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Columna
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Movimientos en la industria

Las colonias fabriles que permanecieron activas durante décadas hoy tienen un atractivo en donde el respeto al pasado y la arqueología industrial evocan situaciones sin retorno. Las fábricas se llevan de un sitio a otro en función de ventajas objetivas, como proximidad a fuentes de materia prima o energía, de incentivos en costes laborales o del atractivo de la normativa fiscal, laboral u otras.

La sensibilidad a los factores que promueven la relocalización de actividades productivas ha crecido con el cambio técnico, que hace más fácil el traslado, simplifica muchos procesos de fabricación y aporta más opciones.

También ha influido la industrialización, simultánea y súbita, de grandes países, como China, India, Indonesia o Pakistán, que se acompaña de la liberalización del comercio y permite producir en cualquier parte y vender en prácticamente todo el mundo. Sin embargo, son los factores económicos los que más impulsan el proceso. Entre otros, cuentan: a) que la competencia ya haya hecho movimientos en ese sentido, de modo que si no se reacciona tendrá ventajas importantes; b) el exceso de capacidad productiva y el consiguiente aumento del poder negociador de la demanda, especialmente en forma de grandes importadores o cadenas de comercialización masiva; c) las exigencias de los consumidores finales que, además de calidad y diseño, quieren precios bajos, y d) las políticas de captación de inversiones que se realizan en las agencias de desarrollo regional de todos los países y que comportan incentivos fiscales y subvenciones.

Es lógico que multinacionales o empresas españolas decidan llevar parte de su producción a otro sitio

El último aspecto ha sido acotado (con éxito parcial) por organismos supranacionales, como la UE, y por Gobiernos centrales que quieren evitar los excesos y la competencia desleal creada por regiones que se exceden en las ayudas ofrecidas que, aunque son necesarias y a veces el elemento que hace desnivelar la balanza, no suelen ser el factor decisivo.

Las empresas se mueven en todas direcciones. En los sectores maduros hay más alternativas pero el coste laboral siempre importa mucho, en cambio, donde cuenta más el capital fijo el coste laboral tiene menos relieve. Es normal que en un país estén saliendo inversiones previas e inviertan en el exterior los nacionales, al tiempo que se capta nueva inversión, como ocurre en EE UU y Alemania. Es lógico que algunas multinacionales y empresas españolas decidan llevar parte de su producción a otro sitio. Sería preferible que no ocurriera, y se debe actuar para minimizar las salidas y potenciar las entradas, pues, al contrario de las quejas de los setenta sobre la 'venta del país', las ventajas que aporta la inversión extranjera directa son reconocidas ampliamente.

La pregunta de qué hacer tiene respuestas:

Evitar los dramas, la crítica sistemática y las barreras -o amenazas- de salida. Es inútil y actúa como barrera de entrada para inversores potenciales. Hay que huir de exigencias no amparadas por normativa legal. Crea inseguridad, desacredita a las instituciones y es un fuerte desincentivo que las agencias de desarrollo de otros países dan a conocer.

Un entorno favorable, con simplificación administrativa, reducción de la presión fiscal general y de la que afecta la actividad económica (por ejemplo, sobre los actos jurídicos documentados).

Flexibilidad, que es virtud empresarial que permite acercarse a los clientes y servirles mejor. Sin ella no hay competitividad ni, en poco tiempo, empleo.

Trabajar con las empresas ya captadas para facilitarles el paso a gamas de producto más compatibles con la oferta que realiza el país.

Reducir las diferencias perjudiciales, como compensar reducciones en cuotas a la Seguridad Social con aumento de IVA y rebajar tipos de impuesto de sociedades y poner los coeficientes de amortización en línea con las tendencias en la UE.

Centralizar la labor de las distintas agencias autonómicas encargadas de la captación de inversión extranjera. Se daría mejor servicio, se evitarían que alguna mala práctica perjudique la inversión que podría captar el país.

Establecer una vía rápida para conceder permisos de trabajo y residencia para técnicos y directivos de empresas que inviertan en el país. Completar la red de convenios de doble imposición para evitar situaciones disuasorias.

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