Difícil, pero no imposible
Es posible en España un escándalo en los fondos como el que asuela Estados Unidos? 'Yo no me atrevo a decir que sea imposible, pero es difícil', sostiene Ana Maymus, analista de Sabadell Banca Privada. La respuesta es coincidente con la de muchos actores del mercado, que esperan que el Reglamento de la Ley de Instituciones de Inversión Colectiva, que se aprobará antes de que acabe esta legislatura, detalle los cauces para atajar el fraude y las malas prácticas en el sector.
En Estados Unidos numerosas gestoras están siendo investigadas por realizar dos prácticas distintas, una ilegal y otra poco ética. La primera de ellas consiste en permitir que fondos de alto riesgo suscriban participaciones de los fondos de la gestora después del cierre del mercado, pero con el valor liquidativo de ese mismo día en lugar de tomar el del día después. Eso permite al fondo de cobertura aprovechar las noticias positivas generadas después del cierre de mercado. La segunda consiste en permitir que estos hedge funds entren y salgan a su antojo de los fondos aprovechando las ineficiencias que se producen en la valoración de las carteras de mercados con distintos usos horarios.
El valor liquidativo de un fondo en España se realiza una vez al día, al cierre del mercado. Las suscripciones y reembolsos se producen con la valoración del día en que se solicitan, pero si la orden entra después de una hora determinada, por ejemplo las dos de la tarde, se toma el valor liquidativo del día siguiente.
Un experto asegura no obstante que en la actualidad el depositario lo tiene difícil para comprobar que una gestora no está haciendo algo ilegal
Fuentes de la CNMV reconocen que no existe ningún lugar donde no sea posible un fraude. Matizan, sin embargo, que en España la situación es distinta porque la ley es más estricta que la de Estados Unidos y que la europea. La semana pasada, el presidente de la CNMV, Blas Calzada, descartaba que en España pueda producirse un escándalo similar, porque la comercialización de fondos es revisada dos veces, una por la CNMV y otra por los depositarios. 'La supervisión es constante en la gestión de los fondos y en las carteras de los componen', aseguran desde la CNMV.
'El depositario tiene poco que decir', sostiene Juan Briz, de BNP Paribas Securities Services en España. 'Tiene pocas herramientas para saber si la gestora ha alterado la hora de entrada de una orden'. En otros países, como Irlanda y Luxemburgo, existe una figura independiente denominada transfer agent, que lleva el registro de partícipes y la hora de las órdenes.
La CNMV ha enviado recientemente una carta a los depositarios recordándoles su labor de la vigilancia. El depositario es el encargado de controlar las cuentas de los fondos, las entradas y salidas de los partícipes e incluso comprobar que la hora de las órdenes (indicada por la gestora) coincide con la del folleto.
La nueva Ley de Fondos hace hincapié en la vigilancia, pero debe ser el reglamento el que especifique las herramientas de que dispondrán los depositarios. La legislación obliga a que depositario y gestora pertenezcan a distintos grupos y exige al depositario la vigilancia en la gestión, velar por el respeto a la legalidad, exigir responsabilidades a la gestora y supervisar el cálculo del valor liquidativo.
'En la actualidad es difícil comprobar que la gestora no está haciendo algo ilegal, a no ser que tenga un procedimiento muy claro y se pueda verificar', sostiene Briz.
Las herramientas contra el fraude van más allá. Existen códigos de conducta que deben cumplir todos los actores del mercado, y la nueva legislación crea la figura del defensor del partícipe. En Adicae, la asociación de usuarios de bancos, cajas y seguros, muestran escepticismo. 'Si hay gente que no cumple la ley, ¿cómo va a cumplir con los códigos voluntarios?'.
Una conmoción a la que no se ha puesto el punto final
En el principio fue Enron. Una máquina de hacer dinero encumbrada en los rankings. Pero el cascarón que resultó ser la eléctrica tejana naufragó en unas cuentas obtusas y ficticias que ni los más avezados contables sabían descifrar y que llevaron a sus accionistas a los cero beneficios, a sus pensionistas a los cero ahorros, y a muchos trabajadores al cero empleo.Enron intenta salir de la suspensión de pagos en la que entró hace dos años como una empresa más humilde. Algunos de sus ejecutivos han sido detenidos. Unos se han declarado culpables, otros siguen batallando en los tribunales y el ex presidente Ken Lay y su ex consejero delegado Jeff Skilling aún no han sido acusados de nada.Pero Enron sólo fue el principio. La empresa puso al descubierto la maraña de intereses cruzados con las auditoras y por el camino quedó la suya, Andersen, ya desaparecida del mapa.Y luego vino Worldcom, y también en superlativo porque fue el mayor fraude de la historia. Tampoco su ex presidente Bernard Ebbers está acusado de nada todavía y la investigación sigue. La fiscalía de Oklahoma se querelló contra él pero acaba de retirar la acción.Para entonces ya habían emergido Adelphia, Tyco y Global Crossing y otras compañías grandes y pequeñas que amañaron sus libros de contabilidad o que, como Imclone, cayeron en la información privilegiada. Pero no estaban solas. Para financiar, colocar en el mercado, fusionar o lo que dejara beneficios estaban los bancos de inversión trabajando en conexión con sus áreas de análisis y destruyendo la presunta muralla china que separa estos dos negocios.Pero el escándalo no se quedaba ahí. Este otoño llegó al corazón del capitalismo. El presidente de la Bolsa de Nueva York, Dick Grasso, había orquestado un sistema por el que terminaría cobrando este año más de 180 millones de dólares mientras el mercado no se recuperaba de los sustos ni de la crisis. El escándalo de la desproporción, cuando el espanto, lejos de curar, irritaba al ya enfermo inversor, hizo que Grasso saliera por la puerta pequeña y fuera sustituido por un banquero, John Reed.Grasso no es el único perfil alto caído de una institución. El escándalo empresarial se saldó con la renuncia de Harvey Pitt como presidente de la SEC. Demasiado cercano a las auditoras y demasiado amigo de la autorregulación. William Donaldson, ex amigo y predecesor de Grasso en la Bolsa, le sustituyó para, entre otras cosas, disentir cordial y no tan cordialmente con fiscalías como la de Eliot Spitzer, que desde su puesto en Nueva York se está especializando en el llamado crimen de cuello blanco.Donaldson y Spitzer siguen con sus encuentros y desencuentros en la que está siendo la siguiente ronda de escándalos. Esta vez los protagonistas son los fondos de pensiones, que han olvidado que algunas de sus prácticas diarias de mercado están prohibidas porque es sisar al inversor.Había quien sinceramente pensaba que esto era lo último. Entonces el FBI detuvo recientemente a 47 intermediarios de divisas y se les acusó de fraude. Con estos mimbres, y de forma preventiva, esta historia se queda hoy sin punto final.