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Columna
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La confusión sobre el tipo de interés

El otro día estaba esperando a un amigo en una cafetería. Como no tenía otra cosa mejor que hacer para entretener la espera, saqué la antena hacia el corrillo de al lado. Unos sesudos varones que se las daban de enterados discutían sobre una segura subida de los tipos. Apostaban acerca del cuánto y el cuándo. La realidad del hecho nadie osaba ponerla en duda. De si medio punto, de si un cuartillo, si para enero, si para febrero. Lo que nadie decía es por qué tiene que subir el precio del dinero.

Esa conversación que escuché robada no es sólo una frivolidad en la barra de un bar, es una opinión generalizada y que carece completamente de fundamento. Desde la perspectiva de la situación económica española es evidente que lo que vendía bien es un ligero repunte de los tipos, como instrumento ortodoxo de control de la inflación. Como es perfectamente conocido en España estamos ante una situación completamente disparatada, un incremento de precios en torno al 3% y un tipo de interés del 2,25%.

O sea, que no hay política monetaria, ya que si su función consiste en proporcionar estabilidad a los precios, algo que aquí brilla por lo contrario. Y no puede ser de otra manera, ante la ausencia de banco central propio. De todas maneras, nos movemos en parámetros tan bajos que da exactamente igual.

Un control monetario de nuestra inflación requeriría tipos de, al menos, un 5%. Lo que es impensable e imposible. Por otra parte resulta más que dudoso que diera el resultado previsto, ya que existe una inflación necesaria derivada del contagio de precios con nuestro entorno europeo. De aquí que debamos preguntarnos acerca de si es preocupante tal nivel de aumento de precios.

La respuesta no puede ser sino negativa, por la sencilla razón de que no es perceptible y no tiene incidencia real en el desarrollo económico. Aparte de todo, la única política que se puede introducir para la reducción de la inflación sólo puede ser tributaria vía incremento de la presión, ya fuere sobre el consumo -que a su vez sube precios- o sobre la renta. Hay otro argumento, absolutamente pedestre, para creer que los tipos de interés deben subir, y es decir que están muy bajos, a lo que no estamos precisamente acostumbrados por estos pagos.

Además, visto desde la perspectiva centroeuropea, con una inflación alemana del 1,1% y un crecimiento económico reducidísimo, cualquier subida de tipos sería un disparate. Y no olvidemos dónde está la sede del BCE.

Lo cierto es que los tipos deberían comportarse en un sentido completamente distinto al alza. Deberían reducirse -y drásticamente- por debajo del 1%.

Me explico. El tipo de interés USA está al 1% con un déficit publico y comercial disparado con una inflación plana, lo que se traduce en la actual disparidad de tipo de cambio dólar euro y en la consiguiente pérdida de competitividad internacional de la Unión Europea. Que genera una espiral de demanda de euros frente a dólares, sin que se refleje para nada en el tipo de interés, debiendo, sin embargo, hacerlo.

Puede que el problema resida en la concepción legal de la política monetaria, al servicio, sólo, de la estabilidad de precios. Pero en cuanto se mete en la coctelera de la economía internacionalizada aparecen nuevos elementos que deben ser tomados necesariamente en cuenta. No se puede aislar un fenómeno económico de los demás, son fenómenos de la misma realidad, por muy discordantes que sean. Cada vez resulta más claro que la política monetaria no puede separarse de la política de competencia y de la tributaria. Hace falta un mando europeo central.

Están surgiendo novedades inéditas que deben hacer replantear el pensamiento y las políticas, por ende. Las economías mundiales han dejado en esta época de ser cerradas y tienen una inmensa capacidad y posibilidades de crecimiento. Y ello a costa de la estabilidad en las más desarrolladas y de unos desequilibrios permanentes en las más débiles y vecinas. En EE UU, el sur; en Europa, el este.

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