Las cotizaciones y la presión fiscal
La presión fiscal cayó en los países de la OCDE por segundo año en 2002, tras décadas de escalada. Sin embargo, España mantuvo un nuevo avance del peso de la recaudación fiscal sobre el PIB, aunque limitado a unas décimas. Entre los 15 de la UE, sólo Bélgica, Luxemburgo y Portugal acompañaron a España en la subida.
Pero el aumento continuado en España no se ha quebrado ni con dos reducciones del IRPF, aunque en términos personales la presión haya cedido, al menos entre los perceptores de rentas salariales. Han sido las cotizaciones empresariales y laborales a la Seguridad Social, desempleo y formación profesional las que han sostenido viva la creciente aportación impositiva. Y pese a que este sistema ha contado con un amplio programa de bonificaciones por la contratación de trabajadores fijos, la fuerte afloración de contratados sumergidos y la expansión del empleo y la asalarización (ha crecido en términos relativos más que el PIB buen número de años) han impulsado más los ingresos de la Seguridad Social de lo que lo ha hecho el producto.
Las aportaciones de empresas y trabajadores suponen el 12,6% del PIB, frente al 11,4% de media en la UE y al 9,4% en la OCDE. Pero el desequilibrio tiene un sesgo hacia la carga patronal, que supone el 8,7% del PIB, frente al 6,6% europeo y el 5,8% de la OCDE. La cuota parte de los trabajadores es menor. Con estos argumentos, la patronal CEOE se carga doblemente de razones para insistir en una rebaja de al menos tres puntos en las cotizaciones. Hasta ahora sólo la justificaba en que esta especie de impuesto sobre el empleo, que costea las pensiones de ocho millones de españoles, generaba más de 6.000 millones de superávit al año.