el Gobierno a la administración norteamericana en esta contienda aún del todo inconclusa.
Otra hipótesis, esta última favorecedora de los intereses electorales del PP, descansaba en la relación lógica que muchos ciudadanos pueden llegar a establecer entre el sentimiento de riesgo, por el temor a sufrir nuevos atentados indiscriminados, y la conveniencia de respaldar sin rodeos, en estas circunstancias, al Gobierno de turno. Al final, las urnas dieron más la razón a la primera hipótesis.
LAS CLAVES
Alta participación: Con el 85% del voto escrutado, la participación se colocaba casi en el 77,5%, similar a la que dio al PSOE el histórico triunfo de 1982.
PP: El candidato de Mariano Rajoy pierde en las urnas 35 escaños de los que logró José María Aznar en marzo de 2000.
PSOE: El hasta ahora primer partido de la oposición suma 39 escaños más de los obtenidos por Joaquín Almunia hace cuatro años.
CiU: La pérdida de cinco escaños con respecto a marzo de 2000 los absorbe, en parte, Esquerra Republicana de Cataluña, que se coloca con ocho diputados.