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Columna
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Los banqueros centrales de Europa crean doctrina

Los recientes discursos de varios presidentes de bancos centrales de países europeos son coincidentes respecto a las recetas para revitalizar la economía europea. No son novedosas pero, dada la inercia del pensamiento humano, no parece mala idea su repetición hasta que los ciudadanos hagan de ello un credo y los políticos presenten resultados.

La coincidencia radica en el énfasis que todos ponen en las reformas estructurales y en la estabilidad presupuestaria. En ambas se trata de corregir (mejorar o asegurar) los desequilibrios (equilibrios) para reforzar el crecimiento económico. Paradójicamente, las economías europeas se encuentran en mejor posición para liderar la aplicación de estos principios de ortodoxia económica que otras áreas geográficas. La irresponsable posición del déficit público americano y su falta de postura respecto a otras políticas micro tendrán su coste a medio plazo, aunque hoy experimenten un momento dulce, con una elevada productividad por su innovación tecnológica.

Europa, con distinto grado de avance, distintos planes de medio plazo o desde posturas políticas diferentes, tiene en su credo la reducción del desequilibrio presupuestario. La decisión francesa y alemana de no cumplir el Pacto de Estabilidad, y del Ecofin de permitírselo, supone una debilidad del sistema que puede aguar la disciplina del resto de países, y ya se ha dicho que se debería enfatizar el límite del grado de soberanía presupuestaria en una unión monetaria.

Los planes fiscales de reducción del déficit son equiparables a las demandas de que las empresas deban sanear balances y las economías domésticas cuidar su endeudamiento. Los banqueros centrales europeos insisten en pedir cautelas sobre el nivel de deuda, aunque en general es inferior al de EE UU. La conciencia de las autoridades económicas europeas contrasta con la situación norteamericana.

Hay que notar que las dificultades de Alemania se corresponden con la reforma en profundidad que lleva a cabo, que implica replantearse en papel del Estado en la economía. El presidente del Bundesbank, Ernst Welteke, ha señalado que Alemania se encuentra ante un nuevo paradigma económico, en el que el Estado pasará a tener un papel más subsidiario y la gente tendrá cada vez mayor capacidad de decisión (responsabilidad) de sus propias acciones. Alemania se ha enfrentado a estos años a la necesidad de modificar su mercado laboral, aumentando la flexibilidad del empleo, de su sistema de salud pública, con copago de los pacientes, y de su seguridad social, controlando despilfarros del sistema. Francia e Italia tienen programas similares.

Las medidas aplicadas en Alemania son un ejemplo de lo que Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, dijo en el Foro de la Nueva Economía en Madrid: que las políticas fiscales ortodoxas enfatizan la necesidad de reforma estructural del gasto público. Es necesario que se transfiera el gasto de áreas improductivas a nuevos usos que mejoren la productividad y favorezcan la acumulación de capital físico y humano. La política fiscal discutirá la composición del presupuesto en lugar de fijarse principalmente en el tamaño del déficit.

Nada de ello es fácil. Puede hacerse gracias al marco de estabilidad financiera, entorno de inflación y tipos de interés bajos, y de euro fuerte, que es el marco de la política monetaria del BCE. Las menciones al euro fuerte, hechas por alguno de los gobernadores, por ejemplo Welteke o Nout Wellink, presidente del Banco de Holanda, minimizan su impacto negativo en la economía. Por un lado, señalan que es más importante para el sector exterior europeo la fortaleza de la demanda externa. Es la recuperación de las economías asiáticas la que está mejorando las perspectivas económicas a través de las exportaciones europeas.

Por otro lado, la apreciación del euro redundará en mayor descenso de la inflación, lo que contribuirá a mejorar la renta disponible de las familias. Según el banco central holandés una apreciación de un 10% del euro (en términos efectivos) supone una merma del 0,35% del crecimiento de la eurozona a corto, pero un efecto a largo plazo (en seis años) positivo del 0,7% por el estímulo del consumo.

No está de más que estos mensajes se repitan. Como el presidente del Bundesbank señaló en una conferencia ante inversores británicos, la confianza en el proceso de reformas genera confianza y ésta es la base de la recuperación económica.

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