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Formación Continua

La vida de estudiante continúa en la empresa

La reforma de la formación continua ya está en la calle. Uno de sus objetivos es llegar a los colectivos menos cualificados. Pero estudiar y trabajar también es cosa de ejecutivos y de jóvenes que entran en el mercado laboral de la mano de un curso

Este año voy a aprender alemán, conseguiré perfeccionar mi nivel de contabilidad y además me apuntaré al gimnasio'. Cumplir con esta lista de buenos propósitos depende de la voluntad de cada uno, pero también del bolsillo y aquí es donde las empresas pueden echar una mano a sus empleados. Entrar en el mercado de trabajo también es una vía para la formación a bajo coste. Para ello, las empresas pueden utilizar la formación continua, los cursos pagados por la empresa como fórmula para atraer y retener a perfiles ya cualificados o los contratos formativos.

En agosto de este año, salió a la calle la nueva normativa que regula en España la formación continua. A partir de ahora, además de los asalariados, autónomos y colectivos como los trabajadores del campo y del mar también podrán recibir formación. Además se incorporan los trabajadores fijos discontinuos y los que se acojan a regulación de empleo.

De media, cerca de 1,7 millones de trabajadores al año reciben algún tipo de formación continua, lo que supone en torno al 10% de asalariados de España. Según Gregorio Marchán, secretario confederal de formación de CC OO, 'tanto las empresas, sobre todo las más pequeñas, como los trabajadores tienen mucha desinformación sobre la formación continua'. Según Marchán son los trabajadores de las grandes empresas los que más se benefician de estas acciones. En general, el perfil del empleado que accede a la formación continua es el de alguien con estudios medios, con contrato estable en una empresa con más de 50 empleados y situada en el área de una gran ciudad.

El objetivo de la norma es que los colectivos menos favorecidos como mayores de 45 años, mujeres o personal de poca cualificación reciban formación. Para acceder a un curso, el empleado puede apuntarse a los cursos que ofrezca su empresa. Cursos que, previamente la compañía habrá presentado a la fundación que sustituye a la Forcem.

La empresa puede elegir dar cursos con sus propios medios o contratando con centros externos. Asimismo, los empleados pueden acudir a iniciativas del exterior amparados por la hasta ahora llamada Forcem. Una de las novedades del sistema que destaca Marchán es que si el empleado entiende que se le está discriminando en la empresa puede denunciarlo de manera individual. En todo caso, la formación tiene que estar relacionada con las tareas del empleado. Otra de las novedades son los contratos-programa. A través del Inem, sindicatos y confederaciones empresariales recibirán dinero para organizar cursos para trabajadores con competencias comunes a varios sectores de actividad.

Para animar a las empresas con menos de cinco trabajadores a formar a sus empleados, el nuevo sistema hace que no tengan la obligación de cofinanciar parte alguna de los costes totales de la formación y se les garantiza un crédito de bonificación en lugar de un porcentaje de participación. No obstante, la financiación sigue siendo el gran caballo de batalla de la educación. Tanto antes como ahora, el dinero sigue saliendo de las cotizaciones de trabajadores y empresas y del Fondo Social Europeo.

Enganchado por el máster

Para un perfil más alto de trabajador, la posibilidad de formarse en la empresa es tanto una fórmula que utilizan las compañías para ficharle como para retenerle. Según explica Cecilia Lacarra, abogada de Sagardoy Abogados, empresa y trabajador pueden acordar el llamado pacto de permanencia. Con él se obliga al empleado al que se le ha costeado un curso a no irse de la empresa durante un plazo máximo de dos años. En el caso del personal de alta dirección, esta limitación temporal no existe. En general, puede fijarse un plazo medio de unos cuatro años. El curso debe estar directamente relacionado con las tareas ejecutadas. Al empleado, siempre le queda su derecho a irse, pero tendrá que indemnizar a la compañía.

Ante trabajadores más jóvenes, la empresa puede utilizar los contratos formativos, ya sea en prácticas o para la formación. En el caso de las prácticas, la duración mínima del contrato será de seis meses y el máximo de dos años. Una vez finalizado el empresario debe entregar un certificado en el que figuren las tareas realizadas por el becario. Cuando el contrato es para la formación, el empleado no puede ser mayor de 21 años y en la empresa deben, además de encargarle tareas laborales, darle clases teóricas.

'Transmite los valores y la estrategia de la compañía'

Joaquín Mansanet, director de formación de centros comerciales de Carrefour, entiende que la formación 'debe estar al servicio de los valores y la estrategia de la compañía'. En la empresa, con una plantilla de más de 40.000 personas, se combina la formación externa, 'complementa la visión de nuestro propio negocio con otros puntos de vista', aclara Mansanet, con la formación interna, 'que transmite el saber hacer de cada responsable'. Al igual que otras empresas, sobre todo las más grandes, Carrefour se beneficia de subvenciones como Forcem. Cursos como Nuestro objetivo: el cliente han llegado a todo el personal de hipermercados (38.000 personas). La formación de inicio de trabajo o el medio ambiente han sido otros de los cursos.

'El gran problema es evaluar la calidad de la educación'

La formación es cosa de las grandes empresas. En los negocios pequeños no se hace casi nada y si no fuera por la Forcem algunas compañías de tamaño medio no darían formación. Estas afirmaciones son casi un dogma en España. Enrique Piñedo, director de proyectos de la consultora de formación Global Estrategias, las comparte y señala que 'el gran problema ahora es evaluar la calidad de la formación', dando por hecho que sin financiación no se puede hacer mucho. En su opinión, hay que ver si lo que se imparte se adecua al empleo y 'cuál es el retorno de esta inversión'. En cuanto al tipo de cursos demandados, Piñedo señala que 'la formación muy técnica se da dentro de las compañías y la genérica se contrata'.

'Te reciclas y ganas puntos para cambiar de empresa'

'Lo primero que discutes con tu jefe cuando planteas que quieres hacer un máster es que la empresa respete el horario porque en algún momento las clases van a coincidir con días de trabajo. Luego viene si te pagan algo, todo o nada'. Cristóbal acaba de iniciar el segundo y último año de un máster para directivos de IESE. Tiene 34 años y es director de área de una entidad financiera. La iniciativa la tomó él y no sus jefes. La empresa paga el 50% del curso y aunque no ha firmado ninguna cláusula que le obligue a quedarse en la empresa sí ha oído eso de '¿ahora no te marcharás a otro sitio?'. No es su intención, pero reconoce que con el máster 'te reciclas y también ganas puntos para cambiar de empresa'.

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