Las formas de la inestabilidad
Entre enero y marzo de este año la renta variable resultaba muy poco atractiva. La inminencia de una guerra en Irak y los malos datos económicos hacían que los más conservadores (o más escaldados por las pérdidas de los tres últimos años) evitaran cualquier contacto con las Bolsas. Desde entonces, los fondos de renta variable española se han revalorizado en promedio un 20%. O un 27% para quienes hubieran decidido suscribir un fondo de renta variable en el peor momento del primer trimestre.
Entre comienzos de enero y mediados de junio la inversión en renta fija proporcionaba unos magníficos resultados: 3,25% de rentabilidad para los fondos de renta fija a largo plazo en euros. Tampoco esta revalorización se hacía sin sobresaltos, pues a mediados de marzo, justo en las fechas en que la situación empezaba a mejorar en las Bolsas, el precio de los bonos iniciaba un proceso de caída. Tras ese pequeño susto, anticipo del que habría de producirse tres meses más tarde, el precio de los bonos se recuperaba con creces, sólo para caer con renovada fuerza desde mediados de junio. Esta caída restaba un 1,5% de la rentabilidad media acumulada por los fondos de renta fija, dejándola en el 1,75%.
Tras esas vicisitudes, el mercado de renta fija sigue muy nervioso e inestable en tanto que las Bolsas, aunque oscilando, mantienen una suave tendencia alcista y están relativamente tranquilas, mientras fluyen los nuevos datos económicos que parecen confirmar la fuerza creciente de la recuperación norteamericana.
De una situación de crisis como la vivida en estos tres últimos años nunca salen ni las economías ni las Bolsas de manera lineal y sin retrocesos
¿Qué va a ocurrir a continuación? El optimismo reinante en los ambientes de Bolsa durante los últimos días no debería provocar la pérdida de la perspectiva: de una situación de crisis como la vivida en estos tres últimos años nunca salen ni las economías ni las Bolsas de manera lineal y sin retrocesos. Por eso habrá que dar por descontado que aún quedan muchos sustos por delante, aunque el futuro más inmediato pueda resultar relativamente optimista.
Probablemente, las Bolsas van a seguir inmersas en un movimiento secular de inestabilidad; con sorpresas muy desagradables esperando a uno o dos años vista (cuando empiecen a subir los bancos centrales los tipos de interés de intervención); pero, también, con fuertes recuperaciones como la que se está produciendo en la actualidad: tras las grandes caídas de las Bolsas, sus índices se suelen recuperar en oleadas sucesivas que al principio aportan un 25% (1990-91); un 30% (1981-82) o incluso un 60% (1974-75), y más tarde un 30% adicional que en algunos casos (1991-1994) tarda hasta tres años en completarse. Si este último y moderado patrón de comportamiento se repitiera esta vez, el Ibex 35 presumiblemente alcanzaría en 2006 el nivel de los 9.500 (por donde ya pasó repetidas veces entre comienzos de 1998 y mediados de 2001). Y los fondos de Bolsa obtendrían en ese caso, durante los tres próximos años, unas ganancias anuales medias de alrededor del 9% (en condiciones de evolución paralela de los tipos de largo plazo, los de renta fija no deberían llegar ni a la mitad).
A pesar de la apariencia de que en las Bolsas lo único estable es su inestabilidad, lo cierto es que suelen comportarse con una regularidad sorprendente. Algo que sólo se evidencia, claro está, cuando los acontecimientos ya se han alejado y el ruido desaparece. Lo que, referido a la última crisis, está lejos de ser evidente. Al menos, por ahora.