Una Europa cacofónica
Los líderes de Alemania, Francia y Reino Unido celebraron ayer en Berlín su tercera cumbre tripartita en seis meses. Más allá de los mensajes a favor de reformas que impulsen el crecimiento, la reunión sirvió para poner en evidencia que el eje franco-alemán, aliado con Reino Unido de manera coyuntural, está decidido a ejercer su liderazgo en una Europa de dos velocidades.
La lista de agraviados por la cumbre de ayer está encabezada por España, Italia y Polonia. Países que lideraban, a su vez, la carta de los seis a favor del cumplimiento estricto del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y de dar un impulso a la agenda de reformas acordada en la Cumbre de Lisboa (misiva suscrita también por Holanda, Portugal y Estonia).
Aparentemente, ambos bloques de países defienden lo mismo: impulsar las reformas estructurales para convertir a Europa en la zona económica más dinámica y competitiva del mundo. Pero el G-6 rechaza de plano cualquier modificación en la aplicación del Pacto de Estabilidad, a pesar de que sus ratios de crecimiento, empleo, productividad e inversión tecnológica distan mucho de los de EE UU, país al que se supone que pretende desbancar la UE como líder económico global.
Lo que está realmente en juego no es el Pacto de Estabilidad en sí, cuya reinterpretación parece ineludible, sino quién llevará las riendas en la nueva Europa de 25 miembros. España aspira a ser jugador de primera división y el vicepresidente Rodrigo Rato aseguraba hace tiempo que el 'núcleo duro' de la UE ya existe y está integrado por los países de la zona euro. Una idea que no parecen compartir Schröder, Chirac y Blair. La 'Europa polifónica' que defiende la ministra Ana Palacio va camino de convertirse en una 'Europa cacofónica'. El peor escenario para todos.