Las heridas económicas leves del 11-S se agudizan en Irak
Los ataques contra Nueva York y Washington de hace dos años no tuvieron una gran incidencia en una economía que había entrado en recesión meses antes. Pero la guerra contra el terrorismo declarada ese día tiene consecuencias graves para el futuro de EE UU.
En apenas 10 segundos la imponente estructura de las Torres Gemelas del World Trade Center de Manhattan cedió. Los edificios no soportaron la presión del calor provocado por la explosión de los dos aviones secuestrados que se empotraron contra ellas. Con más de 3.000 muertos en un solo día, EE UU cambió. Y de la mano de un presidente republicano, George Bush, EE UU quiso que cambiara el resto del mundo.
Tras los atentados se abrió una atípica y genérica guerra contra el terrorismo que llevó a las tropas americanas a Afganistán y luego a Irak con unas consecuencias que ahora se revelan mal calculadas política y económicamente por la Casa Blanca.
Lo que no se desmoronó a causa del 11-S fue la economía de EE UU por mucho que, inicialmente, esta fecha y su dramático significado fuera recurrente en empresarios y políticos para justificar caídas de beneficios, despidos masivos y ajustes.
El efecto del 11-S se ha diluido en una crisis que había empezado antes y aún no ha sido superada
La Reserva Federal apuntaló una débil economía, aquejada de la explosión de la burbuja bursátil, con sucesivas bajadas de tipos que ayudaron a mantener el pilar básico de la economía estadounidense en un momento de shock sin referencias históricas: el consumo. Pero más allá de los sectores turístico y aéreo, el efecto del 11-S se fue diluyendo en una crisis iniciada previamente y que no ha terminado aún.
EE UU entró en recesión en marzo de 2001, según la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER), que fijó el fin de la misma en noviembre, dos meses después de los ataques.
Nueva York, la ciudad que en todos los aspectos más sufrió los ataques ha perdido 162.900 empleos desde entonces y el paro está por encima de la media nacional al 8,1%. Sin embargo, según la Reserva Federal de Nueva York, 'el alcance del papel de los ataques sobre la economía es dudoso'.
De hecho, a finales de 2001, los economistas se ocupaban más de los escándalos empresariales, de los que Enron fue su primer exponente, y de la crisis de confianza bursátil que del 11-S.
Indirectamente, el 11-S sí que provocó la vuelta de las amenazas del largo plazo sin haber resuelto a cambio la debilidad económica. La guerra contra el terrorismo es cara y requiere del Estado un amplio gasto militar que incide en otros gastos federales. La petición de ayuda internacional de Bush en las últimas semanas es una muestra del imposible esfuerzo que la titánica operación supone para EE UU.
'El gasto que mayor crecimiento experimenta es la defensa', señala en su informe de agosto sobre el presupuesto la oficina técnica del Congreso (CBO). En 2003 el gasto en defensa supone el 3,8% del PIB, el mayor nivel desde 1994. A esta situación hay que sumarle la caída de los ingresos por la crisis y la rebaja de impuestos.
Las previsiones presupuestarias resultan particularmente dañinas para el futuro, ya que dada la falta de concreción en el gasto militar previsto, el déficit presupuestario llega hasta 2011. The New York Times sentenciaba en un reciente editorial que quizá el déficit sea manejable para Bush, pero para las generaciones futuras, 'de ninguna manera'.
Wall Street salva los muebles; Europa no
Los atentados terroristas contra las Torres Gemelas coincidieron con unos mercados débiles. El estallido de la burbuja tecnológica en marzo de 2000 había desembocado en una crisis de confianza que en la actualidad no se ha superado.Estos dos últimos años arrojan un balance muy diferente entre las plazas financieras del Viejo Continente y las del otro lado del Atlántico. El Dow Jones registra una caída del 7%, el Standard & Poor's, del 6%, mientras que el Nasdaq sube un 9%.En Europa la situación pinta peor. El Ibex está un 7,32% por debajo de los niveles de entonces y el Dax y el Cac, un 24%.El ataque al corazón financiero del mundo aceleró para muchos la crisis económica en la que estaba inmersa el país. Las empresas comenzaron a rebajar previsiones de beneficios y la huida de los inversores se hizo masiva tras los máximos históricos que alcanzaron muchas compañías en plena euforia bursátil.El escándalo Enron a finales de diciembre de 2001 debilitó la frágil confianza de los mercados. Después se destaparon más casos de contabilidad dudosa y vinieron las tensiones geopolíticas.El miedo al terrorismo no ha desaparecido en las Bolsas. Muchas de las jornadas de Wall Street vienen marcadas al alza o a la baja dependiendo de los rumores de captura de Bin Laden o Sadam Husein.La situación tiende a mejorar para un futuro a medio plazo. El dinero ha comenzado a entrar en los índices, que cotizan en la zona de máximos anuales. Pero el nuevo escenario, marcado por la confianza de una recuperación económica, no está exento de cautela e incertidumbres.