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Columna
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¿Otra reforma laboral?

Carlos Sebastián

Las propuestas electorales de los principales partidos conocidas hasta ahora no aluden a reformas en el mercado del trabajo. El autor subraya esta omisión y discrepa de los argumentos que consideran innecesarios los cambios en el actual marco laboral

Los programas electorales que se nos plantean estos días no aluden a la reforma del mercado de trabajo. El candidato del PP hizo una referencia a ella en una primera intervención hace meses, pero no se ha oído nada más y el secretario de Estado de Economía declara no considerarla necesaria. Los partidos de la oposición tampoco la mencionan. ¿Hay argumentos convincentes en contra de plantear una nueva reforma laboral? Discutamos dos posibles argumentos:

l La fuerte creación de empleo de los últimos años hace innecesario un cambio de regulación en el mercado de trabajo. El intenso proceso de creación de empleo se ha debido fundamentalmente a tres factores: la inmigración, la moderación salarial y la sustancial reducción del tipo de interés real.

La actual negociación colectiva favorece sólo a las organizacio-nes empre-sariales y sindicales, y no a los empresarios ni a los trabajadores

El fuerte flujo de inmigrantes ha contribuido a crear empleos directos -de inmigrantes-, que no se hubieran creado si no hubiera habido esas personas dispuestas a aceptar esos puestos de trabajo. Y las actividades que han empleado a esos inmigrantes han generado empleos -de nacionales y de inmigrantes- en otras ramas de la economía, que no se hubieran producido si no hubiera habido el empleo inicial de los no nacionales.

A este efecto multiplicador, y a que la demanda de empleo en otros sectores se haya mantenido firme ha contribuido la moderación salarial de los últimos años. El salario real medio de 2002 -medido en términos de los precios de consumo- fue el mismo que el de 1997. Esta moderación se ha conseguido gracias a una actitud positiva de los sindicatos y a la propia incidencia de la inmigración sobre la oferta de trabajo.

Por último, la reducción del tipo de interés real en los últimos años ha impulsado un sector muy creador de empleo como es la construcción, que es donde el empleo ha crecido más intensamente desde 1997. También la creación de empleo en otros sectores se ha visto favorecida por el bajo coste financiero para las empresas.

¿Van a continuar presentes estos factores en los próximos ejercicios? La caída en el tipo de interés, no. La moderación salarial puede que tampoco, si continúa la tendencia alcista registrada en 2003. Y no sabemos si el fenómeno inmigratorio va a mantener la intensidad registrada desde 1996.

l Lo importante es conseguir aumentos en la productividad total, lo que permitiría un crecimiento simultáneo de salarios y empleo. Y eso se logra con programas de educación y de I+D. De acuerdo con la primera parte de la afirmación. La productividad es una de las asignaturas pendientes de la economía española. Y es cierto que el dilema crecimiento de la productividad o crecimiento del empleo es un falso dilema, como lo demostró la experiencia de Estados Unidos en el último auge -y tantas otras-. Es indudable que una mejor educación tiene efectos positivos sobre la productividad a largo plazo. Es, al menos, una condición necesaria, aunque puede no ser suficiente. Me parece bien un crecimiento de los programas públicos de I+D, pero tengo serias dudas de que esta política conduzca por sí misma a mejoras en la productividad. La productividad de un sistema económico está más relacionada con incentivos. Y aspectos de la regulación laboral desincentivan una gestión más innovadora del aparato productivo -aspectos de la regulación en los mercados de productos, también-. Por ejemplo, hay evidencia de que la combinación de altos costes de despido con negociación colectiva a nivel sectorial dificulta la adopción de nuevas tecnologías.

Los costes de despido son altos en el literal de las normas, pero lo son más en la práctica, porque los empresarios perciben -con razón- que las decisiones judiciales -y de la Administración- tienen un fuerte sesgo en contra de sus argumentos, y de sus intereses. Y la preponderancia del ámbito sectorial en la negociación colectiva sólo favorece a las organizaciones empresariales y sindicales, no a los empresarios ni a los trabajadores.

No parece que los argumentos comentados justifiquen la omisión de propuestas sobre el mercado de trabajo. La discusión de los mismos apunta, por el contrario, a la conveniencia de hacerlo. En las dos cuestiones planteadas -costes efectivos de despido y negociación colectiva- y también en el sistema de protección de parados, para la que la nonata reforma de 2002 podría ser una referencia útil.

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