Producción y productividad
Los ludditas eran grupos de individuos que, en la primera mitad del siglo XIX, organizaban correrías callejeras para destruir la maquinaria textil. La concentración del capital que representaban las máquinas, el trabajo que quitaban a los artesanos tradicionales y la tendencia deshumanizadora de la industria eran los argumentos esgrimidos por este grupo, heredero de Ned Lud, un personaje que no se sabe muy bien si existió o no.
Ganaron, claro está, las máquinas. Por goleada. Y ahora las últimas cifras de crecimiento que vienen de Estados Unidos hacen a todo el mundo un poco luddita. Porque crece a gran ritmo el PIB y aumenta la productividad mientras se destruye empleo. Como recuerda Santiago Niño, catedrático de Estructura Económica, es la primera vez que, tras un periodo de recesión, el empleo no ha aumentado en Estados Unidos. Tras la de 1991 sólo creció el empleo un 0,3%, y ahora se destruye. ¿Ha cambiado el modelo económico?
La tecnología y la deslocalización permiten que el aumento de productividad deje de repercutir no ya en los salarios -aquello de la plusvalía pasó a la historia hace mucho-, sino ni siquiera en el empleo. Algo preocupante, porque sin empleo el crecimiento no es sostenible. Por eso el aumento del PIB de Estados Unidos es un dato sólo a medias. Por eso y porque los desequilibrios a los que se enfrenta la primera economía del mundo son de unas dimensiones mareantes para cualquier economista responsable.
¿Por qué crece la productividad? Porque menos gente trabaja más que antes para sacar más producción. Hay mucha capacidad productiva sin utilizar y, en consecuencia, se puede atender la creciente demanda sin tener que contratar nuevo personal.
Las economías de escala cada vez lo son en mayor medida, ya que los flujos de información permiten a las grandes empresas atender la demanda local con tanta flexibilidad como una compañía local.
Lo que no termina de cuadrar con estas cábalas milenaristas es que en España, que no se diferencia tanto de Estados Unidos, la historia es diametralmente diferente. La productividad baja porque el empleo crece a más ritmo que la producción. Los analistas señalan que esta anomalía es consecuencia de las últimas reformas laborales (abaratamiento del despido) y fiscales (mínimo exento del IRPF).
Ello ha provocado afloramiento de trabajadores sumergidos, por lo que el empleo crece más que el PIB. Han rebajado los costes laborales y, por tanto, rebajado el umbral a partir del cual se crea empleo. Un modelo laboral estadounidense ahora que la innovación lo está cambiando.